(heliceo es el mapmaker que hizo Ragecraft 2, un mapa Complete the Monument del videojuego Minecraft. Basándome en la decoración de dicho mapa, he elaborado esta historia. El crédito debe ser mencionado, por supuesto.)
Esta vez hacía un día muy soleado. Eso fue en lo primero que se fijó Ricardo antes de aventurarse en la zona que marcaría su paso por este desafío. Considerando el buen día como un magnífico augurio, se preparó para el siguiente desafío. El problema eran los libros. No sabía si llevarse uno de los dos o ninguno. Ambos eran increíbles, pero la capacidad de llevarlos es limitada. Decidió llevarse la Hachecutadora, su armadura de siempre con los pantalones del Gran Maestro Xin y la máscara reptiliana.
- Si no te decides, será de noche antes de que entres allí.
Paulina entraba en el almacén para ver a Ricardo debatirse entre sus objetos.
- Es que es muy difícil. Creo que debería llevarme uno de ellos, pero no puedo - Dijo Ricardo aún preocupado por ello.
- Pues no lo hagas. Si vas más cómodo, mejor podrás luchar, ¿no?
Hizo caso a sus palabras. No porque tuviesen razón, sino porque confiaba en Paulina. No se lo pensó dos veces y guardó los libros en la misma caja que la G.M.P., la poción que consiguió en los Laboratorios Magma tiempo atrás. Aún conservaba su color y brillo característicos.
Sonriendo ligeramente, fue hacia el altar de la gema morada. Paulina estuvo frente a Ricardo hasta que este cerró los ojos y desapareció de su vista de nuevo.
¿Una cueva? ¿Un desierto? Lo cierto es que no se sabe por qué pueden crecer cactus en este lugar con esa combinación. Sin embargo, eso no era lo que más impactó a Ricardo. El fantasma que lo iba a acompañar era un tanto inusual con respecto a su apariencia.
Un hombre de cabellos largos castaños recogidos en una coleta, barba abundante y ojos también castaños. Llevaba un chaleco amarillento junto a una camiseta de mangas cortas negra. El factor interesante es el martillo que llevaba. Un martillo cuya empuñadura era enormemente grande. Este era Manuel, el fantasma que acompañaría a Ricardo por este curioso lugar.
- Hola. ¿Todo bien?
- Eso espero, sí.
- Soy Manuel y estás en las Cuevas de la Trinidad - Dijo con un gesto de poco interés.
- ¿De la Trinidad?
- Sí. Decían que en esta cueva nacieron una especie de tres dioses: Cobalus, Meda y Protox.
- Está bien. De dioses estamos hablando, ¿eh?
Ricardo murmuró eso último, asintió y se adentró en la cueva. Manuel comenzó a advertirle de los peligros del camino.
- Ten cuidado con las arenas movedizas. Hay muchas aquí, y pueden ponerte en apuros. También hay que intentar que esos malditos Lanzabombas no te alcancen, porque son destructivos. Además, han dejado minas enterradas por toda la cueva, así que en cualquier momento puede explotar el suelo. Son varias cosas, sí.
Hablaba como si hablase consigo mismo. Ricardo lo escuchaba sin prestar demasiada atención pese a que había entendido lo importante: Muchos peligros acumulados entre pólvora y arena. Avanzando, encontró a sus primeros contrincantes. Unas personas que no tenían pinta de estar en un estado de salud bueno eran esos Lanzabombas cargados de explosivos. Artefactos empezaban a llover y explotar al contacto con el suelo. El terreno se deformaba fácilmente, con lo que Ricardo tenía que actuar rápidamente. Los enemigos apenas tuvieron tiempo de reaccionar ante la maestría que ha ido adquiriendo Ricardo para asesinar rápidamente. El problema fue que al caer al suelo los cuerpos de los Lanzabombas, también explotaban. Eso fue un golpe inesperado que hizo caer al elegido sobre la arena debido a la onda expansiva.
Todo explota en este lugar. Esa fue la mentalidad de Ricardo mientras se levantaba. Estaba en lo cierto, pues al levantarse volvió a caer por una explosión que tuvo lugar bajo tierra. Justo debajo de los pies de Ricardo. Afortunadamente no fue letal ni causó daño alguno al elegido porque esas minas estaban plantadas a gran profundidad. Simplemente fue un susto bastante grande para él.
- ¿No me van a dar un respiro?
- Ya has visto que hay que tener cuidado con las explosiones. Las va a haber por todas partes.
- Pues vaya. No quiero quedarme sordo.
- ¿Qué dijiste?
Ricardo suspiró. Al parecer, la sordera había afectado al fantasma que murió aquí. Tenía sentido. Varias explosiones se escucharon a lo lejos. Extrañado, fue a comprobarlo. Los Lanzabombas que caían tropezando con sus pasos torpes sobre la arena no podían salvarse de su destino. Todos y cada uno de ellos estaban destinados a convertirse en pólvora. Ricardo se dijo que pensaría en esto más tarde. Ahora estaba ocupado corriendo por la Cueva de la Trinidad buscando la gema. Cuanto más avanzaba, mayor era la cantidad de explosiones y más eran los Lanzabombas que dejaban de arrojar sus explosivos y se lanzaban contra Ricardo para explotar. Unos auténticos suicidas.
- ¡Esto no es normal! ¡Voy a correr!
El elegido prefirió avanzar rápidamente por la cueva. Con la agilidad de los pantalones de Xin era tarea sencilla, pero las arenas movedizas empezaron a jugarle malas pasadas a Ricardo. Estaba atrapado. No podía mover sus piernas pese a estar aplicando toda su fuerza. Un Lanzabombas se acercó y lo encontró con las piernas ya hundidas casi totalmente. Ese Lanzabombas fue el salvador del elegido en ese instante. Se tiró al suelo y con la explosión reestructuró el terreno, pudiendo Ricardo salir de la trampa natural. Él se quedó impresionado. Había visto que ese enemigo sonreía afablemente.
Continuó su carrera entre explosiones. El ambiente olía a pólvora por todas partes. El humo ascendía hasta el techo de la cueva. No podía guiarse por sonido alguno. Agarró su Hachecutadora fuertemente y siguió corriendo hasta ver una especie de pilar de fuego. Impresionado, tropezó y cayó en la arena. Ese suelo donde cayó se hundió por una explosión interior como la que sucedió antes. Ricardo acabó cubierto de arena. Pero no se rindió. No importaba las veces que cayese, porque no se rendiría.
Unas escaleras de roca rodeaban a una distancia demasiado prudente el pilar de fuego mencionado. No era una obra normal. Era la obra de algún dios. Ricardo ascendió por las escaleras lo más rápido que pudo y se detuvo al final de ellas. Había un asiento de piedra pulida justo enfrente del pilar para poder contemplarlo. Se dio cuenta de que Manuel no estaba por ninguna parte.
"Siéntate. Es la hora."
Ricardo escuchó que esa voz provenía directamente del fuego. Tuvo la sensación de haberla escuchado antes. Sin darle mayor importancia, obedeció y se sentó, pues estaba bastante cansado.
"Soy Meda. Un miembro de la Trinidad. Tus respuestas aquí decidirán los destinos."
Ricardo asintió. Aún así, estaba impactado por todo lo que estaba sucediendo.
"¿Piensas que sólo existe una vida? ¿Sí o no?"
Tuvo que pensarse la pregunta. No era algo convencional, pero él contestó.
- No. Hay más.
- Bien. Siguiente cuestión: ¿La muerte es un castigo de los dioses? ¿Sí o no?
- No. Somos los humanos los que morimos de viejos porque nuestro cuerpo no aguanta.
- Bien. Siguiente pregunta: ¿Serías capaz de enfrentarte a un dios?
- ...
Ricardo tuvo que meditar esta pregunta bastante rato. La respuesta fue:
- Sí. Lo sería.
- Muy bien. Última pregunta: ¿Quieres desafiar a ese dios?
Ricardo estaba a punto de decidir algo importante. Él lo sabía y pensó cuidadosamente su respuesta.
- Sí. Lo desafío.
Notó cómo el pilar de fuego se hacía más poderoso, como si se hubiese enfadado. Ricardo puso mano en la Hachecutadora.
- Has terminado con esta cueva, bravo humano. Tienes la gema morada detrás de tu asiento. Ahora todo va a ser más difícil. Protox es el encargado de derrotarte y tú eres el encargado de derrotar a Protox. Enhorabuena, eres el segundo que consigue la posible resurrección en masa.
- ¿Eso significa que si supero este desafío podremos revivir todos los fantasmas?
