Mi túnica roja estaba preparada. Mi máscara de ópera y mi sombrero también lo estaban. Era el momento de ir al campo de batalla.
Yormungand. Ese es mi apodo. Soy un Vinculaalmas, Vinculaespíritus, o Soul Linker, como quieran. Era el momento de ir allí. Era la hora de la verdad.
Sin embargo, confiaba en mis habilidades. Si conseguía ser lo suficientemente rápido, no habría problema. Pitu me cubriría con su arco desde lejos. Confié en ella. También confiaba en "el Don". El asesino más experimentado que haya visto en mucho tiempo. Y no me preocupaba de ese ninja cuyo nombre empezaba por L. Estaba seguro de que iban a sobrevivir todos ellos.
Mi confianza duró poco. Lo que tardé en chocar con las líneas enemigas. En cuanto esquivé el primer ataque, me puse nervioso. Era una bomba ácida. Un alquimista me la había lanzado. Mis reflejos me permitieron utilizar de nuevo mi hechizo para evitar ser dañado y dar un salto hacia atrás. Miré a mi enemigo y vi que tenía una compañera. En la distancia, distinguí su cabello verde muy largo. Más tarde vi que era una especie de ninfa pequeña y que ese cabello verde era el doble de grande que su cuerpo. No fue nada agradable ver la mascota de mi enemigo atravesada y algo calcinada por una flecha flamígera de Pitu.
Continué avanzando. Era yo quien tenía que descubrir a los enemigos o morir en el intento. Mi trabajo allí era ser el cebo. Fui sorprendido por un asesino, el cual me intentó asestar diez cuchilladas. Diez cortes y ninguno llegó a su destino. No por mi agilidad, sino por mi magia. En cuanto me giré tras evitar mi asesinato, vi al Don acabar con la vida de mi emboscador y volver a ocultarse en cuestión de segundos.
El clima cambió repentinamente. Una ventisca se aproximó en nuestra contra. Un hechicero enemigo estaba ralentizándonos. Los problemas llegan todos juntos. La acabé llamando "La Acosadora del Invierno". Siempre aparecía en los momentos más difíciles y, generalmente, me atacaba en los momentos de la ventisca. No me atacaba de una manera convencional, la cual acabaría evitando con mi magia, sino que me atacaba arrebatándome mi armadura. Sin siquiera darme cuenta, ese abrigo azul oscuro apareció y desapareció en la ventisca quitándome de la cara mi máscara de ópera. Nuestro ninja acabó con el hechicero, pero yo había perdido mi máscara.
No quedaba mucho más de mi labor. Tenía que utilizar lo que me quedaba de magia y arrebatarles la bandera enemiga. Corriendo lo más que podía, la agarré y salí corriendo. Pero el hechicero había vuelto con otra ventisca. Se escuchaba a lo lejos una canción. Y volví a encontrarme con la Acosadora del Invierno, que me arrebató esta vez mi sombrero. Mi preciado sombrero.
Apenas podía moverme. Me estaba empezando a congelar, pero no recordaba que Valentina estaba de nuestro lado. Una sacerdotisa que podía sacarme fácilmente de la tormenta, que había amainado de nuevo gracias al trabajo de nuestro ninja.
Corrí lo todo lo que pude. Como habían planeado, no iba a entrar en nuestra base desde la puerta, sino saltando por la muralla. No gracias a mi fuerza física o agilidad, sino a mi espíritu. Un impulso que me permitió saltar todo el muro y ganar la batalla mientras el asesino enemigo se quedaba atrapado en las trampas que había colocadas en la entrada principal.
Una vez en esa ciudad, la vi por tercera vez. Ese abrigo azul oscuro era exactamente igual al que vi fugazmente. Me acerqué a ella despacio. Se dio cuenta de mi presencia y, con un movimiento rápido, se colocó detrás de mí y me susurró algo al oído. No pude entenderla bien, pero me había devuelto mi sombrero y mi máscara. Su destreza en los juegos de manos era impresionante. Me puso la máscara y el sombrero en cuestión de un segundo.
Lin, ahora que estás viviendo allí, avísame si la encuentras. Tenía el pelo largo, rubio y ondulado. Además, llevaba ese abrigo de invierno azul oscuro con bastantes plumas. Espero que no te robe a ti, ¡así que ten cuidado!
Historietas de fantasía que escribo en mi tiempo libre. Los personajes: Edward Yolag, Lucas Tefd, Bart Chill, Gerald Paul, Edgar Eagler, Paulina Gao, Liza Carr, Gabriella, Mimi, Zac y Zerofrost son de mi invención y de mis compañeros. El resto de personajes descritos pertenecen o están basados en diferentes compañías.
domingo, 31 de enero de 2016
domingo, 24 de enero de 2016
Un antiguo trabajo de historia
(Pues lo que el título dice. Voy a subir un trabajo de historia que redacté en 4º de E.S.O y que ha vuelto a mis manos. Lo he visto interesante, por lo que aquí lo tenéis. Mi relato histórico personalizado desde el siglo XV al XX.)
Con la colaboración de: Edward Yolag, Sara Solari, Bart
Chill, Gerald Paul, Julia, Edgar Eagler, Lucas Tefd, Juanjo Gao.
– Hola, mi nombre es Edward Yolag, y voy a intentar explicar
desde el punto de vista de mis compañeros lo que hemos podido ver en la
historia. Desde el siglo XV hasta el siglo XX. Desde el inicio de la Edad
Moderna hasta la Guerra Fría.
Pero antes de la introducción, tengo una duda que aclarar.
¿Para qué sirve la historia? Bien. Tengo mi propia respuesta para esto, pero...
Cada uno puede tener su propia respuesta. La mía son unas cuantas preguntas:
“¿No es apasionante el mundo que hubo antes que nosotros? ¿No es curioso saber por qué
existen ciertas cosas? ¿No es increíble descubrir la forma de vida en otros
tiempos? Yo creo que sí a todas estas cuestiones.”
Antes
de hablar sobre el inicio de la Edad Moderna, tengo que recordar lo que ocurrio
un par de siglos antes, brevemente. De eso se ocupara mi compañera Sara Solari.
