domingo, 29 de noviembre de 2015

Bomba de Amor (Tributo a 'Keep Talking and Nobody Explodes)

(Hoy tampoco puedo subir el episodio de DdV. Estoy con los exámenes hasta arriba y hay que concentrarse en ellos. Os compensaré la semana que viene... o la siguiente si tampoco he podido. Por el momento, voy a dejaros esta historia inspirada en 'Keep Talking and Nobody Explodes'. Un juego de desactivación de bombas. Como comprobaréis, la bomba descrita es muy distinta a cualquier bomba realista, pero es un juego, y de por sí, impacta. Tenía muchas ganas de escribir esta historia corta, porque me vino la idea hace bastante tiempo y qué mejor que subirla ahora. Espero que os guste.)


- Te quiero, Amanda - Pronunció nerviosamente.
- ¡Fran!

*Un día antes...*

- Lo mejor sería tener más tiempo para estar juntos, ¿verdad?
- Lo mejor sería tener más tiempo para todo - Contestó Amanda - porque con eso de que cualquiera pueda plantar una bomba estamos hasta arriba de trabajo.
- Ojalá pudiéramos tener todo ese tiempo.
- Ojalá. Pero ahora tengo que seguir con el informe de la última bomba desactivada. Dame unos minutos y acabo.
- ¿Unos minutos solo? Para ti todo el tiempo que quieras.
- Te pones pesado a veces, ¿eh, Fran?
- Lo siento, ya me voy. Hemos quedado para improvisar un poco antes de mañana por la noche.
- Cierto, vais a tocar en el club mañana. Espero estar libre.
- Nos vemos cariño.
- Hasta luego.

Francisco pasaba por la comisaría alguna que otra vez a la semana para ver a su mujer: Amanda. Él era el saxofonista en un pequeño grupo de jazz que tocaba semanalmente por las noches en el club "Dos Cielos". Amanda era una de las más veteranas en ayudar a los artificieros con la desactivación de bombas. Una mente organizada y experta en mantener la calma y hacer que el que tiene la bomba en sus manos también consiga mantenerla.

Como los casos de amenaza bomba se habían multiplicado, el trabajo de Amanda requería que ella estuviese más tiempo del normal en su puesto. Junto a Yassine, el artificiero que seguía las instrucciones de Amanda, habían desactivado ya más de cinco bombas en dos semanas.

*Al día siguiente, por la noche...*

- ¡Evacúen todo el mundo! ¡Hay una caja bomba tras el escenario!

Con gran estruendo, el público hizo caso al dueño del local y los músicos dejaron de tocar para salir del establecimiento. Entre ellos estaba Francisco.

- He llamado a la policía. Dicen que el artificiero está de camino - Informó el dueño del local.
- Espero que no vuele por los aires el edificio antes - Dijo uno de los músicos.
- Un momento, me están llamando.

...

- ¿Sí?
- Aquí la comisaría. Amanda al habla. Hay un ligero problema. ¿Puede usted atenderme un momento?
- Por supuesto.
- El único artificiero que podía llegar a tiempo ha tenido un percance grave. Vamos a tener que intentar desactivar la bomba sin el artificiero. Voy a necesitar a un voluntario de entre ustedes con el que pueda comunicarme para darle las instrucciones. También necesitará un cortacables o alguna herramienta para ello.
- Está bien. Preguntaré por el voluntario e iré a por la herramienta yo mismo. ¡Señores, hay problemas! ¡Le ha pasado algo al artificiero y uno de nosotros va a desactivar la bomba con las instrucciones de una experta al teléfono!

Francisco se acercó rápidamente.

- ¿Amanda?

El dueño pasó el teléfono móvil a Fran.

- Amanda, soy Fran.
- ¿Fran? ¿Qué?
- Que voy a meterme ahí, dime lo que tenga que hacer.
- Pero...

Amanda había sentido un escalofrío recorriendo su espinazo. Tenía mucho miedo de que algo le sucediese a Francisco.

- Vale, me han dado ya lo necesario. Voy a entrar y a ver esa bomba. ¿Dónde estaba exactamente, jefe?
- Detrás del escenario, entre bastidores. En la mesa del camerino de mujeres. Bien visible.
- ¿Qué hacías tú...? Es igual. Voy allá.

...

- Fran. Ten mucho cuidado, ¿vale? No te alteres.
- Si tengo a la mejor guiándome. No me pasa nada.

Amanda suspiró. Ese optimismo y carácter despreocupado de Francisco ante la bomba la ponía más nerviosa todavía.

- Vale, la tengo delante. Es rectangular, gris y azul oscura a los lados y con partes naranjas. Hay cables, luces parpadeando, un temporizador...
- Está bien, son de las mismas. Mira primero, sin agitar mucho la caja, si tiene alguna batería a los lados. Si hay, dime cuántas.
- Hay... Dos baterías pequeñas y una grande.
- OK. ¿Cuánto tiempo tenemos?
- Cinco minutos apenas.
- Debería dar tiempo. Vamos. Dime lo de la luz parpadeando. ¿Qué tiene a su alrededor?
- Es como una rueda de sintonizar radio.
- Vale, eso es código morse. Si lo descifras, yo te daré la frecuencia.
- ¡No sé código morse!
- Simplemente dime si las luces son largas o cortas. Si me las dices en orden, podré ayudarte.

Corto, corto, corto, corto. Corto. Corto, largo, corto, corto. Corto, largo, largo, corto. Eso en código morse quiere decir "help". Fran lo captó rápidamente el código y Amanda lo tradujo, buscando la frecuencia que necesitaba.

- Pon la frecuencia entre 3,450 y 3'500.
- Hecho.
- Bien. ¿Ahora qué más hay ahí?
- Una pantalla que pone el número 2 y debajo cuatro teclas con números del uno al cuatro desordenados. Dos, tres, uno y cuatro.
- Vale. Eso es lo que me tenías que decir. Si pone un dos... Pulsa el que pone 3.
- Ya. Ahora en la pantalla sale un 1.
- Pues... Pulsa el botón que pone 4.
- Ahí. Ahora pone cuatro en la pantalla.
- Pues vuelve a pulsar el 4.
- Ajá. Sale un dos en la pantalla.
- Pues... Pulsa el botón tres.
- ¿Pero el botón tres o el que ponga el número tres, que es el segundo?
- ¡El... El que ponga el número tres, imbécil!