- Eso es. Nevan ya lo intentó antes que tú. Sin embargo, Protox la derrotó en el último momento. Ahora tú eres quien debe intentar cumplir ese desafío.
- Ese desafío de vida. Voy a cumplirlo.
Ricardo se levantó, agarró la gema morada y volvió directamente al Nexo. Todos los fantasmas lo estaban esperando en la sala de altares.
- ¿Qué hay aquí? ¿Por qué se reunieron todos?
- Cuéntales, Ricardo - Dijo Paulina -. ¿Qué tal te fue allí?
- Que he aceptado el desafío de vida. La resurrección en masa no es una posibilidad. Vais a revivir como yo me llamo Ricardo.
Hubo vítores entre todos los fantasmas. Ahora su destino estaba en manos de Ricardo. Colocando la gema morada en su lugar tras haber tenido tal recibimiento, sucedió lo increíble. Manuel apareció y todos los fantasmas que rodeaban a Ricardo se materializaron. Ya no podían flotar ni atravesar paredes. Eran personas. Seres humanos.
- Hacía tiempo que no me sentía así - Dijo Gabriela.
- Ahora sí que vamos a divertirnos - Comentó alegremente Paulina.
- Me gusta. Esto se pone interesante - Dijo Francisco.
- Voy a poder terminar ese libro que había en el Nexo la última vez - Pensó Luisa.
- Confío a partir de ahora en este hombre, sin duda - Añadió Víctor.
- Estaré para servir a mi señor en lo que necesite - Continuó Mimi con una reverencia.
- ¡Vamos a machacarlos! - Siguió Cristina dando un pisotón adelante.
- Parece que ahora está a nuestro alcance de nuevo. No podemos fallar esta vez - Reflexionó Luis.
- Vamos a por todas. Sabemos cómo ganar - Incluyó Rubén.
- Y vamos a resurgir de nuestras cenizas como el Fénix - Concluyó Manuel.
- Con todo este apoyo... No sé cómo no lo conseguisteis con Nevan.
Todos agacharon la mirada.
- Oh. Es cierto. ¿Pero por qué esas caras? Voy a reviviros a todos vosotros. Nevan incluida. Ese Protox no va a ser rival para mí.
Todos se concienciaron un poco. La capacidad de subir la moral que tenía Ricardo era increíble. De pronto, recordó que le faltaba hacer una pregunta.
- Manuel. ¿Cómo moriste en las Cuevas de la Trinidad?
- Fue muy injusto. Sólo por no creer en los dioses el pilar de fuego me mató.
Y la misma mirada, esta vez en forma humana, estaba ahí. Todos seguían mintiendo, como siempre. Tendrían sus razones, pero empezaba a ser cansino. Una vez retirada la reunión por ese día de emociones fuertes, Ricardo fue a descansar en su habitación. Los salones libres fueron ocupados por la reciente llegada de tanta gente que antes no necesitaba dormir. Ricardo se tumbó en su cama.
- En realidad, vivimos como ese Lanzabombas. Nos sacrificamos por los demás. Eso no sirve con todos nosotros. Algunos se lo acaban creyendo más que otros y se preocupan por sí mismos. Es curioso que piense estas cosas una vez muerto y estando al borde de la muerte al mismo tiempo. Estoy realmente cansado. Tanta explosión me retumba la cabeza. Mejor descanso un rato.
Paulina se quedó dormida sentada al otro lado de la puerta de Ricardo. Despertó antes que él, con lo que no fue descubierta. Ese sentimiento parecía ahogarla todo el tiempo. Se ahogaba y no podía salir a la superficie. No podía apenas acercarse a Ricardo sin que se notase al rato que se sonrojaba. Decidió tomarse un baño en cuanto despertó. Para ocultar la vergüenza que sentía tras dormirse en la puerta del elegido, un baño muy frío era la solución.
Historietas de fantasía que escribo en mi tiempo libre. Los personajes: Edward Yolag, Lucas Tefd, Bart Chill, Gerald Paul, Edgar Eagler, Paulina Gao, Liza Carr, Gabriella, Mimi, Zac y Zerofrost son de mi invención y de mis compañeros. El resto de personajes descritos pertenecen o están basados en diferentes compañías.
domingo, 25 de octubre de 2015
domingo, 18 de octubre de 2015
Desafío de Vida #13: El Abismo Desmoronado (Tributo a heliceo)
(heliceo es el mapmaker que hizo Ragecraft 2, un mapa Complete the Monument del videojuego Minecraft. Basándome en la decoración de dicho mapa, he elaborado esta historia. El crédito debe ser mencionado, por supuesto.)
El día que Ricardo se disponía a aventurarse en la siguiente prueba, fue el primer día que no hacía pleno sol en el Nexo. El cielo estaba cubierto de nubes que no amenazaban lluvia, pero aún así, parecería un presagio para los más supersticiosos.
Ricardo estaba listo y equipado para todo. "Cazadora de Sombras" guardada a la espalda, Hachecutadora en la mano derecha, pantalones del Gran Maestro Xin puestos y Máscara Reptiliana en la cabeza.
"Creo que no puedo seguir llevando el Libro Rojo. Lo guardaré junto a la poción. Creo que puedo prescindir de él un tiempo."
Era cierto que Ricardo no podía llevarse consigo todas sus herramientas valiosas. Simplemente no podía cargar con ellas. Iba a perder el poder del fuego, pero lo iba a compensar con el arco. Esa era su estrategia.
Paulina estaba a su lado en la sala de los altares. El resto se ocupaba de otros asuntos y no parecía importarles mucho lo que Ricardo hacía.
- Suerte. Seguro que lo consigues.
- Gracias, Pau. Allá voy.
Ricardo desapareció del altar y se encontró en un pasillo estrecho que daba a una gran cueva. No estaba muy bien iluminada, lo que hacía la visión un tanto dificultosa de más. Ricardo se disponía a avanzar cuando la voz del fantasma lo interrumpió.
"¡No des ni un paso!"
Ricardo paralizó su movimiento y devolvió lentamente su pierna a la posición original. Apareció el fantasma de Rubén, el que iba a ayudar a Ricardo en la medida de lo posible este tramo. Tenía el cabello castaño muy oscuro y sus ojos eran marrones. Lo que destacaba de él era su vestimenta. Solo de tonos azules perfectamente combinados entre sí. Llevaba además una capa con la parte de los hombros repleta de plumas.
- Estás en el Abismo Desmoronado. Este lugar es muy peligroso. El peligro acecha en cualquier momento y es inevitable.
- ¿Incluso dando un paso?
- Nunca sabes cuándo va a romperse el suelo a tus pies. Y debajo de este suelo, el abismo.
- Entonces...
- Ten mucho cuidado. Yo caí al abismo inevitablemente. Espero que no te ocurra lo mismo. Cuando escuches ruidos extraños, ten cuidado. Mantente en zonas elevadas.
- Entendido.
Ricardo pisaba cuidadosamente el suelo de piedra y corrió hasta la primera elevación del terreno que vio. Una voz de agonía resonó por toda la cueva. Eso hizo que parte del suelo inferior se rompiese y se viera un abismo sin fondo. El elegido se estremeció.
- ¡Esto no es justo! ¡No puedo saber dónde o cuándo tengo que pisar!
- Intenta pensar en algo. Yo ya te dije todo lo que podia aconsejarte. Esos gritos tienen nombre. Los llaman "Terrores del Abismo". Si se llaman así, es por algo...
Rubén tenía razón. Era un lugar terrorífico. La muerte estaba a sus pies. En cualquier momento lo arrastraban al abismo. Ricardo hizo balance de sus posesiones e intentó encontrar algo útil.
Un arco, un hacha y su armadura. No traía nada más. También pensó en atravesar la cueva caminando cerca de sus paredes, pero en cuanto se quedó mirando un momento a dichas paredes, Rubén advirtió otra cosa.
- Las paredes son peligrosas también. ¿Ves que están como congeladas? Ese hielo no es normal. Hace daño. Te da escalofríos y sientes que se te paraliza el cuerpo.
Ricardo se quedaba sin opciones. Tenía que enfrentarse al abismo de la manera más arriesgada posible. De hecho, parecía la única manera posible. Buscó lo que parecía la próxima elevación de la cueva y corrió hacia ella lo más rápido que pudo. Se escucharon los chillidos de un Terror del Abismo durante el trayecto, y el suelo que estaba a la derecha del camino de Ricardo se desmoronó. La respiración del elegido se detuvo, pero su movimiento no. Continuó hasta poder llegar a la siguiente zona segura. Eso creyó él.
