Este domingo no habrá una actualización en el blog, debido a la mudanza de dirección que he realizado. Esto significa que ahora este blog ya no tendrá más subidas, porque se pasarán a la siguiente dirección:
vivirdentrodeunvideojuego.blogspot.com.es
Así es. ¡Nos mudamos, lectores! Espero que sea más fácil de recordar este nombre que el de este blog. Nos vemos allí, en los Relatos de un PNJ.
Historias random EdwardYolag
Historietas de fantasía que escribo en mi tiempo libre. Los personajes: Edward Yolag, Lucas Tefd, Bart Chill, Gerald Paul, Edgar Eagler, Paulina Gao, Liza Carr, Gabriella, Mimi, Zac y Zerofrost son de mi invención y de mis compañeros. El resto de personajes descritos pertenecen o están basados en diferentes compañías.
sábado, 19 de marzo de 2016
domingo, 13 de marzo de 2016
Veneno de Venganza (Tributo a Darkest Dungeon #4)
(¿Qué sería de las series sin el relleno?)
Aisha no sobrevivió. Estuvo intentando recuperarse varios días, pero finalmente acabó por morir envenenada. Una de las noches no despertó. Precisamente la noche que murió, Cecil y Cornelia fueron a visitarla. Ya estaba dormida cuando llegaron, pero una muchacha muy parecida a ella los saludó con un gesto y con la mirada preguntó quiénes eran.
- Cecil Clerinell - susurró el médico.
- Cornelia.
La bárbara no habló. Simplemente velaba por Aisha, que dormía plácidamente. Cecil y Cornelia se marcharon, pues no podían hacer nada. En la puerta del Sanitario, se encontraron a un hombre envuelto en un manto verde oscuro. En cuanto se dio cuenta de la presencia de los dos, hizo una reverencia y los saludó desde la distancia.
- Buenas, señor y señora. ¿No tendrán ustedes la bondad de darme una moneda para pasar la noche bajo techo?
- No, lo siento - Contestó Cecil.
- Tenemos una oferta mejor para usted - Dijo Cornelia acercándose al hombre.
- No se acerque demasiado, si es posible. La lepra no se sabe lo que es capaz de hacer.
- Vamos a darte trabajo.
- ¿A mí? ¡Si soy leproso!
- Pero estoy segura de que vas a querer colaborar. ¿Quieres que este pueblo sea lo que fue antes del Día de la Oscuridad?
- Claro.
- ¡Entonces ya tenemos a un integrante más, Cecil!
- Le echas mucho entusiasmo, Cornelia...
El leproso no sabía lo que sucedía, pero veía en Cornelia un espíritu fuerte. Aceptó el trato de unirse al grupo cuando se lo explicaron detalladamente. Al fin y al cabo, iba a tener los gastos pagados.
- Cornelia, un equipo no se hace de ese modo...
- ¡Calla ya, Cecil! Yo sé lo que hago. Déjame hablar a mí y ya verás qué buen equipo tendremos.
Volvieron a la plaza y se dirigieron a la catedral, en lo alto del pueblo. La cuesta arriba era fatigante, pero Cecil quiso encontrarse con alguien allí. Casualmente, lo consiguió. Estaba Godfrey Falkirk, el caballero cruzado. El médico ya lo había conocido.
- ¿Un equipo para restaurar el Hamlet? Me encantaría. Sin embargo, debo consultarlo antes. Si vienes al atardecer del día siguiente, te daré una respuesta.
Cornelia suspiró y, junto al médico, volvieron a la plaza. Ya era entrada la noche y el único lugar que no descansa aparte del Sanitario es la taberna. Allí fueron a probar suerte.
El ambiente era bullicioso, pero no tanto como otras veces a horas un poco más tempranas. Sólo quedaban los verdaderos amantes de la cerveza y algunos viajeros. Cornelia miraba a todos los presentes con una mirada analítica. Cecil simplemente avisó con un gesto a Cornelia, para decirle que iba a tomar algo.
La monja encontró una espalda muy familiar. Se acercó y, cuando reconoció su cara, se alegró de verlo de nuevo.
- ¿Samuel? ¡Qué casualidad! ¿Qué tal?
- No muy bien, pero gracias por preguntar. ¿Quiénes sois?
- ¿Yo? ¡Cornelia! ¿No me recuerdas?
- ¡Ah, sí! No dijiste que tenías una hermana gemela.
- ¿Qué hermana?
- Tu hermana. Va contigo, está ahí.
- Anda que... Ya has bebido bastante. Vete a casa.
- Me tendré que terminar...
Cornelia agarró la jarra de cerveza de Samuel Dacre y se la bebió en un trago.
- Pues sí, me voy a ir a casa ya. Creo que veo alucinaciones. Imagínate que he visto a tu hermana beberse una jarra entera de un trago... Nada, nada. Buenas noches.
A Cornelia se le olvidó preguntarle a Dacre sobre el equipo que estaba formando. Tampoco iba a recibir una respuesta coherente, así que decidió dejarlo pasar. Cecil parecía encontrarse tranquilo, hasta que abrió mucho los ojos y salió corriendo hacia la puerta. Cornelia lo siguió.
- ¿¡Qué pasa Cecil!?
- ¡Aisha ha muerto!
- ¿¡Cómo!?
- ¡L-lo he notado, corre!
Clerinell y Cornelia llegaron tarde. La bárbara que velaba por ella estaba llorando sobre la cama de la envenenada. Ya se habían dado cuenta de que estaba muerta. Cornelia puso una mano sobre el hombro de la bárbara desconocida, que se movió bruscamente apartándola.
- ¿¡Quiénes son!?
- Cecil Clerinell. Hemos venido antes.
- ¿¡Y por qué vienen ahora de nuevo!?
- Nos hemos enterado de que Aisha ha muerto envenenada. Pero espere un segundo. ¿Quién es usted?
- Anya, su hermana pequeña...