Amanda empezaba a perder los nervios. Se dio cuenta de que el fallo fue suyo al no explicarse totalmente, y la pregunta de Fran fue lo mejor que pudo haber hecho él. Estaba muy confiado, al contrario que la experta.

- Ya está. Calma. Ahora hay un 1 en la pantalla.
- Pues... Pulsa... El que pone el número tres otra vez.
- Perfecto, se ha encendido una luz verde en una esquina.
- Eso es que vamos bien. Dime, ¿cuánto tiempo y qué más hay?
- Tres minutos. Aquí hay un botón en una cubierta de cristal que pone "Detonate". No lo pulso, ¿verdad?
- No todavía. ¿De qué color es el botón?
- Es azul.
- Vale, ten cuidado ahora. Vas a abrir la tapadera y vas a pulsar y soltar ese botón en un instante. Ni se te ocurra quedarte pulsando el botón.
- Está bien. Voy a ello.

Francisco tuvo muchísimo cuidado abriendo la caja y, cuando pulsó el botón y lo soltó, se quedó paralizado, pues pensó que si se quedaba atascado el botón al pulsarlo podría haber muerto en ese momento. Suspiró y se intentó tranquilizar. Amanda no lo conseguía tan fácilmente como Fran. Ella no quería que la vida de su marido estuviese en sus manos. Ella temblaba en su silla de oficina mientras buscaba las formas de desactivar los distintos módulos de la bomba que se le aparecían a Francisco.

- Hay... Cables trenzados.
- Vale, presta atención. Me tienes que decir el color de los cables y si esos cables tienen una luz arriba encendida o apagada. Además, abajo de alguno de ellos debería haber una marca, ¿cierto? Me la dices también. Uno por uno.
- Exactamente hay todo eso. ¡Cómo se nota la experta!
- ¡Calla y empieza por el primer cable!
- Es un cable trenzado blanco y rojo. La luz está apagada y tiene una marca negra abajo.

Tras una pausa, Amanda contestó.

- Me... Dijiste que había tres baterías, ¿verdad?
- Sí.
- Pues corta ese cable.
- Vale, el siguiente es uno azul y rojo trenzado con una luz arriba encendida.
- Eso es... Busca el número de serie. Debería estar a un lado de la bomba.
- Lo veo.
- Vale. ¿El último número cuál es?
- Es un cuatro.
- Corta ese cable.

Amanda palideció. Se había dado cuenta de que el primer cable que había cortado fue pura suerte, porque se había equivocado. Los nervios estaban jugándole malas pasadas a la mujer, que empezó a tomárselo con más cautela.

- Bien. El otro es azul, no es trenzado y no tiene ni una luz ni marca. Solo es uno azul.
- Vale... Eso es. Córtalo.
- Bien. Hay dos más. El siguiente es un solo cable blanco con la luz encendida y no tiene marca.
- Ese... No lo cortes. Ve al otro cable.
- Pues... Es un cable blanco y azul trenzado con una luz encendida y una marca debajo.
- Ese... Dios mío. Mira a ver si en los lados de la bomba hay un puerto paralelo.
- ¿Eso qué es?
- ¡Algo parecido a lo que hay detrás del televisor para que se vean los canales!
- Pero... ¿Tiene que ser igual de largo?
- ¡De-Debería de ser más largo, Fran!
- Pues creo que sí. Que esto es uno.
- ¡Entonces corta ese maldito cable y pasa al siguiente!
- Hecho. Vale. Más cables. Son seis. El primero es rojo, el segundo amarillo, el tercero negro, el cuarto rojo, el quinto azul y el último azul también.
- ¿Cuánto tiempo queda?
- ¡Cuarenta segundos!
- ¿Tanto hemos tardado? ¡Mierda! Tengo que encontrar el cable que hay que cortar ahí.
- Solo es uno, ¿verdad?
- Sí. Espero que no quede nada más.
- No. Solo queda esto.

Amanda se apresuró nerviosamente en encontrar la solución al problema de los cables. Tenía que pensar y eso no era lo mejor que podía hacer en ese momento de tanta tensión. Veinte segundos restantes.

- Amanda, date prisa.
- ¡Estoy en ello! ¡¡Dame unos segundos!!
- Ojalá tuviésemos más tiempo.
- ¿Fran?
- Te quiero, Amanda - Pronunció nerviosamente.
- ¡Fran! ¡No!

Amanda se quedó paralizada. Soltó el teléfono móvil en la mesa y comenzó a llorar. La presión pudo con ella. Tras haber desactivado tantas bombas con éxito, en la más importante no pudo conseguir lo mismo. Pero Amanda también fue demasiado lejos y soltó el teléfono antes de que la buena noticia saliera de los labios de Fran.

- Tres segundos y medio. ¡¡Tres segundos y medio!!

Amanda notó que algo se escuchaba en el teléfono y lo volvió a coger. Llorando esta vez de alegría por escuchar la voz de Fran.

- Eres... Eres...
- Lo conseguiste, Amanda.
- No... Yo no... Tú...
- Eres increíble. Nos vemos allí. Voy en unos momentos. Espérame.


Curioso cuanto menos fue el informe. Bomba desactivada. Tiempo restante: 03:32 segundos. Otras observaciones: Tres segundos de amor eterno.

"Nunca pensé que lo de cortar el cable rojo iba a ser de utilidad algún día más allá de las películas."

domingo, 22 de noviembre de 2015

El Árbol de Sofía

(Sí, esto no es Desafío de Vida. No he podido terminarlo debido a que tengo que leerme dos libros con límite de tiempo impuesto y trabajarlos. Son "El Árbol de la Ciencia", de Pío Baroja y "El Mundo de Sofía", de Jostein Gaarder. Por eso este título)

Tengo ganas de inventar una pequeña historia. Una que trata de una chica llamada Sofía, la cual cayó enamorada de un chico bastantes años mayor que ella. Muy reservada y vergonzosa, mantuvo su relación en secreto.

Ambos solían quedar a la sombra de un árbol enorme que había en el parque. Allí hablaron, se abrazaron y se besaron cientos de veces.

