- Menudas risas nos vamos a echar. - Decía impaciente Bart.
- Y esos monjes se van a enterar de que a la gente no se la quema. - Apuntó Nevan.
- El plan está preparado, verdad? Bien. Esperemos a que los bibliotecarios vengan. No van a querer entrar otra vez. - Dijo Liza.
Habían planeado asustar a todos aquellos que se atrevieran a entrar en la biblioteca. Con una serie de engaños acabarían riéndose de esos monjes que tan mal los han tratado.
Entró el primero. El que más temprano se levantaba para leer. En cuanto abrió la puerta, se encontró con Bart, Liza, Edgar y Gerald en el suelo. Aparentemente inconscientes. Extrañado el monje, fue a observar los cuerpos y comprobar si tenían vida.
Se escuchó un portazo en las espaldas del monje. El hombre miró hacia atrás y vio a una chica con alas y ojos rojos: Nevan.
- Así que quieres acabar como ellos, verdad? - Dijo el súcubo con voz siniestra.
- Eh? Ahah! Qué es esto? No ha muerto!?
El monje se abrió paso y salió corriendo dándose un golpe con la puerta, pero consiguió salir de la biblioteca.
- Pffft...
- Jajajaja...
- No me podía aguantar la risa estando así tirados, jaja...
- Bueno, ahora la segunda. A ver si viene alguien más.
Sin mucha demora, aparecieron dos monjes más para demostrar que no pasaba nada. Gran error. Nevan estaba de espaldas a la puerta de la biblioteca y los demás estaban tirados por los suelos como antes.
- Tú! Demonio! Qué les has hecho a tus compañeros? - Preguntó el primer monje.
- Compañeros? Estos no son mis compañeros. - Contestó Nevan con una risita.
- Monjes... Cabrones... - Dijo una voz agonizante.
- Quién ha dicho eso!?
- Yo... - Dijo Bart mientras levantaba con dificultad una mano.
- N-no nos rendiremos! Te vamos a expulsar de aquí, maldita! - Se atrevió a decir el segundo monje.
- Muy bien. Entonces me divertiré un rato. Ejército de muertos? Levantaos!
Todos los que estaban en el suelo se levantaron. Temblaban sus músculos y reían levemente. Parecían zombis de verdad. Tanto fue así que cuando se acercaron a los monjes, estos salieron corriendo de terror y atropellaron a otro que iba a la biblioteca.
- Jajajajaja! No puedo chicos, es demasiado gracioso! - Reía sin parar Gerald.
- Calla! Que vienen más. Tercer plan, vamos. - Mandó Bart.
Todos volvieron al suelo y Nevan se puso detrás de ellos. El monje que iba a la biblioteca abrió la puerta y se encontró con lo que tanto asustó a los demás.
- Así que estás aquí, criatura del infierno... - Pronunció muy tranquilo el monje.
- Aquí me ves. Y sé muy bien a lo que has venido. Tú lo que quieres es vivir nuevas experiencias. Y yo te puedo enseñar una muy interesante... - Insinuaba Nevan.
- Atrás! No permitiré semejantes atrocidades en nuestro hogar!
- Ah, sí? Qué pena. Yo que quería divertirme con alguien más... Bueno. Tendré que calmarme con algo, no sé... Te puedo clavar mi espada? - Preguntó Nevan, sonriente.
- Jamás!
- Pues entonces la clavaré en este.
La espada de Nevan cayó sobre Bart, que seguía inmóvil. El monje cada vez estaba más nervioso ante la tranquilidad del súcubo. Nevan volvió a coger su espada de la armadura de Bart y apuntó con ella, manchada de sangre, al monje, que salió corriendo de terror por las escaleras, fuera de la biblioteca.
- Qué pasa? No les gusta el tinte rojo a los monjes? - Preguntó Nevan.
- Creo que ha funcionado y se ha creído que me atravesaste - Aclaró Bart.
- Eso de utilizar la tinta roja para teñir la espada desde dentro de la armadura ha sido nuestra mejor idea en años. - Decía Edgar.
- Bueno, se acabó. Vamos a hablar con el jefe de este sitio y nos vamos. Por fin se acabó nuestro trabajo aquí. - Finalizó Gerald.
Así lo hicieron. El jefe monje les tiró un tomo enorme a la cara y los dejó marchar cuanto antes. Estaba muy enojado por todo lo que habían hecho por Alemania. Y esos sustos le dieron problemas terribles para calmar a los afectados. Movieron la biblioteca de lugar, para que no creyeran que estaba maldita. Creyeron que Nevan seguía allí, a modo de fantasma, y nadie más entró en esa habitación una vez desalojada.
- Me pregunto cómo le habrá ido a Pau en la prueba esa que nos dijeron. - Musitaba Liza.
- Pues ahora en el viaje tenemos tiempo para verlo! Nos han enviado los cuatro vídeos! - Anunciaba Bart - Por cuál de ellos empezamos?
- Pues ya que ella lo ha recordado, empecemos por Paulina, a ver. - Propuso Edgar.
Todos en el viaje de vuelta en carro, los otros cuatro llegando a Japón, que se verá en la próxima semana. Hasta entonces, podéis hacer... Otras cosas, como leer lo anterior o lo que prefieran. Gracias por leer estas historias. Hacerlas me animan y divierten cantidad. No os perdáis el siguiente!
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