(¿Por qué seré tan poco original y pongo los nombres de lugares al revés? En ocasiones quedan bien, pero ya es un poco de abuso por mi parte, supongo.)
Aneis, una pequeña ciudad Ailatina donde todos los años se celebra tradicionalmente una carrera de caballos llamada "el Palio". Vienen personas de todo el mundo a verla porque es un espectáculo increíble.
Los habitantes nacidos en Aneis están divididos en 17 contradas, que son los "equipos" participantes en la carrera. Ganar dicha carrera es un gran honor durante todo el año para los pertenecientes a la contrada ganadora.
Las contradas tienen una bandera característica representando animales. Cabe destacar que existen rivalidades muy fuertes entre algunas contradas.
(Y esto es el centro de esta historia random bastante especial. He estado en Siena y visitado algunas otras ciudades italianas durante una semana y quise hacer una historieta sobre esta tradición, que me ha fascinado. ¡Espero que os guste! Si no, por lo menos lo he intentado.)
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*2 de julio*
"¡Ha ganado la contrada del Drago! ¡Increíble carrera por parte de su jinete!"
*25 de julio*
"Noticia: ¡Explosivo neutralizado en el tren! Suerte de unos extranjeros que dieron la voz de alarma."
*16 de agosto*
"¡Hoy se celebra el Palio en honor a la Virgen! ¡El segundo de este año! ¿Cuál será la contrada ganadora?"
- Nevan, ten siempre cuidado con lo que lleves en los bolsillos. Nunca se sabe en estos eventos tan multitudinarios si...
- Que sí, que tengo todo bien vigilado. Pobre de aquel que se atreva a tocar algo mío diría yo.
Edward y Nevan habían viajado a Aneis para expresamente presenciar el Palio. Al padre le encantó la tradición y puso todo su empeño para verlo. Nevan simplemente lo acompañó porque fue obligada por él. De todos modos, parece que le estaba gustando el país.
Faltaban 30 minutos aproximadamente para que diese comienzo la carrera. Los caballos y jinetes estaban desfilando por la plaza antes de colocarse en sus posiciones. La muchedumbre estaba impaciente.
Pocos minutos antes de la salida, pues se estaba retrasando por culpa de un caballo nervioso, se armó un revuelo que pasó desapercibido para los espectadores fervientes del Palio. Estaba teniendo lugar una trifulca en los pasillos de los palcos.
Un hombre con pelo castaño largo y barba abundante había sido disparado con un arma de fuego. Una mujer en togas negras de sacerdotisa estaba asistiéndolo mientras una joven estaba plantando cara a cuatro hombres armados.
Nevan y Edward salieron de su palco al escuchar el disparo y se encontraron en medio de la disputa. Asunto de la mafia, por lo que parece.
- ¡Van armados Nevan!
Eso fue lo que alcanzó a decir Edward antes de que fuese atrapada y encañonada por dos de los cuatro. Los otros dos estaban desarmados, pues la joven había aprovechado la distracción ocasionada para arrebatárselas, haciendo gala de una destreza impresionante. Ahora la joven estaba armada contra los dos hombres indefensos y Nevan estaba atrapada por los dos hombres armados. Edward tenía que hacer algo.
Había que remarcar el hecho de que ninguna de las partes podía comunicarse perfectamente. Los cuatro hombres hablaban ailatino, la joven no hablaba ni entendía ni el ailatino ni el idioma de Nevan y Edward, castellano.
Miradas fulminantes entre la joven y los hombres armados. Edward dio la espalda a los hombres y a su hija. Nevan cerró los ojos. Un espíritu salió del viejo, que se había puesto de puntillas y con las manos apuntando al señor barbudo. Este, que ya estaba casi recuperado gracias a la sacerdotisa, lanzó sin previo aviso un par de frascos que impactaron en el hombro de uno de los dos hombres armados provocando una pequeña explosión. Nevan consiguió librarse de sus captores en ese instante, aunque tenía parte de la barbilla con restos de quemaduras. Los cuatro hombres no quedaron bien parados como para seguir combatiendo con los cinco que los habían derrotado.