Pero un día, el chico tuvo que dejar la ciudad para terminar sus estudios. Fue un duro golpe para Sofía, que ya no sabía qué hacer. No se explicaba su enamoramiento enfermizo hacia el chico hasta el punto de no poder soportar estar sin él. Iba varias veces al árbol del parque, simplemente para recordar las cosas que habían sucedido entre ellos una por una. Acababa sufriendo cada vez más, porque sabía que esos recuerdos se acabarían desvaneciendo. Llegó a pensar que se olvidó de ella, pero no fue así.

Nunca se olvidó de ella porque se llevó a su prematura tumba una foto de los dos sentados en el árbol. Un accidente de carretera se llevó por delante la vida del amor de Sofía. Estuvo deprimida más de un mes, hasta que finalmente volvió al árbol de nuevo, jurando que sería la última vez.

Mientras estaba sentada a la sombra del árbol intentando no romper a llorar, un caballero de traje elegante se dirigió a Sofía.

- Disculpe, ¿Sofía?
- Me llamo así. ¿Quién es usted?
- Solo acepte esto.

El señor le entregó una caja metálica de color verdoso a Sofía y se despidió con una reverencia. Ella seguía estupefacta, pero la abrió y encontró un papel escrito dentro. No lo entendió muy bien, pero en la esquina de la hoja estaba la firma del amor de Sofía. Pensando, pudo saber de qué se trataba.

Al día siguiente, Sofía le entregó el papel a su profesor de matemáticas, que a la vez era su tutor. Lo leyó atentamente y respondió que necesitaría un día para darle una respuesta.

Sofía estaba impaciente por conocer tal mensaje oculto en el papel. Era la única salida a la profunda depresión que había sufrido. Cuando volvió al día siguiente a clases, preguntó al profesor sobre el papel. Sonriendo, respondió:

- Alguien te quería mucho y sabía de matemáticas, ¿verdad?
- S-sí...
- Pues esto es lo que quiso decirte con ese papel.

El profesor agarró la tiza y dibujó algo en la pizarra. Ese algo nunca se le olvidaría a Sofía. Fue el día que cambió todo su pensamiento en mala manera. Salió corriendo de la clase sin decir palabra alguna. La próxima vez que vieron a Sofía, llevaba una soga al cuello colgada en el árbol del parque.

El hombre de traje elegante pasó de nuevo por ese lugar y, en su sorpresa, pronunció:

- De verdad el amor nos vuelve locos a todos.

Sofía respiraba nerviosamente cuando salió corriendo de la clase. Una vez en su habitación, se puso a pensar en todo. En lo que sentía, en la vida, en el amor... Y llegó a la conclusión de que vivir sin él no tenía sentido, sino solo sufrimiento. Sus padres no se enteraron de que Sofía había salido de la casa a hurtadillas por la noche para acabar suicidándose.

Una vez ambos enamorados se reencontraron, él no la reconoció.

- Tú no eres Sofía. La que yo conocí no se suicidaría por algo tan estúpido.
- ¿Eh?
- Has llorado tanto por mí que te volviste loca. Y así me gustabas. Ahora eres fría, como yo. Es por eso que no eres la misma. Lo único que eres para mí ahora es "La que se mató en el Árbol de Sofía".

Ella estaba desolada y aturdida. Él volvió su espalda, pero no caminó. Se quedó esperando una respuesta. Sofía se abalanzó sobre la espalda de su amor y, con ríos de lágrimas en sus ojos, le dijo:

- Solo quiero estar contigo. No me importa que sea viva o muerta.
- Eres cabezota.
- Te quiero. Y te quiero cerca.

Él se resignó. Ella no se soltaba.

- Eres idiota.
- Pero estoy contigo.
- ¿No te importa otra cosa?
- No.
- ¿Ni siquiera que tus padres lloren por ti?
- Si estoy contigo, no.
- Estás mal de la cabeza.
- Pero contigo.

Suspiró profundamente para calmar lo nervioso que se estaba poniendo tras escuchar la misma respuesta una y otra vez.

- Dame un beso - Dijo Sofía.
- ¿Para qué?
- Para que me entiendas.
- ... Está bien.

Pero fue ella quien lo besó más apasionadamente que nunca. En ese instante, los dos se desplomaron en el paraíso.

Se levantaron un año después. Tanto tiempo habían pasado juntos que ya se les había olvidado la noción del tiempo. Por lo menos a Sofía, pues estaba con él. Estaba a su lado y eso era lo único que importaba.

- Sofía. Tenemos que hablar.

La frase que más parejas ha separado salió de la boca de Alberto. De la boca que había besado a Sofía tiempo atrás. Ella, sin embargo, no estaba asustada. Sabía lo que estaba a punto de ocurrir.

- No me gustan los finales tristes, Sofía. Sé que muchas veces tiene que haberlos, pero no me convencen. Hay que encontrarle otro final a nuestra historia. No ha terminado aún. Es por eso que nos hemos levantado.
- Te quiero mucho, Alberto.
- Yo también a ti, Sofía. Esto, eh...
- Adelante.
- Bien. Me he dado cuenta de una cosa en este tiempo. Me di cuenta de que he estado utilizando inconscientemente un recurso con el cual te he conquistado. Lo he llamado "Romanticismo Mítico". No sé si existirá algo llamado así, pero, ¿a que suena bien? Esto radica en el día que nos conocimos. Yo te contaba historias fantásticas y a ti te encantaban. Eso me impulsaba más a inventar historias, pues me sentía motivado. Ya te quería en ese momento. Y ahora te sigo queriendo y sigo contándote historias como si fuesen los mitos griegos o nórdicos. Relatos que quieres expresar con tu arte, Sofía. Sólo quería decirte esto, que estamos en el paraíso y llevamos un año en él. ¿Cómo llegamos aquí? ¿Qué importa eso? Los mitos ya pasaron de su tiempo. Ahora mismo estamos juntos, y tú y yo estamos pensando que nos queremos mucho. Y si pensamos, es que existimos, y que nuestro amor también existe. Incluso aquí. Feliz aniversario, Sofía.

Sofía se quedó boquiabierta. Nunca la habían felicitado de ese modo. Siempre había sido "Feliz cumpleaños", pero ese día no era su cumpleaños. Sin embargo, se sintió como si fuera el primero de todos ellos. El más especial. El que celebraría todos los años en el mismo día. Un veintidós de Abril.

