(Aquí tenéis una de mis mejores obras según mi opinión, ya que fue esta la que presenté al XIII Concurso literario del IES Fernando de los Ríos y ha quedado ganadora en la categoría de prosa o narrativa. Estoy bastante contento en cómo sigo mejorando día a día mi forma de expresarme, pese a que aún me detecte mis errores. Espero que disfruten de esta historia, a la que más tiempo y dedicación me ha tomado hacer y se han notado los resultados. Gracias lectores!!)
Mimi subía las escaleras hacia su triste destino acompañada por un guardia. Las lágrimas caían por sus ojos. El guardia intentaba forzar una expresión neutra, pero en realidad se sentía apenado por lo que estaba a punto de suceder. En cuanto subieron a la plataforma, colocaron a la pequeña en el lugar que le iba a corresponder: La guillotina.
"Dos días antes...
Emily o Mimi, los dos nombres son válidos, estaba paseando tranquila en su bicicleta. Su cabello castaño y sus dos coletas sujetadas por un par de adornos morados eran zarandeados por el viento. Su cara con expresión risueña, sintiéndose libre cada vez pedaleando más rápidamente. Ojos azules claros, muy abiertos. Una pequeña niña de doce años aún ingenua, pero bastante inteligente para su edad.
En un descuido, Emily atropelló al hijo de uno de los mandatarios del pueblo con su bicicleta. Este suceso le iba a costar muy caro a la niña. Ella había pedido disculpas, pero... No iba a ser suficiente. La mandaron ejecutar en dos días en la guillotina porque había lesionado a la víctima del atropello."
Mimi rompió a llorar en el momento que atraparon su cabeza entre los maderos. El verdugo procedió a formular la pregunta de siempre: "¿Cuál es tu último deseo, niña?"
Había mucha gente en la plaza. Más de la habitual en una ejecución rutinaria. Algunos estaban ansiosos de contemplar la caída de esa hoja enorme de acero, otros, rezaban en silencio para que, de una forma u otra, salvasen a la pobre criatura que apenas había vivido.
El deseo de la niña fue que su abuelo, el único familiar suyo que se encontraba en el pueblo, le contara una última historia. Ella estaba segura de que sería la mejor de todas.
Su abuelo acudió a la plataforma y empezó su relato, pero lo hizo en voz alta para que todo el público la escuchase.
- Te voy a contar la historia de... Tu corta vida. Empezó en la casa donde vives. Allí naciste tú. Yo estuve allí, tu abuela también y, por supuesto, tu madre. Es una pena que no lo recuerdes, pero tu madre era una bellísima persona. Ella tuvo que marcharse tras la muerte de tu abuela por motivos que... Mejor no te los cuento. Ya tienes suficiente sufrimiento, ¿no?
Parecían palabras extremadamente pesimistas por parte del abuelo de Mimi, pero él mismo ya había aceptado que su nieta iba a morir. Prefirió quitarle toda su inocencia de golpe el día de su muerte con este relato de tono grave. Su expresión era también triste, resignada ante lo inevitable. Emily continuaba sollozando.
- Tu padre fue encarcelado en un país extranjero, eso no ayudó a ninguno de los dos. Yo mismo cuidé de ti e intenté enseñarte desde los errores que yo cometí en el pasado. No estoy diciendo que haya fallado en educarte, sino que la fortuna no siempre nos sonríe ni el destino es tan predecible como lo imaginamos.
Mimi no quería creer las palabras de su abuelo. La entristecían cada vez más. ¿Esa era la última historia que le iba a contar su única familia? No le gustaba. Acababa de enterarse de que su padre estaba en la cárcel, su madre la había abandonado y su abuela había muerto. Toda la ingenuidad infantil se desvanecía de un plumazo ante tantas verdades. Emily lloraba a mares. Algunas personas del público querían de verdad insultar o golpear a ese viejo que hacía llorar a la niña. Sin embargo, ellos podrían ser los siguientes guillotinados si intervenían.
- Mira hacia arriba, Mimi. Tú vas a conocer el arma que te va a dar paso a la otra vida. Irás al cielo azul. Contémplalo.
La chiquilla obedeció, con sus ojos empapados en lágrimas, y vio que el cielo no era azul. Estaba cubierto de nubes. Su abuelo, viendo su cara de desconcierto, se ajustó su sombrero negro y recolocó su corbata del traje de los funerales. Se lo había puesto para esa ocasión.
- Habrás visto que hay muchas estrellas en el cielo por las noches, ¿verdad? Cada vez que uno de nosotros muere, una estrella desaparece. El universo se está volviendo más y más oscuro por momentos, y no es de extrañar por todas las cosas que ocurren y ocurrirán.