“Puedo decir que he recorrido el mundo
conocido. Yo me crie en Occidente y fiel a la religión cristiana me he
mantenido. He conseguido atravesar dificultades y viajar hasta el mundo de los
que seguían el Islam, pasando por pueblos ortodoxos. Debo decir que fui
afortunada en gran manera. No me afectaron ninguna de las revueltas mayores
occidentales mientras yo estaba en mi peregrinaje. Creo que para ser una mujer,
he vivido lo suficiente como para haber completado mi misión en la vida. Ahora
que me queda poco y escribo esto, puedo terminar diciendo que estamos demasiado
dispersos. Solo nos queda la Iglesia para unir las tierras occidentales. Sigo
impresionada por cómo pude escapar al destino que me estaba previsto con los
señores feudales, morir de trabajo y hambre mientras un noble tiene todo lo que
necesita.”
“Durante mi viaje cambiaron varias cosas en el
mundo, como que se formara el Sacro
Imperio Romano-Germánico o que me encontrara
con una partida de caballeros destinados a las cruzadas. Ahora que he podido
volver sana y salva, puedo decir que en mi vida me he dedicado a viajar. Y que
no me importa que los musulmanes estén en Al-Andalus, pues lo que yo espero ya,
es que Dios me acoja pronto. Enferma estoy, aun firme muero.”
– Interesante texto que he encontrado, .verdad?
No me ha sido fácil traducirlo. Pero ahora que con esta gran mujer, ilustrada
en una época en la que el analfabetismo era casi total, hemos aprendido como era
más o menos la vida en la Edad Media, o cinco siglos antes de lo que
comenzaremos a llamar: Edad Moderna.
Pero esto no llegaría hasta pasar un periodo
de tiempo: La crisis bajomedieval, que consistió en la falta de recursos para
la multiplicada población occidental. También la Guerra de los Cien Años, o la
Peste Negra y más calamidades que ocurrieron simultáneamente en este periodo
que parecía el fin de occidente, fueron reflotados por los años siguientes.
Cuando cayó Constantinopla. Cuando los reyes recuperaron su poder. Que buenos
recuerdos tengo de nuestros piques entre amigos. “Portugal puede ganar muy fácilmente”
decían. Nuestros juegos de dados y estrategia nos llevaban mucho tiempo de preparación
y dedicación, pero siempre disfrutábamos con ellos. Un buen entretenimiento,
sin duda.
Todavía me acuerdo de mi resumen: “Los enormes
ejércitos de los Turcos Otomanos, el conquistador Reino de Hungría, el inagotable
Gran Principado de Moscú, la resistente Orden Teutónica...” Y mi emprendedor reino
de Portugal, por supuesto. Buenos tiempos, sin duda.
Voy a adelantarme hasta el siglo XIV aproximadamente.
La lucha por la hegemonía que
dominaba la Monarquía Hispana y la división o
cisma de occidente, debido a la religión, que tantos problemas dio en estos
tiempos y que comenzaron Martin Lutero y otros varios. Pero, como va a ocurrir
en mi exposición, no seré yo el que resuma los hechos. Esta vez lo hará Bart
Chill.
“He luchado por mis ideales y asi me siento
satisfecho. Nuestra religión ha criado ratas y las ha alimentado sin saberlo.
Estar en el campo de batalla y salir victorioso es una de las cosas que engrandecen
a Dios, y eso es lo que esos protestantes no quieren comprender. Han tomado un camino
equivocado, y caerán al fondo de los infiernos. La Monarquía Hispana debería
preocuparse en erradicar sus minorías en lugar de seguir expandiéndose por
lugares los cuales a nadie habían interesado nunca hasta ahora. ¿No dicen los
eruditos que el mundo esta “renaciendo”? Entonces en un futuro contemplareis
que ese mundo renacido será destruido por una guerra mayor que la que yo mismo
he pasado.”
– Me temo que Bart era del bando católico. Creo
que lo demuestra de forma excesivamente clara. Además de que esto lo escribió
un monje, porque él no sabía escribir. Bueno, creo que ha sido suficiente este
resumen de este siglo XVI aproximadamente. Ahora viene la siguiente parte: ¿Qué
pasó después de estas guerras? Ahora explicamos.
En la última guerra de religión, la llamada “Guerra
de los Treinta Años”, la Monarquía
Hispana tenía serios problemas económicos,
pero aun así entraron en otra guerra religiosa que conllevó a la caída
económica y hegemónica de los hispanos. En su lugar, Francia, que había luchado
de parte de los protestantes para quedarse con la hegemonía, es decir, arrebatársela
a la Monarquía Hispana, tomó el lugar deseado. Francia, gran líder de Europa.
El resto del siglo, os lo resumirá el texto de Gerald Paul.
“Hemos pasado de un día para otro de intentar
ver con nuestros propios ojos la naturaleza a entenderla con la mente. Esto es
una autentica revolución. He observado que muchos han avanzado sobre los
estudios de la física, y han permitido desarrollar gracias al estudio de las
estrellas nuestro gran potencial de comercio marítimo. La religión se está
perdiendo poco a poco. Ya no nos pegamos por ello. A mí eso me da lo mismo, igual
que los que estudiaron la física. Me dan igual. Yo lo que busco es vivir gracias
a mis trabajadores. Puedo enriquecerme fácilmente. Mi vida de burgués no la cambiaría
por nada.”
Tras este breve texto, puedo pasar al corto siglo
XVIII, donde la muerte del último rey de la Monarquía Hispana sin descendencia
directa daría mucho de qué hablar. El “equilibrio continental” que buscaba el
recién formado Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda haría que este reino
tuviera gran importancia en el futuro. Julia, cuyo apellido no recuerdo, será
la que nos resuma en texto el resto del siglo.
“Todos han estado como locos cuando se han
enterado que ha muerto el rey de la Monarquía Hispana. Yo no se a quien apoyara
mi país, pero espero que no tenga que verme implicada en ninguna revuelta.”
“Todas estas guerras han terminado y ahora han
repartido territorios como si fuesen pan reseco. Ahora tengo la impresión de
que todo es... ¿mejor? No sé. No estoy tan preocupada como antes, no tenemos problemas
de alimentos, todo es más limpio, todo es mejor, en resumen. No entiendo qué
han hecho, pero esta guerra ha mejorado las cosas. No tiene mucho sentido, pero
por mí, que continúe así. Mucha menos gente enferma, lo que antes era algo
cotidiano. Ahora, simplemente, nuestras vidas son mejores.”