Sofía se lanzó a los brazos de Alberto, sonrojada, y lo abrazó fuertemente. Después gritó con todas sus fuerzas.

"¡¡¡TE QUIERO!!!"

domingo, 15 de noviembre de 2015

Desafío de Vida #17: Las Pesadillas Vivientes (Tributo a heliceo)

(heliceo es el mapmaker que hizo Ragecraft 2, un mapa Complete the Monument del videojuego Minecraft. Basándome en la decoración de dicho mapa, he elaborado esta historia. El crédito debe ser mencionado, por supuesto.)

- ¿Ricardo sigue dormido? - Preguntó Mimi.
- Sí. No hay manera de despertarlo. Que descanse, mejor.

Eso dijo Paulina. Ya había pasado casi un día entero y el elegido seguía durmiendo. Lo que no sabían era que Ricardo ya estaba en la siguiente zona sin previo aviso. Cuando Ricardo se fue a dormir, apareció en una sala escasamente iluminada por tres antorchas azules encima del marco de tres puertas. Detrás de él estaba todo lo necesario para la batalla que había ido consiguiendo a lo largo del desafío.

"Antes de hacer nada, equípate"

Eso le dijo una voz. Ricardo agarró primero la Hachecutadora por seguridad, y después empezó a ponerse la armadura.

- La Hachecutadora del Corredor de la Muerte, los pantalones del Gran Maestro Xin de la Academia Ninja reforzados con adminio de la Colonia Sumergida, la Máscara de Batalla Reptiliana, el Libro de la Furia del Pequeño Imperio, el libro de Tormenta Ártica del Abismo Desmoronado, el Libro de la Llama del Río de Magma, la Cazadora de Sombras de los Terrenos de Caza, las Raíces de vida de la Setalucinación... Eres un guerrero impresionante.
- ¿Quién eres?
- Perdona, soy Benjamín.

Apareció el fantasma flotando y vestido con una túnica verde oscura y roja atada por una cinta blanca.

- ¿Pero no se supone que debo estar preparado antes de entrar en uno de los retos?
- En este caso... No importa. Te puedes tomar el tiempo que quieras. Estás dormido.
- ¿Qué?
- Te adelanto que este reto se llama: "Las Pesadillas Vivientes". Y hay tres pesadillas a las cuales te vas a tener que enfrentar.
- Así que es eso...
- Cuando quieras, puedes empezar. La puerta a la derecha lleva a la "Aracnofobia", la del centro al "Vértigo" y la última al "Miedo a la Oscuridad". Cuando superes las tres pesadillas, despertarás con la gema verde oscura en el Nexo.
- Una pregunta antes de empezar. ¿En cuál de ellas moriste?
- Miedo a la Oscuridad es mi peor pesadilla. Cuando la intentes sabrás por qué.
- Pues la dejaré para el final. Empezaré por Aracnofobia. Las arañas no me dan miedo.

Así entraron Ricardo y el fantasma de Benjamín en la puerta de la derecha. Aparecieron en cuestión de segundos en un bosque de alta vegetación.

- Para salir de las pesadillas, tienes que encontrar un lugar en concreto. Una puerta idéntica a la que usaste para entrar.
- Entendido.
- Ten cuidado con las madres araña. Son enormes.
- ¿Arañas gigantes?

Eso dijo mientras contemplaba una de ellas. Ricardo comenzó a correr a ciegas por el bosque. No quería tener que enfrentarse a un enemigo de tales dimensiones. No podía verse ni un solo claro en todo el lugar. Todo estaba cubierto de alta vegetación que parecía moverse. En efecto se movía, pues arañas del tamaño de Ricardo estaban pasando por allí. Pudo ver sus ojos rojos a su alrededor. Estaba rodeado. Las arañas se acercaban a toda velocidad hacia el elegido y saltaron para atacarlo.

- Luiaga.

De un pisotón, Ricardo congeló a todas las arañas que lo rodeaban y las masacró. Sin embargo, el fluido que se desprendía de ellas impregnó parte de su cuerpo. Era doloroso y parecía que estaba ardiendo en los lugares intoxicados por la sangre de las arañas. Sin embargo, continuó su avance. Poco después vio la puerta de salida, pero estaba cubierta de gruesa tela de araña.

Y tenía un gigante problema justo encima de la puerta.

- ¡Dejadme salir!

Ricardo corrió en círculos alrededor de la puerta y cuando podía cortaba una de las patas de la araña gigante que protegía la puerta. Cinco patas cortadas fueron suficientes para desequilibrar a la araña, cortar la telaraña de la puerta y salir. Ricardo se tomó un breve descanso.

- Esta pesadilla sí que ha sido una pesadilla. Me ha puesto nervioso.
- Pues te quedan dos. Ánimo.

Entraron en la puerta central: Vértigo. Lo único que había era un suelo casi totalmente transparente flotando en el aire. No podía verse nada más. El infinito a sus pies y la nada hacia delante.

- ¿Qué se supone que es esto?
- Vértigo. Si caes, mueres. Es así de simple. El reto consiste en que hay partes del suelo que no son suelo, sino agujeros.
- No puede ser... ¡Tengo que salir de aquí rápidamente!

Ricardo caminaba con extrema cautela pese a haber dicho eso. No quería morir por un tropiezo, por supuesto. Comenzó a distinguir los agujeros en el suelo. Sin embargo, mientras estaba cerca de uno de los huecos, dos flechas salieron disparadas hacia el elegido desde ambos lados. Pudo evitarlas tropezando hacia atrás, pero el susto había sido grande.

- ¿¡Qué!? ¿No es solo esto?

De algún modo, cada cierto tiempo dos flechas salían disparadas hacia Ricardo. Él las evitaba, pero las pulsaciones de su corazón se aceleraban. Paulina lo veía dormir y se asustaba también siempre que el cuerpo de Ricardo daba un espasmo del susto.

Respiraba hondo. Lentamente avanzaba y retrocedía, memorizando los pasos que daba para saber el camino seguro. La cantidad de agujeros en el suelo era cada vez mayor, pero afortunadamente podía ver la puerta a lo lejos. Aún le quedaba un buen rato al ritmo que iba.

Una de las dos flechas que le lanzaron impactó en la pierna derecha de Ricardo. Herido y dolorido, ralentizó la marcha. La tensión se incrementaba por momentos. No sabía cuándo iban a dispararle y había perdido seguridad sobre el camino que estaba memorizando. Estaba flotando en la nada, encima del abismo infinito y la muerte.