Anya era muy parecida a Aisha, sólo que más pequeña. Seguía siendo una mujer, a su edad. Sin embargo, se la veía mucho más infantil que Aisha, según Clerinell la recordaba. Mientras lloraba desconsolada, Cecil se acercó y la susurró:
- Si quieres venganza, ven con nosotros y acabaremos con quienes mataron a tu hermana.
Anya se recompuso muy rápidamente. Había escuchado lo que estaba pensando: Vengarse. Le estaban ofreciendo la oportunidad y no la iba a desaprovechar. La pobre chica no sabía a lo que se enfrentaba, pero iba a por todas igualmente. Decidida, y una vez le explicaron lo de la formación del grupo, aceptó el desafío.
"¡Allá por donde pase, mi hacha cortará vuestras cabezas en nombre de mi hermana!" - Anya
Aisha no sobrevivió. Estuvo intentando recuperarse varios días, pero finalmente acabó por morir envenenada. Una de las noches no despertó. Precisamente la noche que murió, Cecil y Cornelia fueron a visitarla. Ya estaba dormida cuando llegaron, pero una muchacha muy parecida a ella los saludó con un gesto y con la mirada preguntó quiénes eran.
- Cecil Clerinell - susurró el médico.
- Cornelia.
La bárbara no habló. Simplemente velaba por Aisha, que dormía plácidamente. Cecil y Cornelia se marcharon, pues no podían hacer nada. En la puerta del Sanitario, se encontraron a un hombre envuelto en un manto verde oscuro. En cuanto se dio cuenta de la presencia de los dos, hizo una reverencia y los saludó desde la distancia.
- Buenas, señor y señora. ¿No tendrán ustedes la bondad de darme una moneda para pasar la noche bajo techo?
- No, lo siento - Contestó Cecil.
- Tenemos una oferta mejor para usted - Dijo Cornelia acercándose al hombre.
- No se acerque demasiado, si es posible. La lepra no se sabe lo que es capaz de hacer.
- Vamos a darte trabajo.
- ¿A mí? ¡Si soy leproso!
- Pero estoy segura de que vas a querer colaborar. ¿Quieres que este pueblo sea lo que fue antes del Día de la Oscuridad?
- Claro.
- ¡Entonces ya tenemos a un integrante más, Cecil!
- Le echas mucho entusiasmo, Cornelia...
El leproso no sabía lo que sucedía, pero veía en Cornelia un espíritu fuerte. Aceptó el trato de unirse al grupo cuando se lo explicaron detalladamente. Al fin y al cabo, iba a tener los gastos pagados.
- Cornelia, un equipo no se hace de ese modo...
- ¡Calla ya, Cecil! Yo sé lo que hago. Déjame hablar a mí y ya verás qué buen equipo tendremos.
Volvieron a la plaza y se dirigieron a la catedral, en lo alto del pueblo. La cuesta arriba era fatigante, pero Cecil quiso encontrarse con alguien allí. Casualmente, lo consiguió. Estaba Godfrey Falkirk, el caballero cruzado. El médico ya lo había conocido.
- ¿Un equipo para restaurar el Hamlet? Me encantaría. Sin embargo, debo consultarlo antes. Si vienes al atardecer del día siguiente, te daré una respuesta.
Cornelia suspiró y, junto al médico, volvieron a la plaza. Ya era entrada la noche y el único lugar que no descansa aparte del Sanitario es la taberna. Allí fueron a probar suerte.
El ambiente era bullicioso, pero no tanto como otras veces a horas un poco más tempranas. Sólo quedaban los verdaderos amantes de la cerveza y algunos viajeros. Cornelia miraba a todos los presentes con una mirada analítica. Cecil simplemente avisó con un gesto a Cornelia, para decirle que iba a tomar algo.
La monja encontró una espalda muy familiar. Se acercó y, cuando reconoció su cara, se alegró de verlo de nuevo.
- ¿Samuel? ¡Qué casualidad! ¿Qué tal?
- No muy bien, pero gracias por preguntar. ¿Quiénes sois?
- ¿Yo? ¡Cornelia! ¿No me recuerdas?
- ¡Ah, sí! No dijiste que tenías una hermana gemela.
- ¿Qué hermana?
- Tu hermana. Va contigo, está ahí.
- Anda que... Ya has bebido bastante. Vete a casa.
- Me tendré que terminar...
Cornelia agarró la jarra de cerveza de Samuel Dacre y se la bebió en un trago.
- Pues sí, me voy a ir a casa ya. Creo que veo alucinaciones. Imagínate que he visto a tu hermana beberse una jarra entera de un trago... Nada, nada. Buenas noches.
A Cornelia se le olvidó preguntarle a Dacre sobre el equipo que estaba formando. Tampoco iba a recibir una respuesta coherente, así que decidió dejarlo pasar. Cecil parecía encontrarse tranquilo, hasta que abrió mucho los ojos y salió corriendo hacia la puerta. Cornelia lo siguió.
- ¿¡Qué pasa Cecil!?
- ¡Aisha ha muerto!
- ¿¡Cómo!?
- ¡L-lo he notado, corre!
Clerinell y Cornelia llegaron tarde. La bárbara que velaba por ella estaba llorando sobre la cama de la envenenada. Ya se habían dado cuenta de que estaba muerta. Cornelia puso una mano sobre el hombro de la bárbara desconocida, que se movió bruscamente apartándola.
- ¿¡Quiénes son!?
- Cecil Clerinell. Hemos venido antes.
- ¿¡Y por qué vienen ahora de nuevo!?
- Nos hemos enterado de que Aisha ha muerto envenenada. Pero espere un segundo. ¿Quién es usted?
- Anya, su hermana pequeña...
Anya era muy parecida a Aisha, sólo que más pequeña. Seguía siendo una mujer, a su edad. Sin embargo, se la veía mucho más infantil que Aisha, según Clerinell la recordaba. Mientras lloraba desconsolada, Cecil se acercó y la susurró:
- Si quieres venganza, ven con nosotros y acabaremos con quienes mataron a tu hermana.
