jueves, 24 de diciembre de 2015

¡¡Os deseo Feliz Navidad!!

- Hace frío... - Decía mientras temblaba Ana.
- Deja de quejarte. No tenías por qué venir conmigo.
- Pero quiero ver quién es. Ahora tengo curiosidad.

Carlos suspiró mientras seguía caminando. Ambos iban muy bien abrigados. Las calles por las que pasaban estaban desiertas. Eso significaba que casi habían llegado a su destino. Carlos tocó el botón del timbre. Nadie contestó.

- ¿Estás seguro de que es aquí?
- No tengo duda alguna.
- Pues no te abre.
- Voy a llamarla.

Carlos sacó su teléfono móvil. No tenía ningún mensaje. Marcó el número de Laura, pero no cogía el teléfono. Empezaba a preocuparse.

- A saber si le ha pasado algo...
- No seas negativa, Ana.
- No lo soy. Sólo que es muy raro. O que te lo has inventado.

Ella lo miraba con una mezcla entre burla y enfado. Carlos no tardó en contestarle que no se había inventado nada. Sin embargo, no sabía dónde podría estar.

- ¿Y ahora qué hacemos? Me muero de frío aquí.
- Yo la voy a esperar.
- Qué persistente que eres. Yo me largo.
- Ya no tienes tanta curiosidad, ¿eh?
- Pásatelo bien. Yo me vuelvo a mi casa con mi calefacción.

Ana se marchó molesta. Había perdido tiempo acompañándolo. No obstante, la historia no se iba a terminar así.

La calle estaba bien iluminada debido a las luces navideñas colgadas de las farolas. Los clásicos adornos de la navidad tomaban las calles. Fue entonces cuando, mientras Ana volvía a su casa, un hombre disfrazado de Santa Claus la empezó a seguir. Ella no se había dado cuenta. Estaba más centrada en combatir el frío de la calle que en mirar a sus espaldas. En cuanto el hombre tuvo la oportunidad, sorprendió a la mujer agarrándola del cuello e inmovilizándola desde detrás. Llegó a tirarla al suelo en la maniobra.

- ¡Ah! ¡Suéltame!
- Vas a venirte conmigo. Y no vas a decir ni hacer nada más o si no tendrás que vértelas con esto.

El atacante llevaba una pistola consigo. Apuntó al cuello de Ana, para intimidarla. Lo consiguió, pues no movía ni un solo músculo hasta que él no se lo decía. Ella se lamentaba de no haberse quedado con Carlos. Habría pasado una mejor nochebuena, sin duda. Esta estaba siendo desastrosa.

Pero no siempre ha de ser así. Una chica pasó corriendo por la calle. Se la veía cansada y sin prestar atención al pavimento. Chocó con Ana y con el atacante. Los tres cayeron al suelo. Ana aprovechó la oportunidad y desarmó de un par de patadas a su atacante. La chica que corría pidió disculpas y llamó a la policía. Fue en ese entonces cuando, al terminar la llamada, su cara cambió de color.

- No puede ser. ¡Me está esperando!
- ¿Qué? ¿Quién?
- ¡Mi novio! Debe llevar como media hora en la puerta de mi casa. Pobrecillo. Tengo que irme.
- Un momento. ¿Laura?
- Sí, me llamo así.
- Qué gracia. Yo iba a visitarte junto a él. Mira cómo he acabado. Gracias por ser tan oportuna.

Ana sonreía mientras seguía apuntando con el arma al atacante. Laura salió corriendo de nuevo, rumbo a su casa.

- Esta chica es tan inconsciente... ¡Achís!

Carlos se había sentado en el escalón de la puerta de la casa de Laura. Estaba sufriendo las inclemencias del tiempo invernal: El frío y el viento que lo acrecentaba. Pero él sabía que ella iba a llegar. Y así fue.

- ¡Carlos!
- ¡Laura!

Los dos se fundieron en un cálido abrazo, lo cual es irónico, pues hacía muchísimo frío aquel día. Rápidamente, entraron en la casa y no salieron de allí hasta el amanecer del día siguiente.

Ana, por su parte, tuvo que pasar gran parte de la noche en comisaría. Quejándose junto a los policías de que les tocaba trabajar el día de nochebuena y navidad. La sorpresa la tuvo a la mañana siguiente, donde en el buzón vio una carta de Carlos.

"Ana se merece un poquito de cariño navideño también, ¿no es así?"

Esa carta estaba acompañada por una entrada al concierto de navidad de su grupo favorito. Ella no había podido conseguir ninguna entrada y se habían agotado ya. Le hizo mucha ilusión el regalo.

- ¿Qué he hecho yo para que él me dé esto? Es increíble. No me merezco para nada lo que me acaba de pasar.
- Pero hay veces que la vida te tiene que dar algún que otro regalo, ¿verdad?

Carlos estaba allí, escondido en la esquina del portal esperando la reacción de Ana.

- No lo entiendo.
- No tienes por qué haber hecho algo para que te den algo bueno. Algunas veces es un golpe de suerte, otras veces parece que estaba todo planeado para que ocurriese de esa manera. Con Laura pasó lo mismo. Ella dijo exactamente lo mismo que tú, que no merecía a alguien como yo. Aún no se lo cree, pero yo me voy a considerar "su regalo de navidad". Porque no siempre hay que hacer algo para recibir algo a cambio.
- Qué historia tan bonita tienes. Qué envidia...
- No te voy a decir que no. - Contestó Carlos con una sonrisa.
- Gracias por el regalo.
- No hay de qué.


(Bueno, con esta historietilla corta he dicho las dos cosas que tenía que decir. Primero, que os deseo felices navidades a todos. Y segundo, que si algo bueno os sucede, consideradlo un regalo de la vida. Como si os estuviese dando uno de vuestros regalos de navidad o de cumpleaños. ¿Para qué pensar en el porqué de los regalos si son hechos con buena voluntad? ¡Felices fiestas!)

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