No pudo contener la presión. Podía ver la puerta y se arriesgó a hacer lo mismo que hizo en el Abismo Desmoronado. Con un grito y pronunciando un hechizo del libro de Furia Ártica, saltó una gran distancia, pero no era la suficiente para llegar a la puerta.

Cayó al suelo casi invisible. Fue afortunado. Estaba a pocos pasos de la puerta. El dolor de la flecha clavada no desaparecía y le impidió levantarse. Había perdido el control de su pierna. Tuvo que arrastrarse con muchísimo cuidado hasta la puerta. Dos flechas más intentaron impactar en Ricardo, pero con un último impulso de sus brazos consiguió salir de la pesadilla.

Ya lo había notado en la pesadilla anterior. Lo que ocurre en una pesadilla no permanece. Puede mover su pierna y está completamente sano y preparado para ir a la última pesadilla. Sin embargo, se tumbó en la sala y descansó. El corazón de Ricardo latía muy rápidamente debido a la tensión. Notaba cómo se le encogían los músculos cuando las flechas lo asustaban. Estuvo acostado en el suelo como quince minutos antes de poder continuar.

- Antes de que entres ahí, te advierto que no es nada fácil.
- Hay que intentarlo. Nada ha sido fácil.
- Eso es. Cuando los oigas, escóndete rápidamente.
- ¿Cuando oiga qué?
- Sabrás lo que te digo. Los sonidos de los Segadores son característicos. No los puedes ver. Si te alcanzan, mueres.
- ¿Enemigos invisibles?
- Eso es. Sólo puedes esconderte de ellos. Se van al rato y vuelven de nuevo con su sonido. Tienes que ser hábil escondiéndote y buscar la salida lo más rápido que puedas. Cuando los Segadores se van, rugen por segunda vez.

Ricardo no entendió del todo lo que le explicaban. Sin embargo, ya tenía miedo. Era lo que buscaba el desafío. Despertar el miedo en el elegido para que cometa errores debido al pánico. Entró y se encontró en una sala normal, con una puerta de madera y estanterías con libros. En cuanto abrió la puerta, pudo ver lo que pasaba.

Psicópatas. Hombres totalmente locos con hachas en sus manos iban a por Ricardo como si fuese la única cosa que debían hacer en su vida. Aparecían por todas partes y Ricardo apenas tenía espacio para actuar en los pasillos estrechos donde se encontraba. Era un lugar muy extraño. Parecía un manicomio entre tanto psicópata suelto. Desarmarlos no era suficiente y tenía que cortarles la cabeza para que dejasen de atacar al elegido.

"GWAARGHGH"

Los Psicópatas se volvieron aún más agresivos contra Ricardo. Ese era el sonido que Ricardo interpretó como el de los Segadores acercándose. Su escondite fue volver a la habitación inicial y cerrar la puerta firmemente. Unos segundos después, se escuchó de nuevo.

"GAHWAA..."

Esa vez era más suave. Pareció que se habían marchado. Ricardo abrió la puerta y se encontró montones de cadáveres de psicópatas. Aún así, aparecían más y más. No se cansaban nunca. Ricardo optó por intentar escapar de ellos en la medida de lo posible y llegó a una biblioteca. Los pasillos eran laberínticos y los psicópatas lo rodeaban varias veces mientras intentaba salir de allí.

"GAHWAAJJJAGHGH"

El sonido de nuevo, y Ricardo seguía en el laberinto de la biblioteca. Se dio más prisa aún en encontrar la salida. Empujó a los psicópatas que se interponían en su camino pese a recibir cortes de sus hachas, pero no encontraba la salida definitiva ni un escondite bueno. El elegido entró en pánico y corrió por todo el laberinto. Pudo escuchar cómo morían algunos psicópatas y eso lo alteró aún más. Tenía que encontrar algún lugar para salir o esconderse, pero lo único que encontró fue un pasillo sin salida.

Respiraba ansiosamente. No podía más. Se apoyó en la pared resignado exponiéndose a que algo invisible le quitase la vida. Lo que no se esperó Ricardo fue que los Segadores no lo encontraron a tiempo.

"AGHYAA..."

Ricardo tenía lágrimas en sus ojos. No podía creérselo. El propio laberinto había servido de escondite. Corrió más aún, ya que no había psicópatas de por medio, y encontró, tres pasillos más tarde, la puerta de salida.

Ricardo despertó en el Nexo dando un bote en su cama. Paulina pegó un grito del susto, pero se alegró de que Ricardo despertase.

- ¿Dónde está la gema verde oscura?
- Pero si no has ido todavía...
- ¡Sí, sí he ido! Dame un momento.

Ricardo estaba demasiado alterado por la pesadilla que fue corriendo a la sala de trofeos. Allí se encontró una agradable sorpresa. La gema estaba ya colocada y Benjamín estaba ya allí, abrazando a Serena. El elegido suspiró y se marchó de vuelta a su habitación. No pudo dormir, porque ya lo había hecho mucho tiempo.

- No sabes las pesadillas que me invadieron, Paulina. Mejor que no las sepas nunca. Sólo quedan dos. Y si he superado esto, voy a superarlo todo - Terminó Ricardo, convencido.

domingo, 8 de noviembre de 2015

Desafío de Vida #16: Setalucinación (Tributo a heliceo)

(heliceo es el mapmaker que hizo Ragecraft 2, un mapa Complete the Monument del videojuego Minecraft. Basándome en la decoración de dicho mapa, he elaborado esta historia. El crédito debe ser mencionado, por supuesto.)

Ricardo estaba enfrente del altar marrón. Era la próxima gema a conseguir, así que se preparó a conciencia. Esta vez no se llevó ninguno de los dos libros. Por lo demás, llevaba el mismo equipamiento que en su expedición a la Colonia Sumergida.