Anya se recompuso muy rápidamente. Había escuchado lo que estaba pensando: Vengarse. Le estaban ofreciendo la oportunidad y no la iba a desaprovechar. La pobre chica no sabía a lo que se enfrentaba, pero iba a por todas igualmente. Decidida, y una vez le explicaron lo de la formación del grupo, aceptó el desafío.
"¡Allá por donde pase, mi hacha cortará vuestras cabezas en nombre de mi hermana!" - Anya
domingo, 6 de marzo de 2016
La Sirena (Tributo a Darkest Dungeon #3)
- Sólo sobreviví yo. Fue la aventura que me hizo comprender que esto no era ninguna tontería. Lo recordaré hasta que llegue mi hora, seguramente. Fue en la caverna de la cala. Aún no se ha conseguido explorar al completo y limpiarla de todos esos humanoides con escamas. Sin embargo, conseguimos llegar muy lejos. Demasiado lejos para nuestras posibilidades.
A la cabeza iba Arthur Mann, "el leproso". Con su manto blanco y la máscara que ocultaba su lamentable estado, era un guerrero formidable. Él y su espada ancha formaban un gran equipo.
En la segunda posición estaba Azor. No nos dijo nunca su apellido. Ni siquiera a mí, que era su mejor amigo. Era un caballero cruzado. Los discursos que daba en los momentos difíciles para subirnos la moral eran impresionantes y siempre distintos. Eso por no mencionar sus poderosas técnicas de combate.
En el tercer lugar iba yo, Cecil Clerinell. "El médico brujo", me llamaban. Un antiguo médico de la Peste Negra que decidió, como otros muchos, ir a la aventura. El apodo surgió de una bárbara también antigua amiga mía, que me apodó así.
Y en la retaguardia iba René Benoit, un ballestero francés. No conozco mucho sobre él, pero tenía muy buena puntería.
Nosotros cuatro nos adentramos en la caverna de la cala, enfrentándonos a varias de esas monstruosidades y hombres-pez. La mayor parte de ellos caían por la fuerza bruta de Arthur y Azor. Sin embargo, eso no iba a ser suficiente para el peligro que nos encontramos al final.
Un estanque de agua brillante dentro de la caverna. Era una sala natural enorme. Nos acercamos cautelosamente y fuimos gratamente sorprendidos a primera vista. ¿Tú crees en las leyendas de los marineros?
- No sé de cuáles me hablas.
- Las sirenas. Seres cuya mitad inferior son peces y la mitad superior son una bella mujer. Existen de verdad.
Cornelia hizo un gesto de sorpresa, pero dejó que Cecil continuase su relato.
- Eso fue lo que encontramos. Era una bella mujer de piel rosada y cabellos dorados brillantes. Su mitad inferior era una cola de pez azul oscura casi negra. Nuestra alegría duró poco tiempo. Salió del estanque y comenzó a aumentar de tamaño y a deformarse. El bello cuerpo de mujer hermosa se convirtió en pocos segundos en una aberración sin ningún tipo de belleza que parecía un enorme pescado podrido. Era el doble de grande que nosotros, y su cola medía mucho más. Nos pusimos en guardia para acabar con semejante atrocidad, pero nuestro valor no fue suficiente.
Arthur estaba delante. Un golpe de la cola gigante de La Sirena lo golpeó lanzándolo contra la pared. Murió al instante. No pudo hacer nada. Azor se asustó bastante del poder que acababa de contemplar, pero intentó mantener su temple, estoy seguro. René no perdió el tiempo y disparó, acertándole en la garganta al enorme pescado. Un chillido nos estremeció, y antes de que yo pudiese hacer nada, La Sirena miró a Azor y el cruzado se volvió hacia el ballestero. Pude ver con mis propios ojos cómo uno de mis mejores amigos mataba a nuestro compañero de misión clavándole su espada en el pecho. Mi decisión inmediata fue huir. No podía hacer nada. En mi carrera hacia la salida de la caverna, escuché la voz de Azor, gritándome: "¡Aquel que quiera volver a hacer daño a mi princesa tendrá que vérselas con mi acero!"
No comprendí por qué Azor fue manipulado por La Sirena. Recordando los rumores de los marineros, estos seres eran capaces de someterlos a su voluntad por su impresionante belleza, cosa que no tenía esa criatura. Pero lo único que sé es que casi me retiro de estas exploraciones por culpa de esta experiencia.
- Debió de ser duro para tí...
- Por supuesto que lo fue.
- Pero, ¿no crees que podríamos volver a esos tiempos?
- ¿Qué me quieres decir, Cornelia?
- Que formemos un buen equipo de exploradores. Estoy harta de vivir en esta oscura villa y que nadie quiera hacer nada. No salí del convento para esto.
- No creo que nadie más se ofrezca. La noticia de que fuimos atacados por una criatura gigante semejante a una sirena y que haya habido un único superviviente no es alentadora.
- Pude encontrar a unos pocos aventureros. Fuimos al bosque a probar nuestra suerte y salió todo bastante bien.
- ¿Sigue habiendo aventureros?
- ¡Por supuesto! Si tú mismo estuviste guiando a un par de ellos junto a Shauna. ¿No te acuerdas de esas ruinas?
- Prefiero olvidarlas.
- Pues también eran aventureros quienes te acompañaban. La esperanza aún no se ha perdido, Clerinell.
- No sé...
- Hazlo para recuperar a Azor.
- ¿Qué?
- Si conseguimos reunir aventureros cualificados, podremos rescatar a tu amigo.
- No me des falsas esperanzas, Cornelia.
- Hazlo por tu nombre. "¡El médico brujo vuelve a la aventura!". Seguro que tenemos éxito. De los errores se aprende.
Cecil sonrió y asintió.
- ¿Sabes? Ya sé por qué voy a aceptar tu propuesta. No es porque busque fama o recuperar a mi amigo perdido. Lo voy a hacer por el mismo motivo que me lanzó a la aventura. Este pueblo tiene que volver a la normalidad. Gracias por recordarme que la esperanza es lo último que debe perderse, Cornelia.