“Puedo decir, también, que he podido entender
las ideas de algunos ilustrados. Son hombres muy inteligentes y grandes
pensadores. No entiendo por qué los campesinos no están de acuerdo con ellos.
Será porque son incultos o algo así. Yo también pienso que deberíamos cambiar
estas cosas para que sean aún mejores. Así sí que conseguiríamos ser felices
totalmente.”
– ¿Interesante? Más que interesante, es
importante, porque estas ideas de los ilustrados iban a desencadenar la
Revolución Francesa, que veremos en nuestro próximo punto. Cuando hablo de
Revolución Francesa, hablo de doble revolución: política y económica.
Con los avances que han habido en la navegación,
podemos decir que ya hemos explorado todo el mapa del mundo. España ya no tiene
mucho que ver en América y Edgar Eagler nos puede contar un poco más sobre este
periodo.
“Las fabricas avanzan una barbaridad. Las máquinas
hacen el trabajo por nosotros, pero necesitamos gente para manejarlas. Aun así,
es un trabajo sencillo. He conseguido traer a algunos hijos de viejos conocidos
que tenía, porque ahora en el campo hay más gente de la necesaria. Antes los
campesinos ganaban más dinero por lo que vendían en su tiempo libre. Ahora ese
dinero nos lo llevamos nosotros. El vapor sale a raudales en nuestras
edificaciones, y cuando se ve vapor, se ven tejidos, que se traducen en dinero.
Otros artesanos no estarán muy contentos con esto, pero hay que renovarse. No
hay tantos artesanos para esta población creciente. Los franceses se revolucionan
y lo consiguen, los británicos nos traen la gran industria... En fin, lo que
saco en conclusión es que no hay que temer a las revoluciones. En la mayor
parte de los casos, nos han beneficiado.”
– Hay que destacar que, tras la Revolución
Francesa, un gran genio militar llamado Napoleón Bonaparte llevo a cabo una
serie de conquistas por Europa. Eso nos lo contara un tal Lucas Tefd, que formo
parte del ejército nacional francés.
“Si llego a estar en la batalla de Trafalgar,
aquella derrota no habría tenido lugar. No entiendo cómo pudieron hacer una
batalla naval en tierras enemigas. ¡Ellos llevaban ventaja! Los malditos españoles
no nos dejan traspasar su reino en paz, y aun sigo sin entender como sobreviven
esos británicos sin ningún tipo de comercio. Hemos bloqueado todo menos a esos
portugueses y me escaman sus planes. Hemos conseguido conquistar territorios
más allá del centro europeo sin apenas problemas. ¿Por qué no podemos seguir
nuestras conquistas? ¿Acaso son mejores que nuestro inmenso ejército? Eso es
imposible. Tenemos la hegemonía. Eso no se discute. Nuestro líder se ha marchado,
quizás eso es lo que nos está haciendo perder. Las rebeliones de los que antes habíamos
conquistado son una realidad. Probablemente se unan a los que no hemos podido
conquistar. Eso es lo que más temo. Si eso sucede, habremos sucumbido ante
Europa.”
– Un dato interesante es que este ejército
nacional luchaba con la idea de tener el mejor país. Entonces podemos estar
hablando de los principios del pensamiento nacionalista. En el próximo punto,
veremos cómo se desarrolla el nacionalismo.
Con la derrota de Napoleón en la batalla de
Waterloo, volvieron a restaurar el mapa de Europa para que fuera igual que
antes de las conquistas napoleónicas. Entonces se volvió al Antiguo Régimen en
toda Europa, pero el pensamiento revolucionario seguiría enraizado en todos
aquellos lugares donde paso Napoleón. Y esto se vería potenciado por la
creación de los estados-nación, fruto del nacionalismo, del sentimiento de
pertenecer a una comunidad. Una cadena de revoluciones e independencias crearon
los anteriores mencionados estados-nación, que resultarían en la independencia
de Grecia del Imperio Otomano o la independencia de los belgas frente a los
holandeses. El II Reich alemán iba a dar mucho que hablar, pues se había convertido
en una gran potencia, igualada con Gran Bretaña. Pero esta segunda tenía el
control de los océanos, cosa de la que los alemanes carecían. La continua lucha
de los pueblos en los Balcanes seguiría por varios años mientras que China tenía
que someterse a comerciar con los británicos y Japón estaba adoptando las tecnologías
del resto de Europa.
Hemos llegado entonces al siglo XIX, que va a
ser marcado por dos procesos importantes: La segunda revolución industrial y el
imperialismo. Mi amigo Juanjo Gao nos va a contar en su escrito un poco sobre
esta etapa.
“El II Reich alemán y el Reino de Italia
surgieron como potencias. Estados Unidos salió de la guerra civil americana que
casi la divide en dos y la segunda revolución industrial dio comienzo. Los
trabajadores tenían que trabajar en malas condiciones en las fábricas, entonces
surgieron los sindicatos y el movimiento obrero, aparecieron los partidos políticos
marxistas y anarquistas para intentar hacerse con el control político,
consiguiendo por lo menos la mejora de nuestras condiciones laborales.”
“Esta revolución industrial dio pie al
imperialismo, porque las potencias que querían controlar territorios eran las
que podían ser superiores en cuanto a armas y tecnología. Pongo un ejemplo. No
te vas a enfrentar con una espada a un cazador con una escopeta. Hay un claro ganador.”
– Pues eso ocurría. Los imperios coloniales
estaban esparcidos por todo el mapamundi. El rico y estratégico Reino Unido de
Gran Bretaña e Irlanda, el ansioso II Reich alemán, la relajada III Republica
francesa, el vasto imperio ruso, el pequeño reino de Italia, los independientes
Estados Unidos y el alzado Imperio Japonés fueron los actores principales en
este periodo basado en las conquistas de territorios de menor desarrollo. Y en
los Balcanes todavía seguía la aglomeración de pueblos, que ahora tenían dos capitales,
Viena y Budapest, del Imperio Austro-Húngaro.
Ahora pasaremos a casi el siglo XX, donde se
había declarado una paz armada entre las grandes potencias, pero estas finalmente
acabarían chocando sin remedio debido a los intereses y rencillas entre cada
una de ellas. Esto terminaría en una Gran Guerra. Enumero las más importantes, porque
estas rencillas son significativas.