- ¡Espíritus Helados! ¡Ten cuidado!
Rubén alertó a Ricardo del peligro que se aproximaba. Una especie de fantasmas con forma humana y un bloque de hielo como cabeza se estaban acercando a la posición segura. Flotaban a una velocidad muy baja. Esa era la ventaja. Ricardo cogió la Cazadora de Sombras y empezó a dispararles uno a uno. Con calma, pudo detenerlos a todos mientras seguían sonando más Terrores del Abismo y el suelo seguía derrumbándose. No era una sensación agradable.
Moverse rápidamente a la siguiente zona era prioritario ahora. Si no continuaba rápidamente, acabaría atrapado en una isla sin suelo por el que salir. Los Terrores del Abismo eran más frecuentes mientras avanzaba. Ricardo respiró hondo y corrió.
El suelo seguía cayendo. Un paso en falso de Ricardo podía ser su muerte. Además, se cruzaron por el camino dos Espíritus Helados. El elegido pensó rápidamente y, encontrando un punto para pasar entre los dos, se decantó por cortar con su Hachecutadora al de la derecha. Él no contaba con que el espíritu de la izquierda lo alcanzaría en el aire y lo empujaría varios metros.
Ricardo había asegurado su vida aniquilando al de la derecha. El espíritu que lo empujó lo llevó violentamente hasta la zona segura que el elegido quería aunque no se esperaba tal empujón. El daño que se había hecho contra la piedra no era leve.
- Van a ser molestos los espíritus estos...
- Con el empujón que te han dado... Si te tiran al abismo no lo cuentas.
Algo frenó un poco la caída de Ricardo. Un libro medio enterrado muy parecido a alguno del Pequeño Imperio. Lo abrió y se encontró algo bastante interesante.
- Entiendo. Qué gran idea. Esto es muy conveniente.
Ricardo pronunció algo en idioma enano mientras tenía el libro abierto y una especie de viento helado visible lo rodeó. Esto hizo que corriese a una velocidad increíble. Pasó a la siguiente zona segura sin problemas. Sin embargo, el final estaba cerca y no iba a ser más fácil que lo anterior.
La siguiente zona segura tenía la gema cian en el centro. Estaba rodeada por Espíritus Helados. Sin embargo, no había ningún tipo de suelo por el que cruzar hasta allí. Solo las paredes eran el lugar disponible para ello.
- Si no tropiezo, tengo la gema.
- ¿Qué? ¿Vas a saltar?
- Eso es. Observa bien. Tengo todo listo.
Ricardo se tomó un tiempo para respirar hondo y dar un salto con el libro abierto en la mano izquierda y la Hachecutadora en la derecha. Mientras estaba volando por encima de la nada con los gritos de los Terrores del Abismo, gritó:
"!!!Luiaga!!!"
Resonó en toda la cueva. En cuanto puso los pies en el suelo de la zona segura, una gran parte del suelo alrededor de Ricardo se convirtió en hielo. Los espíritus helados no se movieron y dejaron que el elegido terminase con esta prueba tan peligrosa agarrando la gema cian y levantándola con su mano izquierda tras guardar el libro nuevo que había adquirido. Traduciendo del idioma enano, "Luiaga" significa "Lago Helado de la Furia"
De vuelta instantánea en el Nexo, Ricardo colocó la gema en su sitio y habló con Rubén.
- ¿Cómo moriste en ese lugar, Rubén?
- Ya te lo dije, caí al abismo.
Ricardo se quería asegurar de que la mirada seguía siendo la misma. La mirada de la mentira fantasma. Algún día descubrirá todos sus secretos. Será su misión secundaria antes de concluir este desafío de vida. Ricardo está decidido a vencer y volver a la vida.
- ¿Sigues tan solitario como siempre, Ricardo? - Dijo Paulina.
- Eso es. No puedo apenas hablar con vosotros. Me centro demasiado en mis intereses y en querer superar esto de una vez.
- No te preocupes. En cuanto derrotes la siguiente zona es posible que nos tengas alrededor tuya todo el tiempo. Solo si consigues hacer algo especial.
- ¿El qué?
- No lo sabemos. La última que fue elegida y cayó en la última prueba era nuestra esperanza. Hay algo en el siguiente lugar que te permite revivirnos a todos nosotros si consigues superar el desafío.
- ¿En serio?
- Dependiendo de si consigues ese trato, estaremos apoyándote o no.
- Y... ¿Tú por qué me apoyas desde ahora?
- Porque... Supongo que porque me caes bien.
- Vale. Yo voy a descansar del todo. Me duelen las piernas de tanto correr. Gracias, Pau.
Ricardo volvió a su habitación. No pudo ver que la cara de Paulina enrojeció mucho al terminar su conversación. Un fantasma que está a punto de explotar. Eso es Pau. Se ha enamorado de Ricardo. Confía plenamente en él. Ella está segura de que puede conseguirlo. Eso se lo dice su corazón. Un corazón que puede estallar en cualquier momento.
El día que Ricardo se disponía a aventurarse en la siguiente prueba, fue el primer día que no hacía pleno sol en el Nexo. El cielo estaba cubierto de nubes que no amenazaban lluvia, pero aún así, parecería un presagio para los más supersticiosos.
Ricardo estaba listo y equipado para todo. "Cazadora de Sombras" guardada a la espalda, Hachecutadora en la mano derecha, pantalones del Gran Maestro Xin puestos y Máscara Reptiliana en la cabeza.
"Creo que no puedo seguir llevando el Libro Rojo. Lo guardaré junto a la poción. Creo que puedo prescindir de él un tiempo."
Era cierto que Ricardo no podía llevarse consigo todas sus herramientas valiosas. Simplemente no podía cargar con ellas. Iba a perder el poder del fuego, pero lo iba a compensar con el arco. Esa era su estrategia.
Paulina estaba a su lado en la sala de los altares. El resto se ocupaba de otros asuntos y no parecía importarles mucho lo que Ricardo hacía.
- Suerte. Seguro que lo consigues.
- Gracias, Pau. Allá voy.
Ricardo desapareció del altar y se encontró en un pasillo estrecho que daba a una gran cueva. No estaba muy bien iluminada, lo que hacía la visión un tanto dificultosa de más. Ricardo se disponía a avanzar cuando la voz del fantasma lo interrumpió.
"¡No des ni un paso!"
Ricardo paralizó su movimiento y devolvió lentamente su pierna a la posición original. Apareció el fantasma de Rubén, el que iba a ayudar a Ricardo en la medida de lo posible este tramo. Tenía el cabello castaño muy oscuro y sus ojos eran marrones. Lo que destacaba de él era su vestimenta. Solo de tonos azules perfectamente combinados entre sí. Llevaba además una capa con la parte de los hombros repleta de plumas.
- Estás en el Abismo Desmoronado. Este lugar es muy peligroso. El peligro acecha en cualquier momento y es inevitable.
- ¿Incluso dando un paso?
- Nunca sabes cuándo va a romperse el suelo a tus pies. Y debajo de este suelo, el abismo.
- Entonces...
- Ten mucho cuidado. Yo caí al abismo inevitablemente. Espero que no te ocurra lo mismo. Cuando escuches ruidos extraños, ten cuidado. Mantente en zonas elevadas.
- Entendido.
Ricardo pisaba cuidadosamente el suelo de piedra y corrió hasta la primera elevación del terreno que vio. Una voz de agonía resonó por toda la cueva. Eso hizo que parte del suelo inferior se rompiese y se viera un abismo sin fondo. El elegido se estremeció.
- ¡Esto no es justo! ¡No puedo saber dónde o cuándo tengo que pisar!
- Intenta pensar en algo. Yo ya te dije todo lo que podia aconsejarte. Esos gritos tienen nombre. Los llaman "Terrores del Abismo". Si se llaman así, es por algo...
Rubén tenía razón. Era un lugar terrorífico. La muerte estaba a sus pies. En cualquier momento lo arrastraban al abismo. Ricardo hizo balance de sus posesiones e intentó encontrar algo útil.
Un arco, un hacha y su armadura. No traía nada más. También pensó en atravesar la cueva caminando cerca de sus paredes, pero en cuanto se quedó mirando un momento a dichas paredes, Rubén advirtió otra cosa.
- Las paredes son peligrosas también. ¿Ves que están como congeladas? Ese hielo no es normal. Hace daño. Te da escalofríos y sientes que se te paraliza el cuerpo.