- Así me gusta. ¿Vamos a ver qué encontramos esta noche?
- Acepto de buena gana, señorita.
Cecil Clerinell y Cornelia Hyde se dirigieron a la plaza del pueblo. El carromato de productos extranjeros había tomado camino hace dos días, por lo que simplemente quedaba un gran árbol seco como centro de la plaza.
- ¿Por dónde buscamos primero, Cecil?
- En el Sanitario. Quiero comprobar si sigue allí. Me siento mal por no haberla visitado antes...
A la cabeza iba Arthur Mann, "el leproso". Con su manto blanco y la máscara que ocultaba su lamentable estado, era un guerrero formidable. Él y su espada ancha formaban un gran equipo.
En la segunda posición estaba Azor. No nos dijo nunca su apellido. Ni siquiera a mí, que era su mejor amigo. Era un caballero cruzado. Los discursos que daba en los momentos difíciles para subirnos la moral eran impresionantes y siempre distintos. Eso por no mencionar sus poderosas técnicas de combate.
En el tercer lugar iba yo, Cecil Clerinell. "El médico brujo", me llamaban. Un antiguo médico de la Peste Negra que decidió, como otros muchos, ir a la aventura. El apodo surgió de una bárbara también antigua amiga mía, que me apodó así.
Y en la retaguardia iba René Benoit, un ballestero francés. No conozco mucho sobre él, pero tenía muy buena puntería.
Nosotros cuatro nos adentramos en la caverna de la cala, enfrentándonos a varias de esas monstruosidades y hombres-pez. La mayor parte de ellos caían por la fuerza bruta de Arthur y Azor. Sin embargo, eso no iba a ser suficiente para el peligro que nos encontramos al final.
Un estanque de agua brillante dentro de la caverna. Era una sala natural enorme. Nos acercamos cautelosamente y fuimos gratamente sorprendidos a primera vista. ¿Tú crees en las leyendas de los marineros?
- No sé de cuáles me hablas.
- Las sirenas. Seres cuya mitad inferior son peces y la mitad superior son una bella mujer. Existen de verdad.
Cornelia hizo un gesto de sorpresa, pero dejó que Cecil continuase su relato.
- Eso fue lo que encontramos. Era una bella mujer de piel rosada y cabellos dorados brillantes. Su mitad inferior era una cola de pez azul oscura casi negra. Nuestra alegría duró poco tiempo. Salió del estanque y comenzó a aumentar de tamaño y a deformarse. El bello cuerpo de mujer hermosa se convirtió en pocos segundos en una aberración sin ningún tipo de belleza que parecía un enorme pescado podrido. Era el doble de grande que nosotros, y su cola medía mucho más. Nos pusimos en guardia para acabar con semejante atrocidad, pero nuestro valor no fue suficiente.
Arthur estaba delante. Un golpe de la cola gigante de La Sirena lo golpeó lanzándolo contra la pared. Murió al instante. No pudo hacer nada. Azor se asustó bastante del poder que acababa de contemplar, pero intentó mantener su temple, estoy seguro. René no perdió el tiempo y disparó, acertándole en la garganta al enorme pescado. Un chillido nos estremeció, y antes de que yo pudiese hacer nada, La Sirena miró a Azor y el cruzado se volvió hacia el ballestero. Pude ver con mis propios ojos cómo uno de mis mejores amigos mataba a nuestro compañero de misión clavándole su espada en el pecho. Mi decisión inmediata fue huir. No podía hacer nada. En mi carrera hacia la salida de la caverna, escuché la voz de Azor, gritándome: "¡Aquel que quiera volver a hacer daño a mi princesa tendrá que vérselas con mi acero!"
No comprendí por qué Azor fue manipulado por La Sirena. Recordando los rumores de los marineros, estos seres eran capaces de someterlos a su voluntad por su impresionante belleza, cosa que no tenía esa criatura. Pero lo único que sé es que casi me retiro de estas exploraciones por culpa de esta experiencia.
- Debió de ser duro para tí...
- Por supuesto que lo fue.
- Pero, ¿no crees que podríamos volver a esos tiempos?
- ¿Qué me quieres decir, Cornelia?
- Que formemos un buen equipo de exploradores. Estoy harta de vivir en esta oscura villa y que nadie quiera hacer nada. No salí del convento para esto.
- No creo que nadie más se ofrezca. La noticia de que fuimos atacados por una criatura gigante semejante a una sirena y que haya habido un único superviviente no es alentadora.
- Pude encontrar a unos pocos aventureros. Fuimos al bosque a probar nuestra suerte y salió todo bastante bien.
- ¿Sigue habiendo aventureros?
- ¡Por supuesto! Si tú mismo estuviste guiando a un par de ellos junto a Shauna. ¿No te acuerdas de esas ruinas?
- Prefiero olvidarlas.
- Pues también eran aventureros quienes te acompañaban. La esperanza aún no se ha perdido, Clerinell.
- No sé...
- Hazlo para recuperar a Azor.
- ¿Qué?
- Si conseguimos reunir aventureros cualificados, podremos rescatar a tu amigo.
- No me des falsas esperanzas, Cornelia.
- Hazlo por tu nombre. "¡El médico brujo vuelve a la aventura!". Seguro que tenemos éxito. De los errores se aprende.
Cecil sonrió y asintió.
- ¿Sabes? Ya sé por qué voy a aceptar tu propuesta. No es porque busque fama o recuperar a mi amigo perdido. Lo voy a hacer por el mismo motivo que me lanzó a la aventura. Este pueblo tiene que volver a la normalidad. Gracias por recordarme que la esperanza es lo último que debe perderse, Cornelia.
- Así me gusta. ¿Vamos a ver qué encontramos esta noche?
- Acepto de buena gana, señorita.