Gran Bretaña:
– Chocaba con Rusia por los dominios asiáticos.
– Choco con Portugal en el sur de África, pero
los portugueses se retiraron.
– Con Francia en Sudán, pues ambas potencias
buscaban el eje africano costa a costa.
– No quería ningún juego de alianzas, porque tenía
su idea de “equilibrio continental”.
Austria-Hungría:
– Rusia en los Balcanes.
Italia:
– Con Francia por Niza y Túnez
– Con Austria-Hungría por arrebatarle Trento y
Trieste
– Se alió temporalmente con Alemania para protegerse
de Francia y Austria-Hungría.
Rusia:
– Se aliaron defensivamente con Francia.
Estados Unidos:
– Simplemente querían controlar el continente
americano.
Japón:
– Su principal enemigo era Rusia, a la que
venció en la Guerra ruso-japonesa.
Alemania:
– Compitió con Gran Bretaña en el intento de
dominar los mares
Con esto último, se formaron dos bandos.
Alemania, Austria-Hungría e Italia (La triple
Alianza) contra la Triple Entente, formada por
Francia, Rusia y Gran Bretaña, tras verse amenazada con su política naval.
Esos dos bandos fueron los de la Gran Guerra
en 1914. La Primera Guerra Mundial.
Sobre las guerras mundiales me gustaría hablar
a mí. Edward Yolag os informa. Es un periodo de la historia muy interesante y
quisiera comentarlo por mí mismo, muy resumidamente.
– La Primera Guerra Mundial tuvo varios factores
que la diferenciaron. La lentitud de la artillería permitía a los defensores
preparar sus fortificaciones frente a los atacantes, que tenían que mover sus
instrumentos de artillería y morían en el intento en una lluvia de fuego defensiva.
Esto conllevo a que se necesitaran muchos recursos humanos para atacar y muchos
recursos materiales para aguantar. El que tuviera más recursos, gana. Entonces,
la Triple Entente más Italia, que cambio de lado de la guerra, dominaba los mares
y, por tanto, los recursos.
La guerra terminó con un ataque desesperado de
Alemania contra Francia. Como este ataque duró más de lo esperado, pese a la
evolución de los tanques, los norteamericanos llegaron masivamente a Europa y
acabaron con la guerra. Alemania tuvo que rendirse en 1918.
Tras este periodo de guerra, llega la
Post-guerra, donde el imperio ruso comenzaría a experimentar con una nueva
forma de gobierno, el comunismo, formando la U.R.S.S. Mientras, todos los demás
países tenían ya más o menos afianzado el capitalismo y la democracia
capitalista. Aparte de estas dos formas, aparecería un modo de gobierno
radical, que sería el fascismo en Alemania, Italia y España.
Las nuevas clases sociales, los nuevos
partidos políticos con sus diferentes opciones políticas... El enfrentamiento
de intereses entre estas ideas políticas sería lo que llevaría a la Segunda
Guerra Mundial.
La Segunda Gran Guerra, la carrera para ver
quién puede tener más poder destructivo en menos tiempo. Las ansias de poder
que ciegan al mundo humano. Debo reconocer que los alemanes tenían una
estrategia de batalla excelente, con sus guerras relámpago o Blitzkrieg gracias
a la aviación y su intento de desmoronar las flotas con los submarinos al mando
de Hitler. La defensa rusa que pudo contener los grandes ataques alemanes y
permitir a los demás países, que también tuvieron que resistir las amenazas
alemanas, terminar con la guerra mundial cuanto antes.
La engrandecida Rusia comunista (U.R.S.S), el
agresivo y tactico imperio aleman, la Francia que sobrevive, Italia que busca
su interes, un Japon que ansiaba conseguir mas, los Estados Unidos con el miedo
a que les sobrepasaran, y Gran Bretana que luchaba por encerrar por mar a
Alemania.
Todo eso fue lo suficiente en esta gran
Segunda Guerra Mundial llena de información que, por falta de medios, no
podemos recopilar al completo detalle. Las palabras de este viejo se acaban,
pero espero haber dejado claro lo más esencial, o haber dejado claras algunas
dudas mientras otras siguen en pie, porque es imposible comprenderlo todo en la
historia. Es posible comprenderla en gran manera y en general, pero nuestro
cerebro no daría para memorizar todo lo que ha ocurrido en el mundo. Me despido
entonces.
domingo, 17 de enero de 2016
Médico entre puertas (Tributo a Darkest Dungeon)
(Probablemente acabe haciendo una serie en el futuro con la temática de Darkest Dungeon. Ahí lo dejo.)
[Mi nombre es Cecil Clerinell. En esta carta dejaré constancia, como compañero de Aisha, de lo acontecido en las ruinas aquel día. Comenzaré por presentar al resto del grupo aventurado. Aparte de la ya mencionada Aisha, miembra de la tribu Colmillarr, también me acompañaron Godfrey Falkirk, enviado en apoyo por el clero como antiguo caballero de La Cruzada, y Shauna Ashbury, una actual asaltante de tumbas con quien tengo amistad desde la infancia.
No tengo muchos detalles que destacar de la expedición a las ruinas. Yo, Cecil Clerinell, como líder de dicha misión; me limito a escribir lo más relevante evitando los detalles anteriores a la situación que me trae la redacción de esta carta. Sin más preámbulos, dejo a continuación por escrito lo acontecido.
Para que el lector comience a pensar en el acertijo que debíamos resolver con el fin de escapar de las ruinas, se lo voy a presentar inmediatamente.]
Frente a dos guardias estábamos. Uno con la misma apariencia que el otro. También había dos puertas completamente idénticas. Un letrero entre ellas ponía lo siguiente: "Uno de estos guardias siempre dice la verdad, y el otro siempre miente. Sólo una de las puertas lleva a la salida. La otra, os dejará perdidos en un laberinto interminable. Sólo puedes hacerle una pregunta a uno de los guardias, ya sea el verdadero o el mentiroso. Sin embargo, nunca sabrás a qué guardia le preguntaste."
Complicado, ¿cierto? Bien. Una vez planteado el problema, comienzo a relatar mi experiencia en las ruinas.