Con todo el apoyo de sus recientes compañeros, el elegido cerró sus ojos y se preparó metalmente como siempre: Esperando lo peor de cada zona. El lugar donde apareció le resultaba familiar, pero diferente. Había setas enormes aún más grandes que las del Pequeño Imperio. Preparado para todo, Ricardo tuvo que empezar a enfrentarse a guerreros mutantes. Tenían rastros de hongos por todas partes, y no parecían apenas humanos. Sin embargo, eran increíblemente resistentes y persistentes. Esto lo hizo retroceder y retirarse para pensar en una estrategia mejor. En ese retiro encontró al fantasma que lo iba a acompañar. Ricardo saludó, y el fantasma simplemente devolvió el saludo con un gesto.

- Soy Ricardo.
- Raúl.
- Vale, rápidamente. ¿Dónde estamos?
- El poblado de setas no tiene nombre. Pero todos lo han llamado Setalucinación.
- ¿Seta... qué?
- Los hongos producen esporas alucinógenas. Eso es lo único que sé. Ah, y que la gema marrón está en lo alto de esa torre.
- ¿Cómo?

Ricardo no daba crédito. El objetivo estaba localizado justo enfrente de sus narices. El resto de la zona de setas enormes y pequeñas casas es solo un decorado para la primera torre que vio al llegar a ese lugar. Estuvo pensando dos cosas: Cómo quitarse de encima a los guerreros y cómo conquistar la torre.

Lo de los guerreros fue sencillo. Si los golpes no funcionaban, el arco lo solucionaría. Mantuvo alejados a los mutantes y entró rápidamente en la torre, arrasando con toda seta que encontrase en el camino. De repente, sintió algo extraño en sus botas. Parecían moverse por sí solas. Mirándolas antes de subir al piso superior, se dio cuenta de que emanaban resplandores verdes de las botas y acababan en el piso. No supo muy bien qué efecto tenía eso, pero unos sonidos extraños empezaron a rodear la torre. Ricardo se apresuró en subir y acabar con el lugar. Sólo quedaban tres guerreros en el último piso, donde se encontraba la gema marrón dentro de una caja de cristal.

"¡Luia!"

Los tres guerreros consiguieron aguantar un poco del poder inmenso de Ricardo con el hechizo de la furia. Sin embargo, sólo quedaron restos de seta en el suelo, sonidos extraños, gritos de agonía y una gema marrón en el poder de Ricardo, quien fue llevado al Nexo instantáneamente.

Ricardo no se encontró a nadie en la sala de altares, lo que era extraño. Lo primero que vio en la puerta de salida fue el cuerpo de Raúl apalizado cayendo al suelo inconsciente. No podía creerse lo que estaba viendo.

Unos guerreros de armadura roja entraron e intentaron atacar a Ricardo. Su arco pudo encargarse fácilmente de ellos, pues el elegido aún tenía puntería para acertarles pese al shock que acababa de tener. Mirando a Raúl, parecía muerto por la paliza que le dieron esos guerreros.

Bajando rápidamente la escalera, se encontró con su habitación en llamas y con Paulina colgando ahorcada.

- No puede ser. ¡No puede estar pasando esto!

Más guerreros de armadura roja que no duraron más de diez segundos contra Ricardo. La rabia que sentía era inmensa. Estaba como poseído por la furia misma. Más adelante, en la cocina, se encontró la cabeza de Francisco encima de una mesa y con el cuerpo de Víctor bastante descompuesto en el suelo.

- ¡Esto no es justo! ¡No podía protegerlos! ¿Es así como queréis jugar? ¡Estaban tan vivos como yo!

En el almacén se encontró a Gabriela sentada en una pared cubierta y manchada de sangre, además de ver a Luisa carbonizada en un rincón.

- No. ¡No podéis matarlos! ¡Nosotros luchamos para vivir, no para morir como soldados!

Ricardo salió del Nexo y se encontró con un terreno pasto de las llamas. Manuel estaba enterrado de cuerpo entero salvo la cabeza y Mimi estaba a un lado de la puerta del Nexo, con su katana clavada en el estómago, también sin vida.

- ¡Ellos ya tuvieron que sufrir! ¿Por qué otra vez?

Ricardo no llegó a tiempo al puente donde se encontraban Luis y Cristina. El primero fue destrozado por la mitad por culpa de un hachazo de un guerrero de armadura roja. Ella fue atravesada por la lanza de otro guerrero. Dos muertes que tuvieron lugar en la mirada de Ricardo y que no pudo evitar. Corriendo hacia el puente, asesinó a ambos asesinos en cuestión de segundos y sin dejarles alguna oportunidad. A un lado del puente se encontraban Serena tumbada boca abajo en el agua y Rubén siendo el interior de una roca congelada en el lago.

- Ya no queda ninguno... Todos han muerto menos yo... Sólo me quedaban tres gemas más...

Ricardo estaba volviéndose loco. Simplemente caminó hasta el final del puente y se sentó en el borde del lago. No quedaban armaduras rojas en los alrededores del Nexo. Podían verse lágrimas en sus ojos a través de la máscara reptiliana.

- ¿Por qué? Nada tiene sentido. Me dan la opción de revivirlos y antes de eso les dan muerte. ¿Qué voy a ganar yo con todo esto? Volver a la vida ya no me hará tan feliz si no he podido hacer felices a otras doce personas que lo intentaron. ¿Tan egoísta hay que ser para vivir?

Ricardo se tumbó y empezó a quedarse dormido del cansancio. Despertó instantes después, en el Nexo. Esta vez el verdadero, no el alucinógeno por el cual había pasado todo ese tiempo. Paulina estaba allí, junto a todos los demás que esperaban la llegada del elegido, más confundido que nunca.

- ¡Da-Dadme un momento! ¡Necesito colocar esta gema antes que ninguna otra cosa!

Eso le permitió todo el grupo a Ricardo. Puso la gema marrón y Raúl apareció en carne y hueso tal y como lo hizo Serena.

- Raúl. ¿Cómo moriste en ese lugar?
- Me apalizaron unos guerreros con armadura roja.
- Sí. Lo sabía.

Ricardo lo miraba fijamente. Ningún rastro de la mirada fantasma. Todo era verdad.

- Serena. ¿Moriste ahogada en la Colonia Sumergida?
- ...
- ¿Sí o no?
- ¡Vale, sí! Salir con el casco de buceo roto no fue buena idea. Fui muy tonta.

Serena estaba muy avergonzada de contar eso.

- Manuel. Si no recuerdo mal, había arenas movedizas. Apuesto a que te tragaron.
- Sí. ¿Para qué engañarlo más?