Cecil Clerinell y Cornelia Hyde se dirigieron a la plaza del pueblo. El carromato de productos extranjeros había tomado camino hace dos días, por lo que simplemente quedaba un gran árbol seco como centro de la plaza.
- ¿Por dónde buscamos primero, Cecil?
- En el Sanitario. Quiero comprobar si sigue allí. Me siento mal por no haberla visitado antes...
domingo, 28 de febrero de 2016
"Sólo tienes uno"
La vida está llena de oportunidades. Sucesos que ocurren una sola vez y dan siempre dos opciones: Aprovecharlas o dejarlas pasar. Esta pequeña reflexión viene inspirada por el tema del evento Ludum Dare 28 (el cual es el título de esta entrada) y el videojuego que me llamó la atención de la misma: Titan Souls.
Largo tiempo de juego y un tanto de frustración, da suficiente material para pensar sobre lo que estoy haciendo realmente. Una sola oportunidad que no debes fallar. Esa es la esencia.
Un disparo puede salvar la vida de un ser querido que está a punto de ser apuñalado. Sólo tienes una oportunidad. Si fallas ese tiro, la perdiste.
Ese momento en el que puedes decirle "te amo" a esa persona la última vez que la ves antes de que emprenda su largo viaje en tren. Si no tienes el valor, se irá sin saberlo. Sólo tenías una oportunidad.
Esos y otros muchos ejemplos pueden aplicarse.
Me recuerda a esos momentos de los videojuegos, en los que tú tienes un punto de vida y el jefe final también. ¿Cómo lo afrontas?¿Haces un ataque directo y arriesgado o continúas metódicamente aguantando la tensión hasta derrotarlo?
Si sale bien, te sentirás orgulloso de haber tomado la decisión en el momento preciso. Si no lo consigues, es posible que lamentes no haber tomado la otra opción.
Quizás es por este motivo por el que saco partido de muchos videojuegos. Pienso un poco en ellos y acabo en estas conclusiones. ¿Qué me quieren decir? ¿Es simplemente entretenimiento? En ocasiones no lo es, y eso es lo que me fascina.
He de decir también que, sin saberlo, podemos tomar oportunidades. De esas en las que sólo tenemos una. Y es entonces cuando sonríes porque te sientes afortunado. Me siento afortunado porque no desaproveché una de las ocasiones que más impacto ha tenido en mi vida.
Y fue la que mencioné anteriormente en esta entrada. La despedida del tren.
(El próximo domingo habrá Darkest Dungeon. He estado un tiempo sin ganas de escribir, pero parece que voy recuperando las ideas. Si los exámenes no son muy duros conmigo, no habrá problemas para el siguiente domingo. ¡Hasta entonces!)
Largo tiempo de juego y un tanto de frustración, da suficiente material para pensar sobre lo que estoy haciendo realmente. Una sola oportunidad que no debes fallar. Esa es la esencia.
Un disparo puede salvar la vida de un ser querido que está a punto de ser apuñalado. Sólo tienes una oportunidad. Si fallas ese tiro, la perdiste.
Ese momento en el que puedes decirle "te amo" a esa persona la última vez que la ves antes de que emprenda su largo viaje en tren. Si no tienes el valor, se irá sin saberlo. Sólo tenías una oportunidad.
Esos y otros muchos ejemplos pueden aplicarse.
Me recuerda a esos momentos de los videojuegos, en los que tú tienes un punto de vida y el jefe final también. ¿Cómo lo afrontas?¿Haces un ataque directo y arriesgado o continúas metódicamente aguantando la tensión hasta derrotarlo?
Si sale bien, te sentirás orgulloso de haber tomado la decisión en el momento preciso. Si no lo consigues, es posible que lamentes no haber tomado la otra opción.
Quizás es por este motivo por el que saco partido de muchos videojuegos. Pienso un poco en ellos y acabo en estas conclusiones. ¿Qué me quieren decir? ¿Es simplemente entretenimiento? En ocasiones no lo es, y eso es lo que me fascina.
He de decir también que, sin saberlo, podemos tomar oportunidades. De esas en las que sólo tenemos una. Y es entonces cuando sonríes porque te sientes afortunado. Me siento afortunado porque no desaproveché una de las ocasiones que más impacto ha tenido en mi vida.
Y fue la que mencioné anteriormente en esta entrada. La despedida del tren.
(El próximo domingo habrá Darkest Dungeon. He estado un tiempo sin ganas de escribir, pero parece que voy recuperando las ideas. Si los exámenes no son muy duros conmigo, no habrá problemas para el siguiente domingo. ¡Hasta entonces!)
domingo, 21 de febrero de 2016
Eldenon (Teaser)(Tributo a Azanor y Thaumcraft)
(Vale, yo planeaba hace tiempo que esto que vais a ver fuese el teaser de mi libro. Pero ahora que lo he reflexionado, un libro tiene que ser único e inventado totalmente por mí, y lo que subo a mi blog suelen ser, por así decirlo, fan fictions o historias basadas en videojuegos. Así que voy a dejar esto subido aquí hoy. Aunque esté de medio-vacaciones, no he tenido muchas ganas de escribir. Quién sabe, a lo mejor hay una pequeña serie dentro de mucho tiempo...)
La magia existe.
Agua, Fuego, Aire, Tierra, Orden y Caos.
Los dioses fueron suficientemente sabios para proveernos ilimitadamente de esas seis materias esenciales en nuestro mundo, para así de estos elementos componer el resto.
Frío, Destello, Flujo, Mutabilidad, Potencia, Tormenta, Ponzoña, Ausencia, Vida, Transparencia...
Pero el ser humano es imperfecto. Una vez que controla su alrededor, intenta modificarlo. Está en nuestra naturaleza. Este instinto fue el que desencadenó "La Guerra de Medio Eldenon".
Los humanos buscaban sacar el mayor poder posible de las esencias que habían recibido de los dioses. Unas ansias de poder descontroladas conllevaron que una plaga infectara el mundo y amenazara con destruir la raza humana.