Ricardo se quedaba sin opciones. Tenía que enfrentarse al abismo de la manera más arriesgada posible. De hecho, parecía la única manera posible. Buscó lo que parecía la próxima elevación de la cueva y corrió hacia ella lo más rápido que pudo. Se escucharon los chillidos de un Terror del Abismo durante el trayecto, y el suelo que estaba a la derecha del camino de Ricardo se desmoronó. La respiración del elegido se detuvo, pero su movimiento no. Continuó hasta poder llegar a la siguiente zona segura. Eso creyó él.
- ¡Espíritus Helados! ¡Ten cuidado!
Rubén alertó a Ricardo del peligro que se aproximaba. Una especie de fantasmas con forma humana y un bloque de hielo como cabeza se estaban acercando a la posición segura. Flotaban a una velocidad muy baja. Esa era la ventaja. Ricardo cogió la Cazadora de Sombras y empezó a dispararles uno a uno. Con calma, pudo detenerlos a todos mientras seguían sonando más Terrores del Abismo y el suelo seguía derrumbándose. No era una sensación agradable.
Moverse rápidamente a la siguiente zona era prioritario ahora. Si no continuaba rápidamente, acabaría atrapado en una isla sin suelo por el que salir. Los Terrores del Abismo eran más frecuentes mientras avanzaba. Ricardo respiró hondo y corrió.
El suelo seguía cayendo. Un paso en falso de Ricardo podía ser su muerte. Además, se cruzaron por el camino dos Espíritus Helados. El elegido pensó rápidamente y, encontrando un punto para pasar entre los dos, se decantó por cortar con su Hachecutadora al de la derecha. Él no contaba con que el espíritu de la izquierda lo alcanzaría en el aire y lo empujaría varios metros.
Ricardo había asegurado su vida aniquilando al de la derecha. El espíritu que lo empujó lo llevó violentamente hasta la zona segura que el elegido quería aunque no se esperaba tal empujón. El daño que se había hecho contra la piedra no era leve.
- Van a ser molestos los espíritus estos...
- Con el empujón que te han dado... Si te tiran al abismo no lo cuentas.
Algo frenó un poco la caída de Ricardo. Un libro medio enterrado muy parecido a alguno del Pequeño Imperio. Lo abrió y se encontró algo bastante interesante.
- Entiendo. Qué gran idea. Esto es muy conveniente.
Ricardo pronunció algo en idioma enano mientras tenía el libro abierto y una especie de viento helado visible lo rodeó. Esto hizo que corriese a una velocidad increíble. Pasó a la siguiente zona segura sin problemas. Sin embargo, el final estaba cerca y no iba a ser más fácil que lo anterior.
La siguiente zona segura tenía la gema cian en el centro. Estaba rodeada por Espíritus Helados. Sin embargo, no había ningún tipo de suelo por el que cruzar hasta allí. Solo las paredes eran el lugar disponible para ello.
- Si no tropiezo, tengo la gema.
- ¿Qué? ¿Vas a saltar?
- Eso es. Observa bien. Tengo todo listo.
Ricardo se tomó un tiempo para respirar hondo y dar un salto con el libro abierto en la mano izquierda y la Hachecutadora en la derecha. Mientras estaba volando por encima de la nada con los gritos de los Terrores del Abismo, gritó:
"!!!Luiaga!!!"
Resonó en toda la cueva. En cuanto puso los pies en el suelo de la zona segura, una gran parte del suelo alrededor de Ricardo se convirtió en hielo. Los espíritus helados no se movieron y dejaron que el elegido terminase con esta prueba tan peligrosa agarrando la gema cian y levantándola con su mano izquierda tras guardar el libro nuevo que había adquirido. Traduciendo del idioma enano, "Luiaga" significa "Lago Helado de la Furia"
De vuelta instantánea en el Nexo, Ricardo colocó la gema en su sitio y habló con Rubén.
- ¿Cómo moriste en ese lugar, Rubén?
- Ya te lo dije, caí al abismo.
Ricardo se quería asegurar de que la mirada seguía siendo la misma. La mirada de la mentira fantasma. Algún día descubrirá todos sus secretos. Será su misión secundaria antes de concluir este desafío de vida. Ricardo está decidido a vencer y volver a la vida.
- ¿Sigues tan solitario como siempre, Ricardo? - Dijo Paulina.
- Eso es. No puedo apenas hablar con vosotros. Me centro demasiado en mis intereses y en querer superar esto de una vez.
- No te preocupes. En cuanto derrotes la siguiente zona es posible que nos tengas alrededor tuya todo el tiempo. Solo si consigues hacer algo especial.
- ¿El qué?
- No lo sabemos. La última que fue elegida y cayó en la última prueba era nuestra esperanza. Hay algo en el siguiente lugar que te permite revivirnos a todos nosotros si consigues superar el desafío.
- ¿En serio?
- Dependiendo de si consigues ese trato, estaremos apoyándote o no.
- Y... ¿Tú por qué me apoyas desde ahora?
- Porque... Supongo que porque me caes bien.
- Vale. Yo voy a descansar del todo. Me duelen las piernas de tanto correr. Gracias, Pau.
Ricardo volvió a su habitación. No pudo ver que la cara de Paulina enrojeció mucho al terminar su conversación. Un fantasma que está a punto de explotar. Eso es Pau. Se ha enamorado de Ricardo. Confía plenamente en él. Ella está segura de que puede conseguirlo. Eso se lo dice su corazón. Un corazón que puede estallar en cualquier momento.
domingo, 11 de octubre de 2015
Desafío de Vida #12: Los Terrenos de Caza (Tributo a heliceo)
(heliceo es el mapmaker que hizo Ragecraft 2, un mapa Complete the Monument del videojuego Minecraft. Basándome en la decoración de dicho mapa, he elaborado esta historia. El crédito debe ser mencionado, por supuesto.)
Un día más en el Nexo, donde Ricardo cada vez tiene más compañeros, más herramientas impresionantes y más problemas para superar las zonas. Solo lleva la mitad del camino hecho. Ocho gemas de las dieciséis que se pueden insertar en la sala de trofeos son las demostraciones de supervivencia hasta el momento de Ricardo.
Pero el elegido tenía una sensación extraña en su estancia en el Nexo. Muchos de los fantasmas apenas hablaban con él. Paulina era la excepción, pero eso no quitaba que los demás apenas conversaran con él. Pau fue la única que lo acompañó a la sala de los altares.
- Venga, que tú puedes. No irás a caer habiendo llegado tan lejos, ¿no?
Ricardo asintió. Esta vez cambió el casco metálico que lo acompañó en la zona anterior por la máscara que recogió del Fuerte Reptiliano. Estuvo comprobando si tenía algo en especial y, en efecto, lo tenía. Esa máscara, de algún modo, aumentaba la fuerza de Ricardo, quien tuvo que reconstruir el muñeco de entrenamiento del Nexo tras destrozarlo de un solo golpe.
De este modo, el aspecto de Ricardo era muy peculiar. Una máscara reptiliana, los pantalones de cuero del Gran Maestro Xin, un peto de metal, la Hachecutadora y el Libro Rojo atado dentro de su armadura.
Cerró los ojos y, al abrirlos, se encontraba en una sala cerrada y decorada con mosaicos en las paredes. Una voz desconocida habló.
- Bienvenido a los Terrenos de Caza. Como verás, no vas a estar solo. Cazadores y bestias en un bosque helado es lo que te vas a encontrar en este juego de supervivencia.
- ¿Juego?
- Lo más importante. Tienes diez minutos para cazar una bestia o matar un cazador. Si no, morirás. Ese es el juego. O matas, o mueres. Cada vez que consigas uno de esos dos objetivos, tendrás otros diez minutos de vida.
- ¿Por qué estoy en este lugar?
- No vamos a restarte tiempo explicándote las reglas. Así, en cuanto escojas una de las dos herramientas de caza que te ofrecemos, comenzará tu partida.
- ¿Herramientas de caza?
- Ahí las puedes ver.
Atravesó la pared un hombre vestido de rojo que llevaba un arco en su mano izquierda y una espada en la derecha. Extendió sus brazos en cruz y dio a elegir a Ricardo entre una de esas dos armas. La voz volvió a hablar.
- ¿Quieres la "Cazadora de Sombras"? Un arco que no necesita flechas para disparar es increíble. ¿O prefieres la "Furia Ártica"? Una espada que congela a los enemigos que toca es sublime.
Ricardo se lo pensó un minuto y agarró el arco. "Cazadora de Sombras" iba a ser su nueva compañera de batalla.
- Pues ya has elegido tu destino. ¡Adelante, que comience el Terreno de Caza!