- Rubén. ¿Congelado?
- Sí. El efecto de las paredes. Dolió bastante.

- Luis. ¿Alguien te asesinó con un hacha, verdad? Seguro que fue el comandante enano de la caza.
- No puedo protestar. Es cierto eso.

- Cristina. ¿Alguien te atravesó con una lanza?
- El hombre-cocodrilo. No lo llegaste a ver, pero era enorme.

- Mimi. Tu katana fue clavada en tu estómago, ¿verdad?
- Sí. Xin fue más hábil que yo y acabó así nuestro duelo.

- Víctor. Algo pasó en el laboratorio. Algo distinto a lo que me dijiste.
- Bueno. Un poco. Caí en la trampa del sector C y me desmayé sin poder escapar.

- Luisa. Moriste quemada. Pero no me cuadra que siga teniendo tu libro en mi poder.
- Porque fui estúpida y preferí salvar un libro antes que mi propia vida.

Estaba realmente molesta con eso. Se la notaba muy arrepentida.

- Francisco. ¿Algo que me hayas ocultado? Tiene que ver con tu cabeza.
- La que estaba en la celda del Caníbal. Fue horrible. Comerse a alguien vivo. Bueno, casi. Estaba sin piernas.

- Pau... ¿Dónde está Paulina ahora? Bueno, Gabriela. ¿Qué te pasó en realidad?
- Vampiros. Sentí cómo la sangre salía de mí. Era una sensación horrorosa.

Ricardo buscó a Paulina por El Nexo. Sin embargo, ella estaba fuera, en el mismo lugar donde Ricardo se había parado en la alucinación antes de volver a la realidad donde vivía temporalmente. Cuando finalmente pasó por allí, se alegró sobremanera.

- ¡Estáis todos vivos!
- En realidad no, ya sabes.
- Sí, sí. Pero seguimos aquí, Paulina. Así que me vas a tener que decir la verdad. Ahora que nadie está cerca. Lo voy a entender, sea lo que sea. Te voy a ayudar.

Paulina agachó la cabeza y respiró hondo. Estaba ruborizada, pero su pelo sin la coleta tapaba su rostro.

- Fue lo peor que pude hacer.
- ¿El qué?
- Los enanos me apresaron. Me dieron dos opciones. Morir en el acto o servirlos.
- ¿Qué dijiste?
- Yo quería vivir, así que decidí la segunda opción. Pero no pude aguantar lo que pasó la primera noche.

Paulina empezaba a hablar con una voz tomada por la tristeza. Empezaba a haber lágrimas en sus ojos.

- Cuéntamelo. Sé tan fuerte como lo fuiste aquel día.
- Me dieron una poción junto con la comida y yo no lo sabía. Me drogaron para que apenas pudiese moverme por mi cuenta. Entonces llegó un jefe de guerra enano que se aprovechó de mí. Esa noche me violaron. No pude soportar esa presión. Incluso imaginé que iría a suceder todas las noches. No pude conmigo misma y utilicé la cuerda con la que me ataron para suicidarme.

Ricardo abrazó a Paulina. Ella lloraba, pero no sabía si continuaba llorando de la tristeza al recordar ese momento o de alegría porque estaba en los brazos del hombre al que amaba.

- Eso ha sido como mi viaje por esa alucinación. Os he visto morir a todos vosotros tal y como me habéis confesado. Pero al final todo ha sido una pesadilla. Ahora, hay que terminar este desafío. Me queda muy poco.

domingo, 1 de noviembre de 2015

Desafío de Vida #15: La Colonia Sumergida (Tributo a heliceo)

(heliceo es el mapmaker que hizo Ragecraft 2, un mapa Complete the Monument del videojuego Minecraft. Basándome en la decoración de dicho mapa, he elaborado esta historia. El crédito debe ser mencionado, por supuesto.)

Amanece en El Nexo. Este día estaba muy animado. Se notaba la presencia de personas en lugar de fantasmas. Eran demasiado silenciosos por su condición. Ahora las habitaciones estaban muy animadas.

- Hoy voy a ir a por la siguiente.

Ricardo solo tenía que decir eso para estar rodeado de todos los fantasmas deseándole suerte en su aventura. Sin más dilación, subió al altar azul oscuro con la Hachecutadora en una mano y el libro que consiguió en el Abismo Desmoronado en la otra mano. Esta vez contó con llevarse el libro del hielo. Estuvo practicando un rato con él para ver de lo que era capaz y le gustaron los resultados. Equipado también con su máscara reptiliana y los pantalones de Xin, apareció en una isla en medio del océano. Los "fantasmas" no podían ir con Ricardo. Ya lo intentaron pero no conseguían ser transportados. Había una cabaña muy bien construida. Ricardo entró con cautela y vio a un hombre que no parecía ser enemigo.

- Hola - Saludó Ricardo.
- Bienvenido a Velouria, compañero.
- ¿Velouria?
- Eso es. El lugar donde no se vive en la tierra.
- No entiendo.
- Esta es mi isla donde trabajo, pero alrededor se encuentra la Colonia Sumergida.
- ¿En serio? ¿Una ciudad bajo el agua?

Ricardo no daba crédito. El que le hablaba era un herrero. Le contó que siempre es una persona distinta la que asiste a los elegidos con unos metales casi indestructibles y muy ligeros llamados adminio.

- Vamos a hacer el trato. Tú me traes utensilios de pesca de la Colonia y yo te fabrico algo con el adminio que tenga.

Era un trato estupendo. Ricardo iba a invadir Velouria de todos modos para recuperar la gema azul oscura. El problema era el agua. ¿Cómo iba a entrar en la Colonia si no tenía ningún medio para respirar bajo el agua? El herrero no le pudo ayudar en eso. Sin embargo, cuando Ricardo salió de la cabaña se encontró a una chica fantasma sentada en una roca de la isla.

- ¡Oh! Hola - Saludó Ricardo.
- Hola.
- ¿Cuál es tu nombre? Yo soy Ricardo.
- Serena.
- ¿Conoces algún truco para no ahogarme ahí abajo?
- Zumo de pez globo.
- ¿Qué?
- Eso.

Era una chica muy joven. La menor de todos los fantasmas que había visto antes. Tenía el cabello y los ojos castaños. Vestía con una camisa blanca y una falda verde. Por lo pronto, no pareció muy amigable.