Parece que distintas personas repartidas por estas decadentes tierras compartirán destino, pues son las que pueden cambiar el de su mundo. ¿Lo conseguirán?
La magia existe.
Agua, Fuego, Aire, Tierra, Orden y Caos.
Los dioses fueron suficientemente sabios para proveernos ilimitadamente de esas seis materias esenciales en nuestro mundo, para así de estos elementos componer el resto.
Frío, Destello, Flujo, Mutabilidad, Potencia, Tormenta, Ponzoña, Ausencia, Vida, Transparencia...
Pero el ser humano es imperfecto. Una vez que controla su alrededor, intenta modificarlo. Está en nuestra naturaleza. Este instinto fue el que desencadenó "La Guerra de Medio Eldenon".
Los humanos buscaban sacar el mayor poder posible de las esencias que habían recibido de los dioses. Unas ansias de poder descontroladas conllevaron que una plaga infectara el mundo y amenazara con destruir la raza humana.
Parece que distintas personas repartidas por estas decadentes tierras compartirán destino, pues son las que pueden cambiar el de su mundo. ¿Lo conseguirán?
domingo, 14 de febrero de 2016
Especial San Valentín 2016!
Desde que era un chaval he estado cuidando de estos campos y cultivándolos. Todos los días regando, abonando y protegiendo mis tierras para que dieran sus frutos los días de cosecha.
Ahora que mis hijos trabajan y yo no estoy en buenas condiciones para ayudarlos, sólo me queda reflexionar. Tanto tiempo y tantas cosas que he vivido... Este campo es mi vida. Aquí es donde he pasado mis mejores y peores momentos.
Es ahora cuando pienso en todo lo que he hecho. Mis tierras, mi mujer, mis hijos... Todos ellos han sido el fruto de mi esfuerzo. Conservar mis tierras, conquistar a mi mujer y tener descendencia. Todo es la recompensa del esfuerzo. En ocasiones está descompensada. La recompensa puede haber sido mínima cuando te has esforzado al límite y viceversa.
No puedo quejarme de nada. Cada uno tiene sus virtudes. Yo tuve la virtud de la paciencia, y mis hijos tienen la de la vigorosidad y la del amor. El fuerte es nervioso, pero currante. El menor ya tiene pareja.
Han conquistado las tierras y a la chica. De ese modo, yo puedo enseñarles a esforzarse, para que obtengan su recompensa. El mayor sale a la huerta todas las mañanas bien temprano, mientras que el menor no deja que la novia se olvide de lo mucho que él la quiere ni un segundo.
Tanto es así, que se atrevió a cruzar el cerro cuando llovía a cántaros sólo para ir a verla, porque se lo había prometido. Además, ella no fue menos y, aunque resbaló cruzando el cerro y acabó con la ropa hecha jirones, vino a hacerle una visita sorpresa.
Sin embargo, la mayor prueba la superaron hace poco tiempo.
Mi hijo menor tenía que terminar de regar la huerta, porque el mayor había enfermado. Esto rompió sus esquemas, pues había quedado con su novia e iba a llegar tarde. No podía dejar el trabajo a medio hacer, así que se intentó apresurar pese a que sabía que llegaría tarde. La novia, sin ser menos, tenía que cuidar de su abuela mientras su madre salía para recoger agua del pozo, con lo que estaba en una situación de la cual no podía escaparse.
Él, cuando acabó de trabajar en la huerta, estaba bastante agitado e intentó montar a mi caballo. Menudo trompazo se pegó contra la tierra. Aún se quedó la marca grabada en el suelo de su caída. Decidió salir a toda prisa por el cerro nuevamente. Esta vez, con un fuerte dolor en la pierna. Cojeaba.
Ella, cuando volvió su madre, bajó a toda prisa de la planta de arriba que era donde dormía su abuela y se preocupó sobremanera. Su querido no había llegado aún y ya era tarde. Se sentó llorando en una banca temiendo lo peor.
"¿Y si le ha pasado algo? El perro de Alex no es de hacer muchos amigos, a lo peor le ha atacado por el camino... ¿Y si me está engañando? No. No puede ser. Él sabe que lo mato a él y a la pelandrusca con quien esté. ¿¡Por qué tarda tanto!?"
Mi hijo la sorprendió abrazándola por sorpresa. Ella inmediatamente supo quién era. En cuanto se vieron el uno al otro frente a frente, no pudieron evitar sonreír y besarse.
"Lo bueno se hace esperar. Es como la huerta. No crecen de un día para otro, pero al final dan sus frutos, y están muy buenos. A mi novia le gustarán mucho las berenjenas, pero no hay nada como nuestras sandías en verano. ¿Por qué? Porque las hemos cultivado con esfuerzo.
Y con amor."
Espero que paséis un buen San Valentín, ya que ha coincidido con el domingo que subo algo a este, mi blog. No tengáis mucha envidia de los enamorados aprovechando este día para demostrar su amor, que ya tendréis vosotros vuestro momento. ¡Hasta otra!
Ahora que mis hijos trabajan y yo no estoy en buenas condiciones para ayudarlos, sólo me queda reflexionar. Tanto tiempo y tantas cosas que he vivido... Este campo es mi vida. Aquí es donde he pasado mis mejores y peores momentos.
Es ahora cuando pienso en todo lo que he hecho. Mis tierras, mi mujer, mis hijos... Todos ellos han sido el fruto de mi esfuerzo. Conservar mis tierras, conquistar a mi mujer y tener descendencia. Todo es la recompensa del esfuerzo. En ocasiones está descompensada. La recompensa puede haber sido mínima cuando te has esforzado al límite y viceversa.
No puedo quejarme de nada. Cada uno tiene sus virtudes. Yo tuve la virtud de la paciencia, y mis hijos tienen la de la vigorosidad y la del amor. El fuerte es nervioso, pero currante. El menor ya tiene pareja.