Todo marchaba relativamente bien hasta que llegamos a la penúltima sala de aquellas catacumbas. La oscuridad vencida levemente por la antorcha que llevaba el caballero cruzado penetraba en nuestros sentidos como si nos quisiera decir algo. Notaba que Shauna estaba temblando. No era de miedo, sino de lo incómoda que se sentía allí en ese momento. Yo era el último de la cola, para así guardar las espaldas en caso de emboscada. Ya había experimentado varias emboscadas en mis anteriores aventuras. Ellos eran principiantes o, simplemente, no estaban entrenados para este "trabajo".
El cruzado era diestro en el manejo de la espada, habilidad que destacó poco en el momento de la verdad. Aisha era una bárbara prácticamente. Sin el control nuestro, podía haber arrasado las ruinas junto con su alabarda. Shauna llevaba un par de cuchillos, un pico y una pala. Básicamente, eran los utensilios necesarios para su "profesión". Yo, por mi parte, llevaba mi cuchillo, algunas vendas que se fueron gastando durante la expedición, bolsas aromáticas y granadas de la plaga. No acabé utilizando estas últimas. Las consideré inefectivas contra el peligro que nos encontramos.
Una araña tan enorme como el portón del gran castillo. Sorprendido estuve yo en cuanto vi semejante monstruosidad. Shauna se puso tan nerviosa que apenas podía moverse. Godfrey estaba preparado para la batalla, pero esa preparación duró poco tiempo. Cayó en una trampa de telaraña gigante que lo envolvió y detuvo su avance. Miré a Aisha y ella cargó contra el gigante de ocho patas. Un sólo corte certero derribó a nuestro enorme y temido enemigo. Sin embargo, el precio a pagar fue el que ya conocerán. El veneno de la araña empapó a Aisha cuando la criatura murió.
Shauna se había dedicado a ayudar a Godfrey a salir de la trampa. Era un hombre muy educado. Se le notaba que se había sentido inútil en aquella situación y pedía sinceras disculpas. Me recordó a mi antiguo amigo Azor.
Llegamos a la siguiente sala cuya entrada custodiaba la gigante araña. En ella había abundante iluminación y era una habitación estrecha, pero simétrica. Dos puertas al frente. Dos guardias, uno en cada puerta. No parecían hostiles. Fue allí cuando comenzaron los minutos más difíciles de la misión.
Aisha se mareó y si no llega a ser por la ayuda de Godfrey, habría caído al suelo de golpe. La sentaron en el suelo pegada a la pared y le empezaron a preguntar qué le había ocurrido a la bárbara. Ella apenas balbuceó algo a lo que no presté atención. Miraba al letrero que contenía el acertijo que mencioné al principio. Godfrey intentaba darle apoyo a Aisha. Shauna estaba empezando a ser un incordio. Se había estresado demasiado durante el transcurso de la expedición y ahora estaba nerviosísima. No paraba de sacudirme para que hiciese yo algo para ayudar a la bárbara, pero nada estaba en mis manos. Sólo el maldito acertijo.
"Clerinell. Sea lo que sea, date prisa. No aguantará mucho más. Mira su cara si lo dudas."
Eso fue lo que Godfrey me dijo. Miré un instante. De una mujer bárbara llena de vitalidad quedaba un cuerpo que parecía muerto. Me dio pena, pero no podía hacer nada hasta resolver el enigma.
"¡Cecil! ¡Ayúdala o te juro que voy a apuñalar esa túnica verde tuya... Contigo dentro! ¡Elige! ¿Morir ambos o vivir ambos? ¡Elige ya, Cecil, maldita sea!"
Shauna me apuntaba a la cara con uno de sus cuchillos. Su mano temblaba constantemente, como si estuviese loca del todo. Incluso lloraba. Sin embargo, su reprimenda me abrió la mente. No tenía opción a responder la pregunta de mi compañera, así que tenía que dejar a los guardias sin elección. De ese modo, descubriría la puerta. Recuerdo lo que dije perfectamente. Aún no me creo que haya dicho semejante cosa en un momento así.
"Voy a pronunciar las palabras mágicas. Tú, guardia de la puerta derecha. ¿Si le pregunto al otro guardia qué puerta es la salida, cuál me contestaría?"
El guardia me señaló la puerta izquierda. Shauna se tiró al suelo de rodillas. Godfrey se disponía a rezar por el alma de Aisha. Sin embargo, motivé a todos ellos para salir por la puerta. Incluida la bárbara. Los otros dos se quedaron impresionados cuando, con simplemente un pequeño corte y una bolsa aromática, Aisha se levantó y me siguió por la puerta derecha.
En efecto. Hice esa pregunta porque, tanto el que decía la verdad como el que miente iban a señalar la puerta que no era la salida.
"¿Cómo lo has hecho, Cecil?"
Respondí que habría que llevarla al sanitario lo antes posible. Combatir el veneno con más veneno fue lo que hice. Sin embargo, actúa como una breve sustancia dopante en los humanos.
[Hasta aquí mi explicación. Disculpen si me repito, mas puedo olvidar detalles importantes. Soy Cecil Clerinell. Me gradué en Medicina y tuve que ejercer del único puesto de trabajo que se me ofreció: Médico de la Peste Negra. Tras varios meses en el oficio, me di cuenta de que no era mi vocación ser médico en esa condición. Por eso me convertí en aventurero. Era lo que me llenaba. A Shauna ya se le pasó la locura que la consumía, debido al estrés. No sé nada del señor Godfrey y Aisha está recuperándose, según vuestros informes.
Mis más sinceras disculpas, pero era necesario correr el riesgo para salvar su vida unos minutos más. De no ser por ello, Aisha habría muerto envenenada.
Un saludo para todos ustedes, sanitarios. Por mi parte, me despido. Buscadme en el cementerio si requerís mi presencia.
Firmado: Clerinell.]
Esta es la carta que se quedó para sí mismo Cecil Clerinell. Nunca la envió. Sin embargo, ahora está en manos de Shauna Ashbury, quien asaltó la tumba de Don Cecil Clerinell y recuperó este desconocido escrito. Pero había algo escrito en la parte de atrás de la carta.
"Porque ser médico fue mi sueño. Ser aventurero también. Así pues cumplí ambos. ¿Por qué? Porque siempre hay que perseguirlos."