Ricardo apareció de repente en un bosque nevado. El clima frío iba a impedir su libre movimiento, pues sus pies enterrados en nieve dificultaban el avance. Se escuchó la voz de nuevo.
"Ricardo ha entrado en los Terrenos de Caza. ¡El mejor cazador del momento es: Anya, con 22 puntos!"
Ricardo estaba confuso. Realmente era un juego, pero radicaba en la supervivencia. Ricardo probó el arco mientras avanzaba. Una flecha grisácea era lanzada cuando destensaba el arco, aún cuando no había ninguna flecha en él. Dichas flechas desaparecían poco después de clavarse. Una herramienta muy interesante.
Ricardo llevaba dos minutos caminando por el bosque. Tenía ocho minutos restantes de vida. A pesar de todo, la fortuna sonrió al elegido y lo hizo toparse con un lobo gris. No era de gran tamaño, y con una rápida flecha de Ricardo cayó al suelo aullando en agonía hasta morir.
- Aquí no tienen en cuenta a los pobres animales... - Pensó Ricardo.
Aunque haya renovado su tiempo de vida a diez minutos, aún quedaban peligros. Una flecha común se clavó en el tronco de un árbol cercano a Ricardo mientras continuaba su camino. Un cazador había fallado el disparo. El elegido se puso a cubierto. Tenía nueve minutos para acertarle a su enemigo. No lo había visto aún, pero la flecha vino del oeste, con lo que tenía una referencia sobre el paradero de su enemigo.
Otra flecha clavada en el otro lado del tronco donde se escabullía Ricardo fue la señal que utilizó para salir de su refugio y avanzar un poco hasta otro árbol. El tiempo de recarga de una flecha depende de la velocidad del arquero. Si no son expertos, no tardarán poco en recolocar sus flechas.
Seis minutos restantes y Ricardo empezaba a impacientarse. Cogió la Hachecutadora y volvió abiertamente al bosque. Vio al otro cazador, quien disparó rápidamente pero con pésima puntería debido al nerviosismo viendo que su enemigo tenía un arma cuerpo a cuerpo. No pudo esconderse. Ricardo saltó hacia él y en tres golpes de Hachecutadora estaba muerto. Volvía a estar manchado de sangre.
"Fer ha sido asesinado. Su asesino se lleva sus puntos. ¡El mejor cazador del momento es: Anya, con 24 puntos!"
Ricardo se preguntó cuántos puntos tendría su enemigo. No podía saberlo. Continuó rápidamente su avance. Tenía diez minutos de nuevo.
Encontró una caseta de madera. Entró cautelosamente en ella, para evitar emboscadas, y vio que había un libro abierto dentro de una caja cristalina. Lo que ponía en letras grandes era indescifrable. Una voz distinta habló esta vez.
- Ahí pone: "El lugar donde se cruza la hoja victoriosa y la flecha."
Era el fantasma que iba a acompañar a Ricardo. Tenía el pelo castaño corto y sus ojos eran del mismo color. Llevaba un pequeño abrigo gris y un arco en sus manos.
- Eres el fantasma, ¿verdad? Gracias. Soy Ricardo. Dime tu nombre mientras sigo caminando. No puedo perder ni un segundo.
- Soy Luis. Ex-Cazador de los Terrenos de caza.
- ¿Cómo moriste aquí?
- Me dispararon una flecha en mi rodilla y caí al desfiladero.
- ¿Desfiladero?
- Sí. Más adelante hay un barranco. Es en esa zona donde hay más cazadores. Muchas veces se convierte en una masacre.
Seis minutos restantes. Ricardo llega a la zona del desfiladero. Se pueden escuchar montones de criaturas y de pasos sobre la nieve. Una flecha pasó rozando la cabeza del elegido. Sin embargo, ese no era su mayor problema. Una mujer saltó hacia él para batallar cuerpo a cuerpo. Ricardo fue derribado y estuvo a punto de recibir las garras que tenía su enemiga como manos. Lo que sucedió fue que él había balanceado sus piernas de modo que su rival acabara pasándose de largo en su derribo. Ricardo fue más rápido levantándose y, con la Hachecutadora, intentó atacar a la mujer derribada.
Ella consiguió desviar el hachazo con las garras de sus guantes y se levantó de un salto.
- Me quedan tres minutos. No insistas - Dijo ella -.
- Yo tengo cuatro y medio. Inténtalo.
La mujer chilló y se volvió a abalanzar sobre Ricardo. Él simplemente atacó frontalmente y, gracias a la fuerza de su máscara, paró el ataque de su contrincante y la enterró en la nieve del suelo.
- Reconozco que eso ha sido increíble - Añadió Luis -.
Ricardo continuaba intentando descifrar el acertijo del libro. Así que intentó hacer algo distinto para matar a su aturdida rival. Sacó su arco y disparó en su cabeza.
"Anya ha sido asesinada. Su asesino se lleva sus puntos. ¡El mejor cazador del momento es: Ricardo, con 33 puntos!"
"¡Ricardo ha superado los treinta puntos y va a enfrentarse a Durren en... El Lago Congelado!
Todos los cazadores estaban perplejos. Algunos de ellos habían huido de las garras de Anya, con lo que sabían de lo que ella era capaz. Que alguien la hubiese derrotado era una proeza.
Pero los que conocían a Durren, sabían que no tendría alguna posibilidad. Durren es el comandante enano. El que no estuvo en el pequeño imperio en su momento.
El elegido fue llevado repentinamente al lago helado, frente a Durren.
- Ricardo. El conquistador del Pequeño Imperio. MI Imperio. Vas a pagar por lo que hiciste derrotándote en justo duelo.
- Espero que sea digno rival para mí, Durren.
Ambos lanzaron un par de flechas que no alcanzaron al objetivo. Decidieron luchar cuerpo a cuerpo. Hachecutadora contra el hacha del comandante enano.
- Vamos a ver si eres capaz de ganarme, Durren. ¡Luia!
- Finalmente un rival honorable. ¡Luia!
El comandante enano también conocía el hechizo. Ambos apuntaban a sus puntos vitales, pero ningún hachazo daba en el blanco. Durren notó que la fuerza de Ricardo era muy superior por algún motivo. Le costaba bloquear sus ataques. Dando un salto atrás, se alejó del elegido, pero no se esperó que Ricardo fuese tan rápido como para volver a sacar su arco más rápido que él y, además, con una flecha gris oscura en llamas.
Guardarse la Cazadora de Sombras en la espalda fue buena idea. Junto con el Libro Rojo, hizo una gran combinación. Quemó a Durren y lo derrotó.
- No entiendo cómo has hecho eso, pero eres muy bueno, ¿eh?
"¡Durren ha sido derrotado por Ricardo! ¡La Caza ha terminado!"
Ricardo estaba muy cansado tras esta batalla. El comandante enano tenía guardada la gema gris clara, que al contacto con la mano de Ricardo, lo llevó al Nexo.
- Voy a colocar esta gema y descansaré más de un par de días. Estoy exhausto.
Subió las escaleras con dificultad y colocó la gema en su lugar. No dijo nada. Simplemente volvió a su cama a tumbarse.
- Lo ha hecho muy bien - Comentó Luis.
- Eso ya lo sabía. Yo confío en este hombre - Finalizó Paulina.
Ricardo ha tenido muchos problemas en los Terrenos de Caza. ¿Qué le espera en el siguiente desafío? ¿Algo conseguirá hacer caer al elegido esta vez?
Un día más en el Nexo, donde Ricardo cada vez tiene más compañeros, más herramientas impresionantes y más problemas para superar las zonas. Solo lleva la mitad del camino hecho. Ocho gemas de las dieciséis que se pueden insertar en la sala de trofeos son las demostraciones de supervivencia hasta el momento de Ricardo.
Pero el elegido tenía una sensación extraña en su estancia en el Nexo. Muchos de los fantasmas apenas hablaban con él. Paulina era la excepción, pero eso no quitaba que los demás apenas conversaran con él. Pau fue la única que lo acompañó a la sala de los altares.
- Venga, que tú puedes. No irás a caer habiendo llegado tan lejos, ¿no?
Ricardo asintió. Esta vez cambió el casco metálico que lo acompañó en la zona anterior por la máscara que recogió del Fuerte Reptiliano. Estuvo comprobando si tenía algo en especial y, en efecto, lo tenía. Esa máscara, de algún modo, aumentaba la fuerza de Ricardo, quien tuvo que reconstruir el muñeco de entrenamiento del Nexo tras destrozarlo de un solo golpe.