Han conquistado las tierras y a la chica. De ese modo, yo puedo enseñarles a esforzarse, para que obtengan su recompensa. El mayor sale a la huerta todas las mañanas bien temprano, mientras que el menor no deja que la novia se olvide de lo mucho que él la quiere ni un segundo.
Tanto es así, que se atrevió a cruzar el cerro cuando llovía a cántaros sólo para ir a verla, porque se lo había prometido. Además, ella no fue menos y, aunque resbaló cruzando el cerro y acabó con la ropa hecha jirones, vino a hacerle una visita sorpresa.
Sin embargo, la mayor prueba la superaron hace poco tiempo.
Mi hijo menor tenía que terminar de regar la huerta, porque el mayor había enfermado. Esto rompió sus esquemas, pues había quedado con su novia e iba a llegar tarde. No podía dejar el trabajo a medio hacer, así que se intentó apresurar pese a que sabía que llegaría tarde. La novia, sin ser menos, tenía que cuidar de su abuela mientras su madre salía para recoger agua del pozo, con lo que estaba en una situación de la cual no podía escaparse.
Él, cuando acabó de trabajar en la huerta, estaba bastante agitado e intentó montar a mi caballo. Menudo trompazo se pegó contra la tierra. Aún se quedó la marca grabada en el suelo de su caída. Decidió salir a toda prisa por el cerro nuevamente. Esta vez, con un fuerte dolor en la pierna. Cojeaba.
Ella, cuando volvió su madre, bajó a toda prisa de la planta de arriba que era donde dormía su abuela y se preocupó sobremanera. Su querido no había llegado aún y ya era tarde. Se sentó llorando en una banca temiendo lo peor.
"¿Y si le ha pasado algo? El perro de Alex no es de hacer muchos amigos, a lo peor le ha atacado por el camino... ¿Y si me está engañando? No. No puede ser. Él sabe que lo mato a él y a la pelandrusca con quien esté. ¿¡Por qué tarda tanto!?"
Mi hijo la sorprendió abrazándola por sorpresa. Ella inmediatamente supo quién era. En cuanto se vieron el uno al otro frente a frente, no pudieron evitar sonreír y besarse.
"Lo bueno se hace esperar. Es como la huerta. No crecen de un día para otro, pero al final dan sus frutos, y están muy buenos. A mi novia le gustarán mucho las berenjenas, pero no hay nada como nuestras sandías en verano. ¿Por qué? Porque las hemos cultivado con esfuerzo.
Y con amor."
Espero que paséis un buen San Valentín, ya que ha coincidido con el domingo que subo algo a este, mi blog. No tengáis mucha envidia de los enamorados aprovechando este día para demostrar su amor, que ya tendréis vosotros vuestro momento. ¡Hasta otra!
domingo, 7 de febrero de 2016
¡Bandidos en el bosque! (Tributo a Darkest Dungeon #2)
(Exacto. Otro tributo a este juego. Simplemente me ha encantado. ¡Espero que os guste!)
- ¡Marchen, soldados!
Con un suspiro, el resto del grupo siguió a Samuel Dacre. Siempre había sido un hombre de armas muy dedicado. Quizás fue por eso que lo expulsaron del cuartel y vino a parar a estas tierras. Equipado con un mazo y un escudo, lideraba esta expedición.
- Lo que hay que aguantar...
Simon Berry era un cazarrecompensas fracasado. No podía ganarse la vida con ello, así que acudió a la llamada a gritos de estas tierras. Las recompensas estaban aseguradas. Es la supervivencia la que no lo está. Iba armado con un hacha de una mano. La otra la tenía reservada para sus otras estrategias.
- Por lo menos aún hay luz.
Cornelia Hyde es una de las pocas monjas rebeldes. Aquellas que pierden la fe y buscan otro sentido a su vida. Ella lo intenta encontrar en estas exploraciones. Una maza metálica es su única defensa.
- ¡Esperad! ¡Harry está oliendo algo!
Robert Johnson es un adiestrador de perros. Ha usado esa profesión para ayudar a la causa de estas tierras y llevar a su mascota en la exploración. Su perro, Harry, parecía conocer ese bosque desconocido.
El perro, dando un par de ladridos, alertó al grupo del peligro. Un grupo de bandidos se les aproximaba. De ese modo, pudieron evitar ser sorprendidos.
- ¡Adelante, sed valientes! - Animó Samuel
- ¡Cállate! - Mandó Simon.
El perro se lanzó a los arbustos, donde se disparó un trabuco al aire. La mascota había sorprendido al bandido que se escondía para la emboscada. Sin embargo, quedaban un par más. Dacre se enfrentó al más grueso de los dos y Simon estuvo frente a frente contra uno mucho más delgado que llevaba dos cuchillos.
Simon intentó evitar el primer ataque del enemigo, pero no fue tan rápido como el bandido y recibió un corte. La sangre empezó a brotar de la herida en su costado derecho, lado por el cual el cazarrecompensas tenía una trampa preparada. Lanzó un gancho con una cuerda al bandido. Acertó, pues estaba muy cerca, y tiró violentamente de la cuerda. El bandido había sufrido un doloroso ataque, cerrado con un mazazo de Cornelia, que estaba esperando su momento para atacar.
Samuel, sin embargo, no lo estaba pasando muy bien. El bandido era un grandullón y atacaba constantemente al hombre de armas, que apenas podía defenderse con su escudo. Harry aún no había acabado con el bandido del trabuco, así que Robert se armó de valor e intentó ayudar a Dacre. Agarró su cachiporra y golpeó lo más fuerte que pudo al bandido. Lo hizo tambalearse, pero no fue suficiente. El grandullón cambió de objetivo. Dejó de golpear a Samuel y fue a por Robert, que fue derribado fácilmente por el gigante al que se enfrentaba. Pero Dacre apareció de nuevo con su escudo, protegiendo a Johnson del bandido y golpeándolo en un contraataque propio de un hombre preparado para la batalla. Aprovechó la debilidad del bandido para golpearle con su escudo desplazando su peso junto a él, de modo que tumbó al grandullón y Harry volvió para rematar la faena justo en ese momento. No quedaban más bandidos vivos.