[Mi nombre es Cecil Clerinell. En esta carta dejaré constancia, como compañero de Aisha, de lo acontecido en las ruinas aquel día. Comenzaré por presentar al resto del grupo aventurado. Aparte de la ya mencionada Aisha, miembra de la tribu Colmillarr, también me acompañaron Godfrey Falkirk, enviado en apoyo por el clero como antiguo caballero de La Cruzada, y Shauna Ashbury, una actual asaltante de tumbas con quien tengo amistad desde la infancia.
No tengo muchos detalles que destacar de la expedición a las ruinas. Yo, Cecil Clerinell, como líder de dicha misión; me limito a escribir lo más relevante evitando los detalles anteriores a la situación que me trae la redacción de esta carta. Sin más preámbulos, dejo a continuación por escrito lo acontecido.
Para que el lector comience a pensar en el acertijo que debíamos resolver con el fin de escapar de las ruinas, se lo voy a presentar inmediatamente.]
Frente a dos guardias estábamos. Uno con la misma apariencia que el otro. También había dos puertas completamente idénticas. Un letrero entre ellas ponía lo siguiente: "Uno de estos guardias siempre dice la verdad, y el otro siempre miente. Sólo una de las puertas lleva a la salida. La otra, os dejará perdidos en un laberinto interminable. Sólo puedes hacerle una pregunta a uno de los guardias, ya sea el verdadero o el mentiroso. Sin embargo, nunca sabrás a qué guardia le preguntaste."
Complicado, ¿cierto? Bien. Una vez planteado el problema, comienzo a relatar mi experiencia en las ruinas.
Todo marchaba relativamente bien hasta que llegamos a la penúltima sala de aquellas catacumbas. La oscuridad vencida levemente por la antorcha que llevaba el caballero cruzado penetraba en nuestros sentidos como si nos quisiera decir algo. Notaba que Shauna estaba temblando. No era de miedo, sino de lo incómoda que se sentía allí en ese momento. Yo era el último de la cola, para así guardar las espaldas en caso de emboscada. Ya había experimentado varias emboscadas en mis anteriores aventuras. Ellos eran principiantes o, simplemente, no estaban entrenados para este "trabajo".
El cruzado era diestro en el manejo de la espada, habilidad que destacó poco en el momento de la verdad. Aisha era una bárbara prácticamente. Sin el control nuestro, podía haber arrasado las ruinas junto con su alabarda. Shauna llevaba un par de cuchillos, un pico y una pala. Básicamente, eran los utensilios necesarios para su "profesión". Yo, por mi parte, llevaba mi cuchillo, algunas vendas que se fueron gastando durante la expedición, bolsas aromáticas y granadas de la plaga. No acabé utilizando estas últimas. Las consideré inefectivas contra el peligro que nos encontramos.
Una araña tan enorme como el portón del gran castillo. Sorprendido estuve yo en cuanto vi semejante monstruosidad. Shauna se puso tan nerviosa que apenas podía moverse. Godfrey estaba preparado para la batalla, pero esa preparación duró poco tiempo. Cayó en una trampa de telaraña gigante que lo envolvió y detuvo su avance. Miré a Aisha y ella cargó contra el gigante de ocho patas. Un sólo corte certero derribó a nuestro enorme y temido enemigo. Sin embargo, el precio a pagar fue el que ya conocerán. El veneno de la araña empapó a Aisha cuando la criatura murió.
Shauna se había dedicado a ayudar a Godfrey a salir de la trampa. Era un hombre muy educado. Se le notaba que se había sentido inútil en aquella situación y pedía sinceras disculpas. Me recordó a mi antiguo amigo Azor.
Llegamos a la siguiente sala cuya entrada custodiaba la gigante araña. En ella había abundante iluminación y era una habitación estrecha, pero simétrica. Dos puertas al frente. Dos guardias, uno en cada puerta. No parecían hostiles. Fue allí cuando comenzaron los minutos más difíciles de la misión.
Aisha se mareó y si no llega a ser por la ayuda de Godfrey, habría caído al suelo de golpe. La sentaron en el suelo pegada a la pared y le empezaron a preguntar qué le había ocurrido a la bárbara. Ella apenas balbuceó algo a lo que no presté atención. Miraba al letrero que contenía el acertijo que mencioné al principio. Godfrey intentaba darle apoyo a Aisha. Shauna estaba empezando a ser un incordio. Se había estresado demasiado durante el transcurso de la expedición y ahora estaba nerviosísima. No paraba de sacudirme para que hiciese yo algo para ayudar a la bárbara, pero nada estaba en mis manos. Sólo el maldito acertijo.
"Clerinell. Sea lo que sea, date prisa. No aguantará mucho más. Mira su cara si lo dudas."
Eso fue lo que Godfrey me dijo. Miré un instante. De una mujer bárbara llena de vitalidad quedaba un cuerpo que parecía muerto. Me dio pena, pero no podía hacer nada hasta resolver el enigma.
"¡Cecil! ¡Ayúdala o te juro que voy a apuñalar esa túnica verde tuya... Contigo dentro! ¡Elige! ¿Morir ambos o vivir ambos? ¡Elige ya, Cecil, maldita sea!"
Shauna me apuntaba a la cara con uno de sus cuchillos. Su mano temblaba constantemente, como si estuviese loca del todo. Incluso lloraba. Sin embargo, su reprimenda me abrió la mente. No tenía opción a responder la pregunta de mi compañera, así que tenía que dejar a los guardias sin elección. De ese modo, descubriría la puerta. Recuerdo lo que dije perfectamente. Aún no me creo que haya dicho semejante cosa en un momento así.
"Voy a pronunciar las palabras mágicas. Tú, guardia de la puerta derecha. ¿Si le pregunto al otro guardia qué puerta es la salida, cuál me contestaría?"
El guardia me señaló la puerta izquierda. Shauna se tiró al suelo de rodillas. Godfrey se disponía a rezar por el alma de Aisha. Sin embargo, motivé a todos ellos para salir por la puerta. Incluida la bárbara. Los otros dos se quedaron impresionados cuando, con simplemente un pequeño corte y una bolsa aromática, Aisha se levantó y me siguió por la puerta derecha.
En efecto. Hice esa pregunta porque, tanto el que decía la verdad como el que miente iban a señalar la puerta que no era la salida.
"¿Cómo lo has hecho, Cecil?"
Respondí que habría que llevarla al sanitario lo antes posible. Combatir el veneno con más veneno fue lo que hice. Sin embargo, actúa como una breve sustancia dopante en los humanos.