De este modo, el aspecto de Ricardo era muy peculiar. Una máscara reptiliana, los pantalones de cuero del Gran Maestro Xin, un peto de metal, la Hachecutadora y el Libro Rojo atado dentro de su armadura.
Cerró los ojos y, al abrirlos, se encontraba en una sala cerrada y decorada con mosaicos en las paredes. Una voz desconocida habló.
- Bienvenido a los Terrenos de Caza. Como verás, no vas a estar solo. Cazadores y bestias en un bosque helado es lo que te vas a encontrar en este juego de supervivencia.
- ¿Juego?
- Lo más importante. Tienes diez minutos para cazar una bestia o matar un cazador. Si no, morirás. Ese es el juego. O matas, o mueres. Cada vez que consigas uno de esos dos objetivos, tendrás otros diez minutos de vida.
- ¿Por qué estoy en este lugar?
- No vamos a restarte tiempo explicándote las reglas. Así, en cuanto escojas una de las dos herramientas de caza que te ofrecemos, comenzará tu partida.
- ¿Herramientas de caza?
- Ahí las puedes ver.
Atravesó la pared un hombre vestido de rojo que llevaba un arco en su mano izquierda y una espada en la derecha. Extendió sus brazos en cruz y dio a elegir a Ricardo entre una de esas dos armas. La voz volvió a hablar.
- ¿Quieres la "Cazadora de Sombras"? Un arco que no necesita flechas para disparar es increíble. ¿O prefieres la "Furia Ártica"? Una espada que congela a los enemigos que toca es sublime.
Ricardo se lo pensó un minuto y agarró el arco. "Cazadora de Sombras" iba a ser su nueva compañera de batalla.
- Pues ya has elegido tu destino. ¡Adelante, que comience el Terreno de Caza!
Ricardo apareció de repente en un bosque nevado. El clima frío iba a impedir su libre movimiento, pues sus pies enterrados en nieve dificultaban el avance. Se escuchó la voz de nuevo.
"Ricardo ha entrado en los Terrenos de Caza. ¡El mejor cazador del momento es: Anya, con 22 puntos!"
Ricardo estaba confuso. Realmente era un juego, pero radicaba en la supervivencia. Ricardo probó el arco mientras avanzaba. Una flecha grisácea era lanzada cuando destensaba el arco, aún cuando no había ninguna flecha en él. Dichas flechas desaparecían poco después de clavarse. Una herramienta muy interesante.
Ricardo llevaba dos minutos caminando por el bosque. Tenía ocho minutos restantes de vida. A pesar de todo, la fortuna sonrió al elegido y lo hizo toparse con un lobo gris. No era de gran tamaño, y con una rápida flecha de Ricardo cayó al suelo aullando en agonía hasta morir.
- Aquí no tienen en cuenta a los pobres animales... - Pensó Ricardo.
Aunque haya renovado su tiempo de vida a diez minutos, aún quedaban peligros. Una flecha común se clavó en el tronco de un árbol cercano a Ricardo mientras continuaba su camino. Un cazador había fallado el disparo. El elegido se puso a cubierto. Tenía nueve minutos para acertarle a su enemigo. No lo había visto aún, pero la flecha vino del oeste, con lo que tenía una referencia sobre el paradero de su enemigo.
Otra flecha clavada en el otro lado del tronco donde se escabullía Ricardo fue la señal que utilizó para salir de su refugio y avanzar un poco hasta otro árbol. El tiempo de recarga de una flecha depende de la velocidad del arquero. Si no son expertos, no tardarán poco en recolocar sus flechas.
Seis minutos restantes y Ricardo empezaba a impacientarse. Cogió la Hachecutadora y volvió abiertamente al bosque. Vio al otro cazador, quien disparó rápidamente pero con pésima puntería debido al nerviosismo viendo que su enemigo tenía un arma cuerpo a cuerpo. No pudo esconderse. Ricardo saltó hacia él y en tres golpes de Hachecutadora estaba muerto. Volvía a estar manchado de sangre.
"Fer ha sido asesinado. Su asesino se lleva sus puntos. ¡El mejor cazador del momento es: Anya, con 24 puntos!"
Ricardo se preguntó cuántos puntos tendría su enemigo. No podía saberlo. Continuó rápidamente su avance. Tenía diez minutos de nuevo.
Encontró una caseta de madera. Entró cautelosamente en ella, para evitar emboscadas, y vio que había un libro abierto dentro de una caja cristalina. Lo que ponía en letras grandes era indescifrable. Una voz distinta habló esta vez.
- Ahí pone: "El lugar donde se cruza la hoja victoriosa y la flecha."
Era el fantasma que iba a acompañar a Ricardo. Tenía el pelo castaño corto y sus ojos eran del mismo color. Llevaba un pequeño abrigo gris y un arco en sus manos.
- Eres el fantasma, ¿verdad? Gracias. Soy Ricardo. Dime tu nombre mientras sigo caminando. No puedo perder ni un segundo.
- Soy Luis. Ex-Cazador de los Terrenos de caza.
- ¿Cómo moriste aquí?
- Me dispararon una flecha en mi rodilla y caí al desfiladero.
- ¿Desfiladero?
- Sí. Más adelante hay un barranco. Es en esa zona donde hay más cazadores. Muchas veces se convierte en una masacre.
Seis minutos restantes. Ricardo llega a la zona del desfiladero. Se pueden escuchar montones de criaturas y de pasos sobre la nieve. Una flecha pasó rozando la cabeza del elegido. Sin embargo, ese no era su mayor problema. Una mujer saltó hacia él para batallar cuerpo a cuerpo. Ricardo fue derribado y estuvo a punto de recibir las garras que tenía su enemiga como manos. Lo que sucedió fue que él había balanceado sus piernas de modo que su rival acabara pasándose de largo en su derribo. Ricardo fue más rápido levantándose y, con la Hachecutadora, intentó atacar a la mujer derribada.
Ella consiguió desviar el hachazo con las garras de sus guantes y se levantó de un salto.
- Me quedan tres minutos. No insistas - Dijo ella -.
- Yo tengo cuatro y medio. Inténtalo.
La mujer chilló y se volvió a abalanzar sobre Ricardo. Él simplemente atacó frontalmente y, gracias a la fuerza de su máscara, paró el ataque de su contrincante y la enterró en la nieve del suelo.
- Reconozco que eso ha sido increíble - Añadió Luis -.
Ricardo continuaba intentando descifrar el acertijo del libro. Así que intentó hacer algo distinto para matar a su aturdida rival. Sacó su arco y disparó en su cabeza.
"Anya ha sido asesinada. Su asesino se lleva sus puntos. ¡El mejor cazador del momento es: Ricardo, con 33 puntos!"
"¡Ricardo ha superado los treinta puntos y va a enfrentarse a Durren en... El Lago Congelado!
Todos los cazadores estaban perplejos. Algunos de ellos habían huido de las garras de Anya, con lo que sabían de lo que ella era capaz. Que alguien la hubiese derrotado era una proeza.
Pero los que conocían a Durren, sabían que no tendría alguna posibilidad. Durren es el comandante enano. El que no estuvo en el pequeño imperio en su momento.
El elegido fue llevado repentinamente al lago helado, frente a Durren.
- Ricardo. El conquistador del Pequeño Imperio. MI Imperio. Vas a pagar por lo que hiciste derrotándote en justo duelo.
- Espero que sea digno rival para mí, Durren.
Ambos lanzaron un par de flechas que no alcanzaron al objetivo. Decidieron luchar cuerpo a cuerpo. Hachecutadora contra el hacha del comandante enano.
- Vamos a ver si eres capaz de ganarme, Durren. ¡Luia!
- Finalmente un rival honorable. ¡Luia!
El comandante enano también conocía el hechizo. Ambos apuntaban a sus puntos vitales, pero ningún hachazo daba en el blanco. Durren notó que la fuerza de Ricardo era muy superior por algún motivo. Le costaba bloquear sus ataques. Dando un salto atrás, se alejó del elegido, pero no se esperó que Ricardo fuese tan rápido como para volver a sacar su arco más rápido que él y, además, con una flecha gris oscura en llamas.
Guardarse la Cazadora de Sombras en la espalda fue buena idea. Junto con el Libro Rojo, hizo una gran combinación. Quemó a Durren y lo derrotó.
- No entiendo cómo has hecho eso, pero eres muy bueno, ¿eh?
"¡Durren ha sido derrotado por Ricardo! ¡La Caza ha terminado!"