- ¿Cómo consigo ese zumo?
- Pesca.
- Cierto, era obvio - Suspiró Ricardo - por cierto, ¿cómo moriste en este lugar?
- ¿Tanto te interesa?
- Sí, me interesa.
- Me atraparon y me envenenaron los de la ciudad.
- ¿Veneno, eh?
- Sí.

La misma mirada. Se notaba muchísimo cuando los fantasmas mentían. Ricardo tomó prestadas con el permiso del herrero lo que le quedaba útil para pescar. Serena no hablaba. Ricardo tampoco porque estaba leyendo el libro que traía mientras pescaba. No podía llevárselo al agua. Picaron tres peces antes de que picase el pez globo. Se hinchó bastante cuando lo sacaron del agua tirando de la caña. Ahí el herrero le explicó cómo obtener el zumo de un pez globo sin envenenarse, pues son bastante peligrosos.

Ricardo tomó todo y se lanzó directamente al agua. No era un gran nadador, pero sabía moverse bien en el agua. Era un buen camino hasta llegar a alguna de las casas. Notó que podía respirar aun estando bajo el agua. Era una sensación extraña. Las puertas estaban obviamente cerradas. Ricardo intentaba abrirlas, pero la presión que aguantaban era muy grande porque estaban en el agua. La solución fue romper un cristal con el mango de la Hachecutadora. Aún así, fue muy resistente e hicieron falta varios golpetazos para quebrarlo. Se empezó a inundar la casa y los Velourianos empezaron a acercarse. Eran ciudadanos con cascos de buceo, algo muy conveniente.

Ricardo no tuvo problema con los primeros. Eran simplemente ciudadanos corrientes del lugar y pudo arrebatarles un casco para bucear, poniéndoselo encima de la máscara reptiliana. El reto tuvo lugar más adelante, en la torre más alta, donde empezaron a salir guerreros acuáticos armados y con pesada armadura. Mientras tanto, Serena parecía estar sollozando. Eso escuchó Ricardo durante el combate con sus oponentes.

- ¿Qué te ocurre?
- Nada.
- ¿Entonces por qué lloras?
- No lo sé, estoy triste, ¿vale?

Ricardo recordó eso. A lo mejor sería una pista para averiguar cómo murió Serena. Los Velourianos eran feroces combatientes. Ricardo estaba en un medio que no era su preferido. No podía moverse tan rápido con el agua. Estaba empapado, lo que reducía su movilidad aún más. Haciendo uso de su arco, la "Cazadora de Sombras", pudo acabar con ellos. Sin embargo, estaba exhausto. Se relajó cuando había pasado el peligro.

- Es que... - Comenzó Serena - Se me olvidó advertirte de unas cosas...
- ¿El qué?
- Te quedan cinco gemas, ¿verdad?
- Sí.
- Pues... Las cuatro zonas antes de la última gema las han llamado las zonas de Miedo, Tensión, Pánico y Terror.
- ¿Qué?
- Quiero decir, estás en la Colonia Sumergida. Pero también la llaman "Zona de Miedo"
- Yo no he pasado miedo aquí.
- En el sótano de esta torre está la gema azul.
- ¿Lo sabías?
- Sí. Pero quería ver de lo que eras capaz.
- ¡Me habrías hecho el camino más fácil! ¿Acaso quieres seguir muerta?
- ...
- No puedo creer que alguien le tenga tan poco aprecio a la vida.
- No es eso...
- ¿Entonces?
- ¡Quiero que encuentres a quien amo en la gema verde oscura! ¡Quiero volverlo a ver!

Serena se sonrojó, Ricardo se quedó pasmado y empezó a reirse a carcajadas.

- ¡Así que era por eso! Haber empezado por ahí. ¿Te gusta hacer las cosas difíciles? ¡Vamos a por la gema y volvamos de una vez!

Ricardo ni siquiera miraba a Serena mientras decía eso. Estaba abriendo la trampilla del sótano, ya bastante inundado. Un hombre enorme y armado mucho mejor que el resto estaba custodiando la caja de cristal donde se encontraba la gema azul oscura.

- ¿Quién se atreve a desafiar al guardián de Velouria?
- ¡Luiaga!

Ricardo aprovechó para embestirlo con todo lo que tenía. Pese a haber dejado el libro en la isla, lo había leído mientras pescaba y eso hizo que pudiese utilizar estas palabras congelantes y furiosas que hicieron estragos en la armadura del guardián. Pero en cuanto una parte de su armadura quebró, un gran chorro de agua a presión salió del Velouriano y empujó a Ricardo violentamente contra la pared. La Hachecutadora había caído de las manos del elegido y acabó en el fondo del inundado sótano.

Pero Ricardo tenía un as en la manga, como de costumbre.

Sorprender al enemigo es un momento de vulnerabilidad que aprovechas. Así que usó su arco y disparó cerca del guardián que se aproximaba. No pudo moverse más. Había congelado con esas flechas el agua alrededor del guardián. Ricardo nadó hasta la Hachecutadora y la utilizó contra el indefenso guardián Velouriano. Un solo corte hizo falta para ejecutarlo. Tras ello, cogió la gema azul oscura y apareció en el Nexo. Felicitaciones y abrazos llenaban el lugar de un momento a otro, cuando los fantasmas se enteraban de que Ricardo había vuelto. Colocando la gema azul oscura en su lugar, Serena apareció directamente en carne y hueso. Fue una cálida bienvenida que no pareció agradarle demasiado, pero algo que le dijo Paulina a Serena al oído hizo que confiase más en él.

"Mucho mejor que Nevan"

Ricardo fue a descansar. ¿Cómo iba a darle utensilios de pesca a aquel herrero si en cuanto cogiese la gema iba a volver al nexo? El misterio se resolvió pronto. Paulina era también herrera e hizo un arreglo que impresionó a Ricardo. Hizo que los pantalones del Gran Maestro Xin estuviesen cubiertos de adminio. El herrero había enviado de algún modo parte de su adminio al Nexo con una nota de agradecimiento.

Sin embargo, lo más curioso fue lo que dijo Paulina al terminar esos pantalones:

"Puede ser que me haya vuelto loca, pero tener esos pantalones en mis manos fue tan maravilloso que tuve una alucinación. Una visión donde Ricardo se fijaba finalmente en mí."