[Hasta aquí mi explicación. Disculpen si me repito, mas puedo olvidar detalles importantes. Soy Cecil Clerinell. Me gradué en Medicina y tuve que ejercer del único puesto de trabajo que se me ofreció: Médico de la Peste Negra. Tras varios meses en el oficio, me di cuenta de que no era mi vocación ser médico en esa condición. Por eso me convertí en aventurero. Era lo que me llenaba. A Shauna ya se le pasó la locura que la consumía, debido al estrés. No sé nada del señor Godfrey y Aisha está recuperándose, según vuestros informes.
Mis más sinceras disculpas, pero era necesario correr el riesgo para salvar su vida unos minutos más. De no ser por ello, Aisha habría muerto envenenada.
Un saludo para todos ustedes, sanitarios. Por mi parte, me despido. Buscadme en el cementerio si requerís mi presencia.
Firmado: Clerinell.]
Esta es la carta que se quedó para sí mismo Cecil Clerinell. Nunca la envió. Sin embargo, ahora está en manos de Shauna Ashbury, quien asaltó la tumba de Don Cecil Clerinell y recuperó este desconocido escrito. Pero había algo escrito en la parte de atrás de la carta.
"Porque ser médico fue mi sueño. Ser aventurero también. Así pues cumplí ambos. ¿Por qué? Porque siempre hay que perseguirlos."
domingo, 10 de enero de 2016
Recuerdo una historia que decía...
Un famoso equilibrista iba a dar un espectáculo caminando por una cuerda a cien metros de altura, aprovechando un salto de agua cerca del pueblo donde lo iba a hacer. Aunque en la mayor parte del tramo la caída iba a ser sobre agua, no se aseguraba su supervivencia. Sin ningún tipo de seguridad, comenzó su espectáculo con toda la gente del pueblo viéndolo.
El equilibrista llevaba una carretilla de obra con un saco dentro. Él y la carretilla caminaron lentamente y sin pausa por la cuerda hasta lograr cruzarla por completo. Todo el pueblo aplaudió enfervorecido ante tal espectáculo.
El alcalde fue a entrevistar personalmente al equilibrista.
- Disculpe. Ha sido magnífico. ¿Cómo hace usted para no tener miedo ahí arriba?
- Es sencillo. Tengo fe en que puedo conseguirlo.
- Vaya, qué profundo.
- ¿Puedo hacerle una pregunta yo ahora a usted?
- Por supuesto.
- ¿Me ve usted capaz de cruzar otra vez la cuerda?
- Por supuesto.
- Pues lo voy a volver a hacer, pero esta vez se va a subir usted en la carretilla.
El alcalde palideció. Intentó pensar alguna excusa pero estaba atrapado. Había dicho que sí iba a ser capaz, con lo que cayó en la trampa del equilibrista.
Una vez en lo alto de nuevo, el alcalde saludó con un gesto a todo su pueblo. Su expresión estaba disfrazada con una sonrisa, porque en realidad tenía miedo. Sus piernas temblaban considerablemente.
Una vez subido en la carretilla, cerró los ojos. El equilibrista comenzó a realizar el mismo trayecto que hizo hace unos minutos. Sin embargo, se detuvo a medio camino en equilibrio.
- ¿Por qué duda?
- ¿No es obvio? ¡Puede caer conmigo!
- Dijo que yo iba a ser capaz de cruzar de nuevo.
- Sí, pero eso era una suposición mía. ¡Ahora veo que estoy en peligro!
- Usted no tiene fe suficiente. Seguro que se encargó a cirujanos con mayor tranquilidad sobre su supervicencia que en su situación actual.
El alcalde enmudeció e hizo un gesto con la mano para que continuase el camino por la cuerda. El equilibrista estaba a punto de terminar cuando hizo un ademán de perder el equilibrio. El alcalde ni se inmutó. Finalmente, pudo restablecerse y completar el recorrido.
- Debo darle las gracias. Usted me ha hecho ver que si confiaba de verdad y tenía fe, no me sentiría tan indefenso ante las consecuencias. Estaba seguro de que podía hacerlo, y lo hizo.
- ¿Y si hubiera fallado?
- Me habría ahorrado el mal momento que pasé la primera mitad del trayecto. Porque me convencí a mí mismo de que usted podía hacerlo.
- Me alegro de que usted sea una persona razonable, alcalde.
- Gracias de nuevo.
Aunque la verdadera historia llega hasta la mitad, cuando el equilibrista le propone al alcalde subirse a la carretilla, la he ampliado para mí mismo. Para tener fe y convencerme de que puedo superar las adversidades contra las que me enfrento actualmente. Debería estar estudiando en lugar de escribir esto, pero no me importa. Creo que lo necesitaba. Unas palabras que me hagan ver que aún tengo algo que hacer, aunque no tenga la certeza de que sean verdaderas e incluso sean mías propias, me motivan a pensar que aún puedo sacarle partido a mi futuro.
Y sí, esperad más subidas como estas todos los domingos. No sobre historias como la que os he contado, sino reflexiones propias. Es lo que tienen los estudios, que te hacen reflexionar.
El equilibrista llevaba una carretilla de obra con un saco dentro. Él y la carretilla caminaron lentamente y sin pausa por la cuerda hasta lograr cruzarla por completo. Todo el pueblo aplaudió enfervorecido ante tal espectáculo.
El alcalde fue a entrevistar personalmente al equilibrista.
- Disculpe. Ha sido magnífico. ¿Cómo hace usted para no tener miedo ahí arriba?
- Es sencillo. Tengo fe en que puedo conseguirlo.
- Vaya, qué profundo.
- ¿Puedo hacerle una pregunta yo ahora a usted?
- Por supuesto.
- ¿Me ve usted capaz de cruzar otra vez la cuerda?
- Por supuesto.
- Pues lo voy a volver a hacer, pero esta vez se va a subir usted en la carretilla.
El alcalde palideció. Intentó pensar alguna excusa pero estaba atrapado. Había dicho que sí iba a ser capaz, con lo que cayó en la trampa del equilibrista.
Una vez en lo alto de nuevo, el alcalde saludó con un gesto a todo su pueblo. Su expresión estaba disfrazada con una sonrisa, porque en realidad tenía miedo. Sus piernas temblaban considerablemente.