Ricardo estaba muy cansado tras esta batalla. El comandante enano tenía guardada la gema gris clara, que al contacto con la mano de Ricardo, lo llevó al Nexo.
- Voy a colocar esta gema y descansaré más de un par de días. Estoy exhausto.
Subió las escaleras con dificultad y colocó la gema en su lugar. No dijo nada. Simplemente volvió a su cama a tumbarse.
- Lo ha hecho muy bien - Comentó Luis.
- Eso ya lo sabía. Yo confío en este hombre - Finalizó Paulina.
Ricardo ha tenido muchos problemas en los Terrenos de Caza. ¿Qué le espera en el siguiente desafío? ¿Algo conseguirá hacer caer al elegido esta vez?
domingo, 4 de octubre de 2015
Desafío de Vida #11: El Fuerte Reptiliano (tributo a heliceo)
(heliceo es el mapmaker que hizo Ragecraft 2, un mapa Complete the Monument del videojuego Minecraft. Basándome en la decoración de dicho mapa, he elaborado esta historia. El crédito debe ser mencionado, por supuesto.)
Un día en el que Ricardo se había preparado a conciencia. Agarró la Hachecutadora, se puso los pantalones del Gran Maestro Xin y el resto de la armadura, que estaba hecha de diferentes metales. El elegido aprendió un poco de herrería a manos de Paulina, así que se fabricó una armadura precaria de metales ligeros. Ya había comprobado que las cosas iban a ser más difíciles, así que tenía que estar bien preparado.
- Tienes el poder de un ninja en tus piernas. Úsalo bien - Advirtió Mimi.
Ricardo asintió con un gesto despreocupado. Él sabía que tenía que darlo todo en cada uno de los desafíos. Subió al altar y cerró los ojos. Cuando los abrió, se encontraba en un lugar con vegetación abundante y escasa iluminación. Había una niebla un tanto espesa por ese lugar. Sin embargo, a lo lejos podía verse la silueta de una fortaleza.
- Hola, ¿qué tal?
La guía saludó a Ricardo. Estaba vestida para la batalla. Una armadura gris que cubría su pecho y sus piernas era algo sorprendente. Más sorprendente aún era su arma. Una espada enorme de varios colores llevada con una sola mano. Su pelo era castaño reluciente y corto, aunque el flequillo tapaba parte de sus ojos marrones.
- Supongo que bien.
- Soy Cristina. ¿Cómo te llamas tú?
- Ricardo.
- Encantada. ¿Sabes cómo se llama este sitio?
- No. Acabo de...
- Ese castillo que apenas se ve en la niebla es el Fuerte Reptiliano. Está plagado de humanoides horrorosos - Interrumpió ella.
Cristina hablaba con mucha energía. Parecía que ella iba a luchar también, que no era un fantasma caído aquí. Lo que decía era cierto. Los Reptilianos eran los enemigos que iba a tener Ricardo esta vez. Al ser una mezcla entre seres humanos y animales, tienen características físicas especiales. Eso hará que la dificultad de la prueba sea alta.
- Bueno. Vamos allá.
Ricardo comenzó a avanzar a paso cauteloso por el camino de niebla hacia el fuerte. Sus primeros enemigos no tardaron en aparecer. Vio de lo que eran capaces.
Reptilianos bajando y subiendo por las laderas a toda velocidad gracias a sus habilidades propias de lagartos e iguanas. Sus manos se adherían a las paredes. Eran bastante ágiles.
Ricardo puso su entrenamiento ninja en práctica y comenzó a moverse rápidamente. Avanzando y retrocediendo a grandes velocidades, no dejó otro remedio a sus enemigos y lo rodearon. Seis reptilianos intentaron atacar al elegido, pero la habilidad de la Hachecutadora fue más rápida y todos ellos acabaron cortados uno a uno.
- Se ve que tú sabes un poco de pelear, ¿eh? - Apuntó Cristina.
- Lo que he aprendido.
- Oye, ¿por qué llevas esos pantalones con esa armadura?
- Ahora lo verás.
Ricardo siguió avanzando. A mitad del camino había que cruzar un puente. Parecía estable. La corriente de agua de abajo era bastante fuerte, así que no podía permitirse el lujo de caer. Cruzó corriendo y se topó con más reptilianos.
Esta vez eran hombres-serpiente. Intentaban acercarse a él lo más rápido posible, pero en cuanto conseguían intentar atacarle, eran cortados por el filo de la Hachecutadora con un rápido movimiento que, en muchas ocasiones, no se podía percibir con la vista.
- ¿Queda mucho? No quiero perder mucho tiempo con estos animales.
- Queda un trecho, pero no te encontrarás tantos.
Así fue. La entrada del castillo estaba enfrente de Ricardo y allí fue cuando lo asaltaron por tercera vez. Golpes fuertes eran recibidos por el elegido, pero no había nadie a la vista.
- ¿Camaleones? - Se preguntó Cristina en voz alta.
- Seguro.
Ricardo desapareció un instante y volvió a aparecer en el mismo lugar. Sin embargo, los camaleones perdieron su capacidad de mimetizarse con el entorno porque habían sido partidos por la mitad.
- ¿Cómo has hecho eso? - Preguntó Cristina, sorprendida.
- Te dije que estos pantalones son especiales.
Ricardo no dijo nada más. Simplemente se dispuso a entrar en el castillo. Sin embargo, un reptiliano le impidió el paso. Esta vez se trataba de un hombre tortuga.
- ¡El Tortuga! Es uno de los jefes de guerra reptilianos - Advirtió Cristina.
- Interesante. Me pregunto si ese caparazón aguantará. - Dijo Ricardo justo antes de saltar hacia el enemigo.
- ¡Aguanta tanto como el acero! - Gritó con voz ronca Tortuga.
El elegido intentó romper la defensa natural de Tortuga, pero no lo consiguió. No era suficiente la Hachecutadora. Cambió de planes. Había que atacar con estrategia. Cortar sus puntos blandos es la única manera de vencer a una tortuga. Eso intentó él, pero Tortuga se escondió en su caparazón y se balanceó hasta rebotar y lanzarse contra Ricardo.
Ese caparazón lo habría derribado si no hubiese utilizado sus recién adquiridas técnicas de evasión. Los pantalones del Gran Maestro Xin daban una agilidad sorprendente a Ricardo, lo que facilitaba los actos reflejos, como evitar ese ataque. Pero hubo más. No sólo evitó el ataque, sino que pilló desprevenido a Tortuga por su espalda y, en cuanto sacó sus piernas para moverse, las cortó.
- Ahí te quedas, Tortuga - Se burló Ricardo.
Pero el patio de armas no iba a ser tarea sencilla. Un reptiliano de, por lo menos, tres metros iba bien acompañado por una legión de iguanas. Eran como veintiséis enemigos en un mismo lugar. El reptiliano enorme era un Hombre-Dragón de Komodo. Ricardo no podía recibir algún ataque de esa criatura o sería aplastado y machacado fácilmente.
- Esto no estaba tan bien defendido cuando yo... - Intentó decir Cristina.
- Luia.
Ella se quedó boquiabierta con la demostración de fuerza y agilidad de Ricardo. En cuatro saltos había despedazado al reptiliano gigante. El resto de hombres-iguana cayeron a pares. La silueta del elegido apenas se podía seguir mientras se movía a velocidades vertiginosas masacrando a todo reptiliano viviente.
- ¿¡Qué!?
- Listo. ¿Dónde puede estar la gema?
- ¿¡Cómo puedes estar tan tranquilo tras haber hecho semejante cosa!? - Preguntaba atónita Cristina.
- Simplemente tengo mis secretos. Supongo que tú también, así que déjame preguntarte algo.
- ¿El qué?
- ¿Cómo moriste aquí?
- Me metieron en las mazmorras. No pude salir. Ese lugar es asfixiante.
La misma mirada de los fantasmas. Ninguno había dicho la verdad hasta el momento.
Ricardo había cogido la máscara que tenía el reptiliano gigante. Parecía interesante, así que la guardó.
Cristina suspiró y le contó que los reptilianos usaban esas máscaras para reconocer a sus líderes. Faltaba encontrar la gema, así que empezaron a explorar.
Ricardo subió por la torre este. Arriba del todo se encontraba una habitación. Abrió la puerta y se encontró atrapado de manera casi instantánea. El cuerpo de la reptiliana era el de una especie de serpiente.
- ¿Cómo te atreves a entrar sin permiso en la habitación de Boa Constrictor?
