Mi túnica roja estaba preparada. Mi máscara de ópera y mi sombrero también lo estaban. Era el momento de ir al campo de batalla.
Yormungand. Ese es mi apodo. Soy un Vinculaalmas, Vinculaespíritus, o Soul Linker, como quieran. Era el momento de ir allí. Era la hora de la verdad.
Sin embargo, confiaba en mis habilidades. Si conseguía ser lo suficientemente rápido, no habría problema. Pitu me cubriría con su arco desde lejos. Confié en ella. También confiaba en "el Don". El asesino más experimentado que haya visto en mucho tiempo. Y no me preocupaba de ese ninja cuyo nombre empezaba por L. Estaba seguro de que iban a sobrevivir todos ellos.
Mi confianza duró poco. Lo que tardé en chocar con las líneas enemigas. En cuanto esquivé el primer ataque, me puse nervioso. Era una bomba ácida. Un alquimista me la había lanzado. Mis reflejos me permitieron utilizar de nuevo mi hechizo para evitar ser dañado y dar un salto hacia atrás. Miré a mi enemigo y vi que tenía una compañera. En la distancia, distinguí su cabello verde muy largo. Más tarde vi que era una especie de ninfa pequeña y que ese cabello verde era el doble de grande que su cuerpo. No fue nada agradable ver la mascota de mi enemigo atravesada y algo calcinada por una flecha flamígera de Pitu.
Continué avanzando. Era yo quien tenía que descubrir a los enemigos o morir en el intento. Mi trabajo allí era ser el cebo. Fui sorprendido por un asesino, el cual me intentó asestar diez cuchilladas. Diez cortes y ninguno llegó a su destino. No por mi agilidad, sino por mi magia. En cuanto me giré tras evitar mi asesinato, vi al Don acabar con la vida de mi emboscador y volver a ocultarse en cuestión de segundos.
El clima cambió repentinamente. Una ventisca se aproximó en nuestra contra. Un hechicero enemigo estaba ralentizándonos. Los problemas llegan todos juntos. La acabé llamando "La Acosadora del Invierno". Siempre aparecía en los momentos más difíciles y, generalmente, me atacaba en los momentos de la ventisca. No me atacaba de una manera convencional, la cual acabaría evitando con mi magia, sino que me atacaba arrebatándome mi armadura. Sin siquiera darme cuenta, ese abrigo azul oscuro apareció y desapareció en la ventisca quitándome de la cara mi máscara de ópera. Nuestro ninja acabó con el hechicero, pero yo había perdido mi máscara.
No quedaba mucho más de mi labor. Tenía que utilizar lo que me quedaba de magia y arrebatarles la bandera enemiga. Corriendo lo más que podía, la agarré y salí corriendo. Pero el hechicero había vuelto con otra ventisca. Se escuchaba a lo lejos una canción. Y volví a encontrarme con la Acosadora del Invierno, que me arrebató esta vez mi sombrero. Mi preciado sombrero.
Apenas podía moverme. Me estaba empezando a congelar, pero no recordaba que Valentina estaba de nuestro lado. Una sacerdotisa que podía sacarme fácilmente de la tormenta, que había amainado de nuevo gracias al trabajo de nuestro ninja.
Corrí lo todo lo que pude. Como habían planeado, no iba a entrar en nuestra base desde la puerta, sino saltando por la muralla. No gracias a mi fuerza física o agilidad, sino a mi espíritu. Un impulso que me permitió saltar todo el muro y ganar la batalla mientras el asesino enemigo se quedaba atrapado en las trampas que había colocadas en la entrada principal.
Una vez en esa ciudad, la vi por tercera vez. Ese abrigo azul oscuro era exactamente igual al que vi fugazmente. Me acerqué a ella despacio. Se dio cuenta de mi presencia y, con un movimiento rápido, se colocó detrás de mí y me susurró algo al oído. No pude entenderla bien, pero me había devuelto mi sombrero y mi máscara. Su destreza en los juegos de manos era impresionante. Me puso la máscara y el sombrero en cuestión de un segundo.
Lin, ahora que estás viviendo allí, avísame si la encuentras. Tenía el pelo largo, rubio y ondulado. Además, llevaba ese abrigo de invierno azul oscuro con bastantes plumas. Espero que no te robe a ti, ¡así que ten cuidado!
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