Una vez subido en la carretilla, cerró los ojos. El equilibrista comenzó a realizar el mismo trayecto que hizo hace unos minutos. Sin embargo, se detuvo a medio camino en equilibrio.
- ¿Por qué duda?
- ¿No es obvio? ¡Puede caer conmigo!
- Dijo que yo iba a ser capaz de cruzar de nuevo.
- Sí, pero eso era una suposición mía. ¡Ahora veo que estoy en peligro!
- Usted no tiene fe suficiente. Seguro que se encargó a cirujanos con mayor tranquilidad sobre su supervicencia que en su situación actual.
El alcalde enmudeció e hizo un gesto con la mano para que continuase el camino por la cuerda. El equilibrista estaba a punto de terminar cuando hizo un ademán de perder el equilibrio. El alcalde ni se inmutó. Finalmente, pudo restablecerse y completar el recorrido.
- Debo darle las gracias. Usted me ha hecho ver que si confiaba de verdad y tenía fe, no me sentiría tan indefenso ante las consecuencias. Estaba seguro de que podía hacerlo, y lo hizo.
- ¿Y si hubiera fallado?
- Me habría ahorrado el mal momento que pasé la primera mitad del trayecto. Porque me convencí a mí mismo de que usted podía hacerlo.
- Me alegro de que usted sea una persona razonable, alcalde.
- Gracias de nuevo.
Aunque la verdadera historia llega hasta la mitad, cuando el equilibrista le propone al alcalde subirse a la carretilla, la he ampliado para mí mismo. Para tener fe y convencerme de que puedo superar las adversidades contra las que me enfrento actualmente. Debería estar estudiando en lugar de escribir esto, pero no me importa. Creo que lo necesitaba. Unas palabras que me hagan ver que aún tengo algo que hacer, aunque no tenga la certeza de que sean verdaderas e incluso sean mías propias, me motivan a pensar que aún puedo sacarle partido a mi futuro.
Y sí, esperad más subidas como estas todos los domingos. No sobre historias como la que os he contado, sino reflexiones propias. Es lo que tienen los estudios, que te hacen reflexionar.
domingo, 3 de enero de 2016
Dos cortas historias de atracos
No había ni un alma en esa carretera. Sólo se encontraba el señor William con su furgoneta, volviendo a su casa. Mas se dio cuenta de que un coche lo estaba siguiendo. Se empezaba a acercar peligrosamente hasta que alcanzó estar al lado del vehículo de William. El copiloto abrió la ventanilla y apuntó con una pistola a William.
"Para la furgoneta o te pego un tiro."
William entonces aceleró a mayor velocidad para evitarles. Sin embargo, ellos consiguieron rebasar la furgoneta y bloquearla. William no tuvo otra opción que detenerse y bajar del vehículo, dejando la furgoneta a los atracadores.
Una vez que se llevaron ambos vehículos y William se disponía a volver caminando a su casa. Antes de que arrancasen, escuchó que uno de los atracadores gritaba al otro: "¡Pégale un tiro!"
William se tiró al suelo a modo de cobertura. Se escucharon dos disparos que, por fortuna, fallaron. Los dos vehículos se marcharon a toda velocidad y desaparecieron. Tardó más de un minuto en levantarse del suelo, asustado aún. No le había pasado algo peor, así que en parte estaba aliviado.
Días después, en el bar, contó lo que le había pasado. Una mujer no pudo evitar escuchar la historia y se ofreció a contar una experiencia personal similar.
- A mí también me atracaron de una manera parecida. Sin embargo, a ellos no les valía con arrebatarme el carro, sino que además me llamaron y pidieron un rescate por él. Yo no tenía dinero suficiente, por supuesto. Así que contesté lo que debía: "Lo siento, pero no tengo dinero. Si Dios me ha quitado mi carro, por algo será. Ya me proveerá de otro." Para mi sorpresa, el que estaba al teléfono me respondió: "Ah, ¿pero usted cree en Dios?" y yo dije que sí. "Entonces vaya usted al descampado mañana a las diez de la mañana y recoja su coche. No puedo robarle a alguien que cree en Dios."
Curiosas historias, ¿no creen? Pues tanto la del señor William como la de la mujer son historias reales. Sucedieron tal y como las cuento porque así me las contaron. Para que vean que no siempre nos quedamos con lo malo en las desgracias, sino que también podemos ser optimistas y contar con la posibilidad de recuperarnos del golpe que hemos recibido.
"Para la furgoneta o te pego un tiro."
William entonces aceleró a mayor velocidad para evitarles. Sin embargo, ellos consiguieron rebasar la furgoneta y bloquearla. William no tuvo otra opción que detenerse y bajar del vehículo, dejando la furgoneta a los atracadores.
Una vez que se llevaron ambos vehículos y William se disponía a volver caminando a su casa. Antes de que arrancasen, escuchó que uno de los atracadores gritaba al otro: "¡Pégale un tiro!"
William se tiró al suelo a modo de cobertura. Se escucharon dos disparos que, por fortuna, fallaron. Los dos vehículos se marcharon a toda velocidad y desaparecieron. Tardó más de un minuto en levantarse del suelo, asustado aún. No le había pasado algo peor, así que en parte estaba aliviado.
Días después, en el bar, contó lo que le había pasado. Una mujer no pudo evitar escuchar la historia y se ofreció a contar una experiencia personal similar.
- A mí también me atracaron de una manera parecida. Sin embargo, a ellos no les valía con arrebatarme el carro, sino que además me llamaron y pidieron un rescate por él. Yo no tenía dinero suficiente, por supuesto. Así que contesté lo que debía: "Lo siento, pero no tengo dinero. Si Dios me ha quitado mi carro, por algo será. Ya me proveerá de otro." Para mi sorpresa, el que estaba al teléfono me respondió: "Ah, ¿pero usted cree en Dios?" y yo dije que sí. "Entonces vaya usted al descampado mañana a las diez de la mañana y recoja su coche. No puedo robarle a alguien que cree en Dios."
Curiosas historias, ¿no creen? Pues tanto la del señor William como la de la mujer son historias reales. Sucedieron tal y como las cuento porque así me las contaron. Para que vean que no siempre nos quedamos con lo malo en las desgracias, sino que también podemos ser optimistas y contar con la posibilidad de recuperarnos del golpe que hemos recibido.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)