domingo, 22 de noviembre de 2015

El Árbol de Sofía

(Sí, esto no es Desafío de Vida. No he podido terminarlo debido a que tengo que leerme dos libros con límite de tiempo impuesto y trabajarlos. Son "El Árbol de la Ciencia", de Pío Baroja y "El Mundo de Sofía", de Jostein Gaarder. Por eso este título)

Tengo ganas de inventar una pequeña historia. Una que trata de una chica llamada Sofía, la cual cayó enamorada de un chico bastantes años mayor que ella. Muy reservada y vergonzosa, mantuvo su relación en secreto.

Ambos solían quedar a la sombra de un árbol enorme que había en el parque. Allí hablaron, se abrazaron y se besaron cientos de veces.

Pero un día, el chico tuvo que dejar la ciudad para terminar sus estudios. Fue un duro golpe para Sofía, que ya no sabía qué hacer. No se explicaba su enamoramiento enfermizo hacia el chico hasta el punto de no poder soportar estar sin él. Iba varias veces al árbol del parque, simplemente para recordar las cosas que habían sucedido entre ellos una por una. Acababa sufriendo cada vez más, porque sabía que esos recuerdos se acabarían desvaneciendo. Llegó a pensar que se olvidó de ella, pero no fue así.

Nunca se olvidó de ella porque se llevó a su prematura tumba una foto de los dos sentados en el árbol. Un accidente de carretera se llevó por delante la vida del amor de Sofía. Estuvo deprimida más de un mes, hasta que finalmente volvió al árbol de nuevo, jurando que sería la última vez.

Mientras estaba sentada a la sombra del árbol intentando no romper a llorar, un caballero de traje elegante se dirigió a Sofía.

- Disculpe, ¿Sofía?
- Me llamo así. ¿Quién es usted?
- Solo acepte esto.

El señor le entregó una caja metálica de color verdoso a Sofía y se despidió con una reverencia. Ella seguía estupefacta, pero la abrió y encontró un papel escrito dentro. No lo entendió muy bien, pero en la esquina de la hoja estaba la firma del amor de Sofía. Pensando, pudo saber de qué se trataba.

Al día siguiente, Sofía le entregó el papel a su profesor de matemáticas, que a la vez era su tutor. Lo leyó atentamente y respondió que necesitaría un día para darle una respuesta.

Sofía estaba impaciente por conocer tal mensaje oculto en el papel. Era la única salida a la profunda depresión que había sufrido. Cuando volvió al día siguiente a clases, preguntó al profesor sobre el papel. Sonriendo, respondió:

- Alguien te quería mucho y sabía de matemáticas, ¿verdad?
- S-sí...
- Pues esto es lo que quiso decirte con ese papel.

El profesor agarró la tiza y dibujó algo en la pizarra. Ese algo nunca se le olvidaría a Sofía. Fue el día que cambió todo su pensamiento en mala manera. Salió corriendo de la clase sin decir palabra alguna. La próxima vez que vieron a Sofía, llevaba una soga al cuello colgada en el árbol del parque.

El hombre de traje elegante pasó de nuevo por ese lugar y, en su sorpresa, pronunció:

- De verdad el amor nos vuelve locos a todos.

Sofía respiraba nerviosamente cuando salió corriendo de la clase. Una vez en su habitación, se puso a pensar en todo. En lo que sentía, en la vida, en el amor... Y llegó a la conclusión de que vivir sin él no tenía sentido, sino solo sufrimiento. Sus padres no se enteraron de que Sofía había salido de la casa a hurtadillas por la noche para acabar suicidándose.

Una vez ambos enamorados se reencontraron, él no la reconoció.

- Tú no eres Sofía. La que yo conocí no se suicidaría por algo tan estúpido.
- ¿Eh?
- Has llorado tanto por mí que te volviste loca. Y así me gustabas. Ahora eres fría, como yo. Es por eso que no eres la misma. Lo único que eres para mí ahora es "La que se mató en el Árbol de Sofía".

Ella estaba desolada y aturdida. Él volvió su espalda, pero no caminó. Se quedó esperando una respuesta. Sofía se abalanzó sobre la espalda de su amor y, con ríos de lágrimas en sus ojos, le dijo:

- Solo quiero estar contigo. No me importa que sea viva o muerta.
- Eres cabezota.
- Te quiero. Y te quiero cerca.

Él se resignó. Ella no se soltaba.

- Eres idiota.
- Pero estoy contigo.
- ¿No te importa otra cosa?
- No.
- ¿Ni siquiera que tus padres lloren por ti?
- Si estoy contigo, no.
- Estás mal de la cabeza.
- Pero contigo.

Suspiró profundamente para calmar lo nervioso que se estaba poniendo tras escuchar la misma respuesta una y otra vez.

- Dame un beso - Dijo Sofía.
- ¿Para qué?
- Para que me entiendas.
- ... Está bien.

Pero fue ella quien lo besó más apasionadamente que nunca. En ese instante, los dos se desplomaron en el paraíso.

Se levantaron un año después. Tanto tiempo habían pasado juntos que ya se les había olvidado la noción del tiempo. Por lo menos a Sofía, pues estaba con él. Estaba a su lado y eso era lo único que importaba.

- Sofía. Tenemos que hablar.

La frase que más parejas ha separado salió de la boca de Alberto. De la boca que había besado a Sofía tiempo atrás. Ella, sin embargo, no estaba asustada. Sabía lo que estaba a punto de ocurrir.

- No me gustan los finales tristes, Sofía. Sé que muchas veces tiene que haberlos, pero no me convencen. Hay que encontrarle otro final a nuestra historia. No ha terminado aún. Es por eso que nos hemos levantado.
- Te quiero mucho, Alberto.
- Yo también a ti, Sofía. Esto, eh...
- Adelante.
- Bien. Me he dado cuenta de una cosa en este tiempo. Me di cuenta de que he estado utilizando inconscientemente un recurso con el cual te he conquistado. Lo he llamado "Romanticismo Mítico". No sé si existirá algo llamado así, pero, ¿a que suena bien? Esto radica en el día que nos conocimos. Yo te contaba historias fantásticas y a ti te encantaban. Eso me impulsaba más a inventar historias, pues me sentía motivado. Ya te quería en ese momento. Y ahora te sigo queriendo y sigo contándote historias como si fuesen los mitos griegos o nórdicos. Relatos que quieres expresar con tu arte, Sofía. Sólo quería decirte esto, que estamos en el paraíso y llevamos un año en él. ¿Cómo llegamos aquí? ¿Qué importa eso? Los mitos ya pasaron de su tiempo. Ahora mismo estamos juntos, y tú y yo estamos pensando que nos queremos mucho. Y si pensamos, es que existimos, y que nuestro amor también existe. Incluso aquí. Feliz aniversario, Sofía.

Sofía se quedó boquiabierta. Nunca la habían felicitado de ese modo. Siempre había sido "Feliz cumpleaños", pero ese día no era su cumpleaños. Sin embargo, se sintió como si fuera el primero de todos ellos. El más especial. El que celebraría todos los años en el mismo día. Un veintidós de Abril.

Sofía se lanzó a los brazos de Alberto, sonrojada, y lo abrazó fuertemente. Después gritó con todas sus fuerzas.

"¡¡¡TE QUIERO!!!"

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