La decisión del hombre barbudo fue salir de aquel lugar. Era el momento perfecto para escabullirse, en breve comenzaría la carrera y todos prestarían atención a eso. En el camino de salida se presentaron todos.
Ese hombre de la barba se llamaba Zac. Es un alquimista, con lo que tiene buenos conocimientos de la naturaleza y las pociones, como aquella combinación explosiva que lanzó contra los mafiosos.
Sí, a Zac lo persiguen esos mafiosos tras haber fallado con un explosivo que le encargaron. Exactamente el explosivo que encontraron los españoles en el tren mencionado el 25 de julio. Finalmente encontraron a Zac y lo intentaron liquidar, pero se encontraron la sorpresa de que no iba solo. Gabriella, una ex-sacerdotisa; y Mimi, la joven que actúa como su guardaespaldas.
Consiguieron salir al exterior, pero la multitud expectante era un gran impedimento para atravesar la plaza. Acabaron separándose sin quererlo. Edward se dio cuenta de que no estaba Nevan y comenzó a buscar entre la gente. El súcubo se había separado del resto sin siquiera darse cuenta. Gabriella, Mimi y Zac habían escapado por una callejuela estrecha que conducía al otro lado de la plaza.
Nevan acabó saliendo por otra calle empinada. Corrió cuesta arriba creyendo que se había quedado atrás y había perdido a sus compañeros y a Edward. Sin embargo, el súcubo acababa de meterse en la trampa que habían tendido a Zac. La rodearon dos hombres más apuntándola con armas de fuego.
Nevan estaba en un gran apuro. Rápidamente hechizó al que tenía enfrente e hizo que se acercase a ella. De este modo, Nevan retrocedería lentamente hasta entrar en contacto con el otro hombre que la rodeaba. Esa era la estrategia. Ella fingió estar sorprendida tras toparse con el otro hombre, pero él no se esperaba que Nevan se girase repentinamente y, girando sobre sí misma y alrededor del hombre con el que estaba en contacto, robó su arma y lo dejó en el suelo tras una patada que desequilibró al mafioso. El otro, que aún seguía hechizado, tropezó con el primero que estaba en el suelo y literalmente se comió el pavimento. Nevan salió corriendo de nuevo, esta vez con un arma de fuego cargada en sus manos.
Zac, Gabriella y Mimi habían llegado a la parte de atrás de la plaza. Zac utilizaría su coche para escapar. Las otras dos le acompañaron dentro. Justo en ese instante apareció un mafioso rezagado que dio la voz de alarma al resto. Zac intentó arrancar el coche. No pudo. No funcionaba en el momento más oportuno. El mafioso se acercaba al coche, pero de pronto un señor se abalanzó sobre este otro dejándolo en el suelo inconsciente tras golpearle la cabeza contra el duro pavimento.
Edward fue el que hizo tal cosa. Al ver que no podían arrancar el coche, intentó ayudarles, pero no iba a ser tarea fácil arrancarlo.
Se escuchó un disparo.
"¡Entra el jinete de Selva! ¡Comienza la carrera con Valdimontone en primera posición!"
Nevan se había perdido en las calles de Aneis. Esta vez sólo la emboscaba un hombre. Pero la había pillado por la espalda y la inmovilizó en el suelo agarrándola fuertemente del cuello, impidiendo su respiración.
"¡Primera curva de San Martino! ¡Valdimontone se cae de su caballo y el Águila va en primera posición!"
Nevan luchaba por escapar de su prisión, pero la falta de oxígeno hacía muy difícil cumplir ese cometido. El mafioso estaba dispuesto a dejarla inconsciente o incluso matarla por asfixia.
"¡Comienza la segunda vuelta! ¡El Águila sigue en primera posición seguido de la Lechuza y el Caracol!"