- ¿Estáis todos bien? - Preguntó jadeante Samuel.
- Eso parece... - Respondió Simon.
- Esa herida no tiene buena pinta. ¿Tenemos vendas? - Observó Cornelia.
- No. Ni siquiera nos dieron algún vendaje antes de venir - Contestó Robert -. Dacre, gracias por protegerme.
- No fue nada. Hay que mantener a las tropas.
- No va a parar, ¿verdad? Volvamos antes de que me desangre - Se quejaba Simon.
- Eso, vámonos. Ha sido suficiente.
Volvieron al pueblo. Simon fue tratado por los doctores, pues había perdido mucha sangre. Samuel Dacre y Robert Johnson pasaron la noche en la taberna, mientras Cornelia simplemente fue a la posada tras visitar el cementerio. Aún habló a una de las lápidas.
- Es matar o morir. Y si mueres, es para siempre. Maldita sea, Baine. No se puede jugar siempre a los dados. Tu confianza en la suerte te ha matado. Todo por correr demasiados riesgos.
Cornelia notó una presencia a su espalda. Se giró rápidamente y en actitud defensiva. Dudó que fuese alguien peligroso, pero nunca se sabía. Se sorprendió sobremanera al reconocer quién era cuando se quitó la máscara para saludarla.
- ¿Cornelia?
- ¿Cecil?
- ¡Marchen, soldados!
Con un suspiro, el resto del grupo siguió a Samuel Dacre. Siempre había sido un hombre de armas muy dedicado. Quizás fue por eso que lo expulsaron del cuartel y vino a parar a estas tierras. Equipado con un mazo y un escudo, lideraba esta expedición.
- Lo que hay que aguantar...
Simon Berry era un cazarrecompensas fracasado. No podía ganarse la vida con ello, así que acudió a la llamada a gritos de estas tierras. Las recompensas estaban aseguradas. Es la supervivencia la que no lo está. Iba armado con un hacha de una mano. La otra la tenía reservada para sus otras estrategias.
- Por lo menos aún hay luz.
Cornelia Hyde es una de las pocas monjas rebeldes. Aquellas que pierden la fe y buscan otro sentido a su vida. Ella lo intenta encontrar en estas exploraciones. Una maza metálica es su única defensa.
- ¡Esperad! ¡Harry está oliendo algo!
Robert Johnson es un adiestrador de perros. Ha usado esa profesión para ayudar a la causa de estas tierras y llevar a su mascota en la exploración. Su perro, Harry, parecía conocer ese bosque desconocido.
El perro, dando un par de ladridos, alertó al grupo del peligro. Un grupo de bandidos se les aproximaba. De ese modo, pudieron evitar ser sorprendidos.
- ¡Adelante, sed valientes! - Animó Samuel
- ¡Cállate! - Mandó Simon.
El perro se lanzó a los arbustos, donde se disparó un trabuco al aire. La mascota había sorprendido al bandido que se escondía para la emboscada. Sin embargo, quedaban un par más. Dacre se enfrentó al más grueso de los dos y Simon estuvo frente a frente contra uno mucho más delgado que llevaba dos cuchillos.
Simon intentó evitar el primer ataque del enemigo, pero no fue tan rápido como el bandido y recibió un corte. La sangre empezó a brotar de la herida en su costado derecho, lado por el cual el cazarrecompensas tenía una trampa preparada. Lanzó un gancho con una cuerda al bandido. Acertó, pues estaba muy cerca, y tiró violentamente de la cuerda. El bandido había sufrido un doloroso ataque, cerrado con un mazazo de Cornelia, que estaba esperando su momento para atacar.
Samuel, sin embargo, no lo estaba pasando muy bien. El bandido era un grandullón y atacaba constantemente al hombre de armas, que apenas podía defenderse con su escudo. Harry aún no había acabado con el bandido del trabuco, así que Robert se armó de valor e intentó ayudar a Dacre. Agarró su cachiporra y golpeó lo más fuerte que pudo al bandido. Lo hizo tambalearse, pero no fue suficiente. El grandullón cambió de objetivo. Dejó de golpear a Samuel y fue a por Robert, que fue derribado fácilmente por el gigante al que se enfrentaba. Pero Dacre apareció de nuevo con su escudo, protegiendo a Johnson del bandido y golpeándolo en un contraataque propio de un hombre preparado para la batalla. Aprovechó la debilidad del bandido para golpearle con su escudo desplazando su peso junto a él, de modo que tumbó al grandullón y Harry volvió para rematar la faena justo en ese momento. No quedaban más bandidos vivos.
- ¿Estáis todos bien? - Preguntó jadeante Samuel.
- Eso parece... - Respondió Simon.
- Esa herida no tiene buena pinta. ¿Tenemos vendas? - Observó Cornelia.
- No. Ni siquiera nos dieron algún vendaje antes de venir - Contestó Robert -. Dacre, gracias por protegerme.
- No fue nada. Hay que mantener a las tropas.
- No va a parar, ¿verdad? Volvamos antes de que me desangre - Se quejaba Simon.
- Eso, vámonos. Ha sido suficiente.
Volvieron al pueblo. Simon fue tratado por los doctores, pues había perdido mucha sangre. Samuel Dacre y Robert Johnson pasaron la noche en la taberna, mientras Cornelia simplemente fue a la posada tras visitar el cementerio. Aún habló a una de las lápidas.
- Es matar o morir. Y si mueres, es para siempre. Maldita sea, Baine. No se puede jugar siempre a los dados. Tu confianza en la suerte te ha matado. Todo por correr demasiados riesgos.
Cornelia notó una presencia a su espalda. Se giró rápidamente y en actitud defensiva. Dudó que fuese alguien peligroso, pero nunca se sabía. Se sorprendió sobremanera al reconocer quién era cuando se quitó la máscara para saludarla.
- ¿Cornelia?
- ¿Cecil?
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