domingo, 14 de febrero de 2016

Especial San Valentín 2016!

Desde que era un chaval he estado cuidando de estos campos y cultivándolos. Todos los días regando, abonando y protegiendo mis tierras para que dieran sus frutos los días de cosecha.

Ahora que mis hijos trabajan y yo no estoy en buenas condiciones para ayudarlos, sólo me queda reflexionar. Tanto tiempo y tantas cosas que he vivido... Este campo es mi vida. Aquí es donde he pasado mis mejores y peores momentos.

Es ahora cuando pienso en todo lo que he hecho. Mis tierras, mi mujer, mis hijos... Todos ellos han sido el fruto de mi esfuerzo. Conservar mis tierras, conquistar a mi mujer y tener descendencia. Todo es la recompensa del esfuerzo. En ocasiones está descompensada. La recompensa puede haber sido mínima cuando te has esforzado al límite y viceversa.

No puedo quejarme de nada. Cada uno tiene sus virtudes. Yo tuve la virtud de la paciencia, y mis hijos tienen la de la vigorosidad y la del amor. El fuerte es nervioso, pero currante. El menor ya tiene pareja.

Han conquistado las tierras y a la chica. De ese modo, yo puedo enseñarles a esforzarse, para que obtengan su recompensa. El mayor sale a la huerta todas las mañanas bien temprano, mientras que el menor no deja que la novia se olvide de lo mucho que él la quiere ni un segundo.

Tanto es así, que se atrevió a cruzar el cerro cuando llovía a cántaros sólo para ir a verla, porque se lo había prometido. Además, ella no fue menos y, aunque resbaló cruzando el cerro y acabó con la ropa hecha jirones, vino a hacerle una visita sorpresa.

Sin embargo, la mayor prueba la superaron hace poco tiempo.

Mi hijo menor tenía que terminar de regar la huerta, porque el mayor había enfermado. Esto rompió sus esquemas, pues había quedado con su novia e iba a llegar tarde. No podía dejar el trabajo a medio hacer, así que se intentó apresurar pese a que sabía que llegaría tarde. La novia, sin ser menos, tenía que cuidar de su abuela mientras su madre salía para recoger agua del pozo, con lo que estaba en una situación de la cual no podía escaparse.

Él, cuando acabó de trabajar en la huerta, estaba bastante agitado e intentó montar a mi caballo. Menudo trompazo se pegó contra la tierra. Aún se quedó la marca grabada en el suelo de su caída. Decidió salir a toda prisa por el cerro nuevamente. Esta vez, con un fuerte dolor en la pierna. Cojeaba.

Ella, cuando volvió su madre, bajó a toda prisa de la planta de arriba que era donde dormía su abuela y se preocupó sobremanera. Su querido no había llegado aún y ya era tarde. Se sentó llorando en una banca temiendo lo peor.

"¿Y si le ha pasado algo? El perro de Alex no es de hacer muchos amigos, a lo peor le ha atacado por el camino... ¿Y si me está engañando? No. No puede ser. Él sabe que lo mato a él y a la pelandrusca con quien esté. ¿¡Por qué tarda tanto!?"

Mi hijo la sorprendió abrazándola por sorpresa. Ella inmediatamente supo quién era. En cuanto se vieron el uno al otro frente a frente, no pudieron evitar sonreír y besarse.

"Lo bueno se hace esperar. Es como la huerta. No crecen de un día para otro, pero al final dan sus frutos, y están muy buenos. A mi novia le gustarán mucho las berenjenas, pero no hay nada como nuestras sandías en verano. ¿Por qué? Porque las hemos cultivado con esfuerzo.
Y con amor."

Espero que paséis un buen San Valentín, ya que ha coincidido con el domingo que subo algo a este, mi blog. No tengáis mucha envidia de los enamorados aprovechando este día para demostrar su amor, que ya tendréis vosotros vuestro momento. ¡Hasta otra!

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