(Bienvenidos a una historieta que, más que centrarme en lo interesante, he estado practicando un poco de descripciones de situación. Espero que aún así os guste. Yo, por lo menos, me he sorprendido gratamente con mi poder de descripción, que ya veo mejor que antes.)
Parada en medio de la acera. Las calles estaban rebosantes de gente ocupada de sus asuntos urgentes, como es de esperar en un ambiente ajetreado del centro de la ciudad. El sonido característico de las personas hablando entre ellas y los coches desesperados por los constantes embotellamientos llenaba toda la calle.
Aunque a los ojos de los transeúntes no pareciera extraño, la única persona en la calle que no hacía movimiento alguno era aquella chica. Desentonaba con todo el ambiente urbano del momento.
Iba vestida con el uniforme escolar, que consistía en un polo verde oscuro, una falda con una tonalidad más clara de verde y un par de manoletinas negras bastante cerradas que contrastan con los calcetines blancos. Gran parte de su cara la tapaba el flequillo de su cabello color castaño oscuro. Sus ojos eran azules marinos, lo que daba mucha profundidad y oscuridad a su mirada. Esa podría ser la razón por la que su pelo largo tapa su ojo derecho.
Un hombre distraído que miraba su teléfono móvil mientras caminaba choca accidentalmente con la chica, antes inmóvil. Ambos se tambalean un poco, pero el hombre continúa su camino. A Diana (que ese es el nombre de la chica) le tomó unos segundos volver a su posición original, totalmente inmóvil.
Un grupo de jóvenes empezaron a comentar sobre ella. Y no eran comentarios muy positivos, en ningún caso. Uno de ellos se acerca.
"Oye, ¿qué haces ahí parada? ¿Tu novio te ha dado plantón?"
Diana sólo movió ligeramente sus labios. Su mirada era sumamente inexpresiva. No contestó.
"¿Hablas mi idioma? ¡Contesta! ¡Dime algo!"
La chica volvió a hacer el mismo gesto, seguido de un suspiro y un cambio. Ahora se mordió el labio inferior. El joven, al no encontrar respuesta, agarró la muñeca derecha de Diana. Repentinamente y con una destreza sorprendente, ella pudo hacer que la espalda del joven cayera fuertemente contra el pavimento. Este gesto fue seguido de una sola palabra: "Pervertido"
El chico, dolorido fuertemente en su espalda, se levantó con ayuda de sus compañeros. Fue una escena que solo atrajo a unos pocos curiosos, pues no es nada extraño ver peleas de pareja por la calle. Sus amigos no estaban muy contentos con lo que acababa de pasar. Sin embargo, intentaron continuar con su broma.
"Pero, ¿qué pasa contigo? ¿Tanto te ha molestado?"
Otra vez sin respuesta. Los adultos con menos ajetreo empiezan a unirse al espectáculo, formando poco a poco una especie de círculo alrededor de la chica y los jóvenes.
"Niña, ¿tú quieres que nos enfademos contigo? ¡Habla de una vez como una persona!"
Diana no responde. Únicamente ladea levemente la cabeza hacia la derecha y frunce el ceño. Los jóvenes se estaban dando cuenta del espectáculo que estaban dando en medio de la calle, así que decidieron retirarse. El herido pidió disculpas y se marchó con su pandilla.
Nadie más dirigió una palabra a Diana. Los espectadores simplemente siguieron con sus planes.
Allí estaba ella. Su poisición era casi invariable durante largos minutos, hasta que finalmente llegó quien ella esperaba.
"¿Diana?"
Ella se giró para ver a la chica que la había llamado.
"Venga, vámonos ya, que no soporto el centro."
Diana no dijo ni una palabra. Un tímido gesto para saludar con la mano a su compañera fue su única comunicación con ella.
Una vez alejadas del bullicio, entraron en un callejón sin salida donde solo había un contenedor y una puerta blanca que contrastaba con la fachada roja ladrillo. Diana llamó suavemente al timbre y ambas entraron a través de la puerta que chirrió al abrirse y al cerrarse.
Se respiraba humo y tensión en ese lugar. Una gran mesa estaba preparada para una partida de cartas. Casi todos los participantes ya habían llegado.
Resultó desconcertante para algunos que una chica estudiante se presentase a una partida de este tipo. La mayor parte de los jugadores eran hombres de edad, comparados con ella.
Diana estuvo el menor tiempo posible en la zona de juego. Fue primero al baño a cambiarse de ropa. Su compañera la tenía preparada.
Susana era la mejor amiga de Diana. Ella no iba vestida de uniforme, sino más casual. Una camiseta gris de mangas largas y pantalones vaqueros eran su atuendo. Ella estaba intentando disimular su nerviosismo, pero no podía. Estaba muy asustada al encontrarse en el lugar que podría cambiar las vidas de las dos amigas. Recuerdos vienen a su mente mientras el cambio de ropa de Diana parece que tarda más de lo esperado.
...
- ¿Estás loca? No voy a hacer eso.
- La que voy a jugar soy yo...
- No, Diana. Necesitamos el dinero, ¡pero no podemos arriesgarnos de esa manera! ¿Has perdido el juicio?
- ¿De verdad quieres a Marcus de vuelta?
Susana calló al escuchar ese nombre.
- Pues ya sabes. Vamos a ir a esa partida y voy a ganar.
- ¿Y si no lo consigues, Diana? ¿Qué pasará?
- No volveremos a ver a Marcus.
- ¿Crees que allí te dejarán salir como si nada?
- Habrá que correr el riesgo. Es todo o nada.
- Maldigo el día en que me metí en este lío.
- Es lo que tiene. Si no te hubieras tirado al traficante...
- ¡No me lo recuerdes más! Sé que es mi culpa, ¡pero no puedo retroceder en el tiempo!
- Recuerda que lo estoy haciendo por ti. Si algo sale mal, yo seré la primera en defenderte.
- ¿Por qué, Diana? Yo solo...
- ¿Darme problemas? Estoy acostumbrada a ellos. Déjame a mí ocuparme de la partida. Límpiate los ojos, que te caen lágrimas.
...
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