El abuelo volvió a mirar al cielo. Mimi también. Ante la sorpresa de todos, la niña estaba sonriendo, aunque sus ojos estuviesen aún húmedos. Ella agradeció haber pedido este último deseo. Su última voluntad.
- No puedo irme sin que sepas lo mucho que te quiero. Eres mi segunda hija. Pero ahora... Vas a morir a manos de esta pistola de rayos.
Eso dijo su abuelo, señalando la guillotina. Nadie entendió por qué la llamó "pistola de rayos". Quizás le quedaba sensibilidad y prefirió no nombrar la palabra "guillotina" para quitarle hierro al asunto.
- Mimi. Hasta aquí llega mi historia, pero no te quedes así. La enseñanza que te he dado es la que debes usar tú ahora. Esta pistola de rayos está en tu poder, así que no te lo pienses y... ¡¡Dispara ya!!
En el momento que fueron pronunciadas esas palabras, un rayo cegó a todos los espectadores. Nadie pudo creer lo sucedido. ¡Mimi había desaparecido! Los que querían ver el espectáculo se marcharon decepcionados por haber malgastado su tiempo. Los que querían ver a la niña salvarse estaban atónitos, pues sus oraciones habían dado resultado. El abuelo de Emily cayó al suelo de espaldas.
"¿Cómo ha escapado? ¡Es imposible!" Exclamaba el verdugo.
Sólo una persona sabe dónde y cómo escapó Mimi de su destino. Esa persona es ella misma, ahora viviendo en paradero desconocido. Su abuelo, tirado en el suelo de la plataforma, dijo antes de levantarse con dificultad:
"Mimi... Engañaste a la muerte. Has crecido mucho en poco tiempo..."
Bastantes años más tarde, una bicicleta con una carta atada a ella apareció en la puerta de aquel que fue atropellado. Esa carta ponía lo siguiente:
"Para el hijo del gobernador:
Espero que hayas tenido una vida acomodada estos largos años. Es probable que no te acuerdes de mí, entonces estarás extrañado por la bicicleta y esta carta de una desconocida. Soy Mimi, una chica que te atropelló por accidente con mi bicicleta cuando éramos pequeños. Si sigues sin recordarme, pregúntale a tus padres o incluso a los ancianos del pueblo. Pregúntales por la niña de la guillotina.
Pero ya no quiero recordar el pasado. Menos aún lo que sufrí en aquel lugar. Ese día me volví toda una mujer. Ya no era una niña. Fue muy difícil salir adelante, pero lo conseguí. Hoy estoy viva y sin problemas serios en los que preocuparme. Simplemente quería enviarte este mensaje: "Deja que tus hijos disfruten de su inocencia. La vida, como ya sabrás, no es fácil. Permite que ellos vivan felices, porque lo seguirán siendo aún cuando crezcan."
Mis más amistosos saludos.
Firmado: Mimi "La Guillotina".
El hijo del gobernador recordaba el atropello, pero no había estado al tanto de las consecuencias. La respuesta no se hizo esperar largo tiempo.
"Querida Mimi Guillotina:
Mi nombre es Hans Brushel. Recordé la bicicleta en cuanto la vi. Supuse que querías regalármela, así que encantado, acepto el obsequio. No supe hasta el día que escribo esta carta lo que te ocurrió aquel día. Debió ser terrible y siento lo ocurrido de verdad. Las leyes en aquel tiempo eran demasiado estrictas y algunas incluso ridículas. Ahora yo he heredado el gobierno de este lugar, y me encantaría que nos visitases. No sólo a mí, sino también a tu abuelo. Supongo que te sorprenderá, pero sigue con vida a sus ciento siete años. Espero que vengas pronto, porque celebraremos una gran fiesta en memoria de "La hija del rayo", pues así se ha llamado tu hazaña al escapar de la guillotina.
Me alegra que no me tengas rencor. De verdad pensé que nada bueno iba a estar escrito en tu carta, pero gracias, porque estaba equivocado. Tengo muchas ganas de conocerte, Mimi. Supongo que no somos amigos de la infancia, pero tampoco somos desconocidos ahora mismo.
Ansioso esperando tu venida,
Hans Brushel."
Mimi sacrificó su infancia y adolescencia, pero la vida fue la lección que mejor aprendió. Permítanme utilizar una cita de un joven conocido que da sentido a esta historia y a este final.
"Una lección sin dolor no tiene sentido. Eso es porque no puedes obtener algo sin sacrificar algo a cambio. Pero una vez que has soportado el dolor y lo has superado...
Obtendrás un corazón más fuerte que cualquier otra cosa.
Sí, un corazón de acero."
- Edward Elric, el alquimista de acero.
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