Nevan no pudo más. La rabia que le daba esa impotencia que tenía en ese momento hizo que sacase su verdadero poder. Abrió sus alas con su espalda apoyada en el suelo, para que así el contrincante saliese despedido hacia atrás.
El mafioso se encontraba en una calle estrecha con una mujer de ojos rojos brillantes y alas negras en su espalda. No es algo que parezca real, pero el miedo que tenía ese hombre no le permitía moverse.
- ¿Ya no quieres jugar? - Preguntó Nevan.
Resultó que este mafioso conocía el idioma, lo que le estremeció aún más.
- ¡N-n-no! ¡Déjame ir, por favor!
"¡Segunda curva de San Martino! Ningún jinete ha caído en ella en esta vuelta!"
- Qué pena. Mira las marcas que me has dejado en el cuello. ¿Te parece bonito? - Dijo Nevan mientras se acercaba.
- ¡No te acerques!
El mafioso disparó contra Nevan. Ella recibió el disparo en el estómago. En un par de segundos ya estaba la herida cerrada.
- ¿¡Qué demonios eres!?
- Tú mismo lo has dicho. Soy el demonio. Ahora mi papá quiere conocerte. Seguro que le encantará saber quién ha intentado matar a su hija, ¿no?
- O-oye... Yo sólo cumplo órdenes... No debería...
- Shh - mandó Nevan a que el hombre callase - Te quiero preguntar una cosa.
"¡La Lechuza adelanta al Águila justo antes de comenzar la última vuelta!"
- Pregunta lo que quieras.
- ¿Has visitado alguna vez el museo de la tortura?
El hombre perdió todo su color de piel en ese instante. Temblaba de miedo.
- Tranquilo, si no voy a hacerte ningún daño porque me caes bien. Te voy a hacer una pregunta más.
"Nadie adelanta en la curva de San Martino! La Lechuza continúa en primera posición seguida de cerca por el Águila!"
- D-dime...
- Ven a esta calle hoy a las 1:00. Por la noche.
- ¿Qué?
- Si no vienes, quizás te visite un amigo mío. Se llama Muerte.
- No, no, he entendido. Estaré aquí a la hora prevista. Sin retraso alguno.
- Más te vale. Y tienes que venir solo. No querrás que me enfade, ¿verdad?
- A-A sus órdenes, mi señora...
Nevan volvió a su forma humana y le preguntó cómo llegar a la plaza. Una vez indicada la dirección, Nevan presenció justamente el final de la carrera. El caballo de la Lechuza llegando a la meta.
"¡Y gana la Lechuza! ¡Vaya adelantamiento antes de la última vuelta! ¡Ha sido increíble!"
Zac consiguió arrancar el coche y escapar del lugar junto a Mimi y Gabriella. Edward, camino de la plaza, se encontró a Nevan.
- ¡Hija! Me habías preocupado. ¿Qué son esas marcas?
- Ya te contaré mañana. ¿Podemos tomar un descanso? Estoy cansadísima.
Ese día terminó así. Edward y Nevan descansaron en el hotel. Los otros tres ya estaban a salvo. Menudo día habían tenido todos.
*17 de julio, 1:00*
- Veo que has sido puntual, ¿eh?
- Sí. A estas horas yo debería estar en mi casa, durmiendo...
- No te preocupes, si me vas a llevar a ru casa - Dijo Nevan con una risilla.
- ¿Cómo?
- Ya me has oído. ¿Te recuerdo...?
- Vale, vale, no tienes que recordarme nada. Sígueme, no está demasiado lejos.
Una vez allí...
- ¿Para qué querías venir conmigo a mi casa a estas horas?
- Porque es divertido.
- ¿Cómo que divertido?
Nevan guiñó su ojo y puso una sonrisa picarona.
"Esta chica... No sé cómo lo hace, pero todos los hombres con los que se propone pasar la noche acaban pasándola con ella. Ojalá yo pudiese hacer lo mismo con las mujeres." - Edward Yolag
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