Ricardo no podía moverse. La reptiliana apretaba las ataduras cada vez más. El elegido empezaba a notar la falta de respiración. Contra todo pronóstico, no pensó que podría morir. En cuanto tuvo la oportunidad, mordió la parte de Boa Constrictor que estaba cercana a su boca. La restricción disminuyó un momento, pero no fue suficiente.
- Te voy a llevar a la mazmorra. Así podrás morir lentamente.
Boa Constrictor tenía a Ricardo atrapado. No podía usar su Hachecutadora de ninguna manera porque su mano estaba inmovilizada. La reptiliana tenía fuerza suficiente como para caminar con sus manos arrastrándose a buena velocidad.
Dejaron a Ricardo en una celda de la mazmorra. En la celda donde se encontraba la gema gris. Sin embargo, no podía salir.
Los alrededores estaban muy descuidados. Habían goteras, olía extremadamente mal y aún podía verse el color del agua que variaba entre tonos marrones y verdes.
- ¿Cómo vas a salir de aquí? - Preguntó Cristina.
- Pues tengo una idea.
En todo momento, Ricardo había guardado dentro de su armadura el Libro Rojo. Era momento de combinarlo con su arma. Con varios minutos de concentración, puso el hacha cerca de los barrotes y comenzaron a derretirse.
- No entiendo nada de lo que haces, en serio - Se frustraba Cristina.
- Ahora salgamos de aquí.
Boa Constrictor seguía allí. Esta vez no pilló a Ricardo desprevenido, sino muy preparado para la batalla. Fue cuestión de un segundo. El elegido desapareció y apareció detrás de la reptiliana. El cuerpo de Boa Constrictor se consumió en llamas mientras gritaba en agonía.
Ese fue el último gesto de Ricardo antes de volver al Nexo con la gema gris en mano. La colocó en la sala de trofeos y Cristina era ahora parte del grupo.
Ricardo no lo vio, pero la armadura de Cristina estaba tirada en el suelo de la mazmorra... Fuera de la celda.
Resultó que Cristina era compañera de Gabriela, con lo que Ricardo ya no tenía mucho que hablar con sus guías. O estaban en parejas o eran solitarios.
- Tranquilo. Al final todos estaremos contigo, ¿no?
Eso lo dijo Paulina. Era el apoyo que necesitaba Ricardo para continuar motivado. Aunque ahora mismo estuviese en cama, descansando.
- Seguramente.
- Recuerda que cada uno tiene consejos para ti. Preguntas tú y ellos te responden. Así funciona - Aconsejó Paulina.
- Gracias, Pau. Ahora, yo tengo que descansar. Hoy he matado un montón de animales. Reptiles. ¿Quién sabe si en la siguiente prueba tendré que cazar depredadores? Debo descansar y prepararme.
- Que descanses entonces.
- Gracias de nuevo.
Y así acaba otro reto. Ricardo se pregunta si tendrá que enfrentarse a más animales. ¿Habrá acertado?
Un día en el que Ricardo se había preparado a conciencia. Agarró la Hachecutadora, se puso los pantalones del Gran Maestro Xin y el resto de la armadura, que estaba hecha de diferentes metales. El elegido aprendió un poco de herrería a manos de Paulina, así que se fabricó una armadura precaria de metales ligeros. Ya había comprobado que las cosas iban a ser más difíciles, así que tenía que estar bien preparado.
- Tienes el poder de un ninja en tus piernas. Úsalo bien - Advirtió Mimi.
Ricardo asintió con un gesto despreocupado. Él sabía que tenía que darlo todo en cada uno de los desafíos. Subió al altar y cerró los ojos. Cuando los abrió, se encontraba en un lugar con vegetación abundante y escasa iluminación. Había una niebla un tanto espesa por ese lugar. Sin embargo, a lo lejos podía verse la silueta de una fortaleza.
- Hola, ¿qué tal?
La guía saludó a Ricardo. Estaba vestida para la batalla. Una armadura gris que cubría su pecho y sus piernas era algo sorprendente. Más sorprendente aún era su arma. Una espada enorme de varios colores llevada con una sola mano. Su pelo era castaño reluciente y corto, aunque el flequillo tapaba parte de sus ojos marrones.
- Supongo que bien.
- Soy Cristina. ¿Cómo te llamas tú?
- Ricardo.
- Encantada. ¿Sabes cómo se llama este sitio?
- No. Acabo de...
- Ese castillo que apenas se ve en la niebla es el Fuerte Reptiliano. Está plagado de humanoides horrorosos - Interrumpió ella.
Cristina hablaba con mucha energía. Parecía que ella iba a luchar también, que no era un fantasma caído aquí. Lo que decía era cierto. Los Reptilianos eran los enemigos que iba a tener Ricardo esta vez. Al ser una mezcla entre seres humanos y animales, tienen características físicas especiales. Eso hará que la dificultad de la prueba sea alta.
- Bueno. Vamos allá.
Ricardo comenzó a avanzar a paso cauteloso por el camino de niebla hacia el fuerte. Sus primeros enemigos no tardaron en aparecer. Vio de lo que eran capaces.
Reptilianos bajando y subiendo por las laderas a toda velocidad gracias a sus habilidades propias de lagartos e iguanas. Sus manos se adherían a las paredes. Eran bastante ágiles.
Ricardo puso su entrenamiento ninja en práctica y comenzó a moverse rápidamente. Avanzando y retrocediendo a grandes velocidades, no dejó otro remedio a sus enemigos y lo rodearon. Seis reptilianos intentaron atacar al elegido, pero la habilidad de la Hachecutadora fue más rápida y todos ellos acabaron cortados uno a uno.
- Se ve que tú sabes un poco de pelear, ¿eh? - Apuntó Cristina.
- Lo que he aprendido.
- Oye, ¿por qué llevas esos pantalones con esa armadura?
- Ahora lo verás.
Ricardo siguió avanzando. A mitad del camino había que cruzar un puente. Parecía estable. La corriente de agua de abajo era bastante fuerte, así que no podía permitirse el lujo de caer. Cruzó corriendo y se topó con más reptilianos.
Esta vez eran hombres-serpiente. Intentaban acercarse a él lo más rápido posible, pero en cuanto conseguían intentar atacarle, eran cortados por el filo de la Hachecutadora con un rápido movimiento que, en muchas ocasiones, no se podía percibir con la vista.
- ¿Queda mucho? No quiero perder mucho tiempo con estos animales.
- Queda un trecho, pero no te encontrarás tantos.
Así fue. La entrada del castillo estaba enfrente de Ricardo y allí fue cuando lo asaltaron por tercera vez. Golpes fuertes eran recibidos por el elegido, pero no había nadie a la vista.
- ¿Camaleones? - Se preguntó Cristina en voz alta.
- Seguro.
Ricardo desapareció un instante y volvió a aparecer en el mismo lugar. Sin embargo, los camaleones perdieron su capacidad de mimetizarse con el entorno porque habían sido partidos por la mitad.
- ¿Cómo has hecho eso? - Preguntó Cristina, sorprendida.
- Te dije que estos pantalones son especiales.
Ricardo no dijo nada más. Simplemente se dispuso a entrar en el castillo. Sin embargo, un reptiliano le impidió el paso. Esta vez se trataba de un hombre tortuga.
- ¡El Tortuga! Es uno de los jefes de guerra reptilianos - Advirtió Cristina.
- Interesante. Me pregunto si ese caparazón aguantará. - Dijo Ricardo justo antes de saltar hacia el enemigo.
- ¡Aguanta tanto como el acero! - Gritó con voz ronca Tortuga.
El elegido intentó romper la defensa natural de Tortuga, pero no lo consiguió. No era suficiente la Hachecutadora. Cambió de planes. Había que atacar con estrategia. Cortar sus puntos blandos es la única manera de vencer a una tortuga. Eso intentó él, pero Tortuga se escondió en su caparazón y se balanceó hasta rebotar y lanzarse contra Ricardo.
Ese caparazón lo habría derribado si no hubiese utilizado sus recién adquiridas técnicas de evasión. Los pantalones del Gran Maestro Xin daban una agilidad sorprendente a Ricardo, lo que facilitaba los actos reflejos, como evitar ese ataque. Pero hubo más. No sólo evitó el ataque, sino que pilló desprevenido a Tortuga por su espalda y, en cuanto sacó sus piernas para moverse, las cortó.
- Ahí te quedas, Tortuga - Se burló Ricardo.
Pero el patio de armas no iba a ser tarea sencilla. Un reptiliano de, por lo menos, tres metros iba bien acompañado por una legión de iguanas. Eran como veintiséis enemigos en un mismo lugar. El reptiliano enorme era un Hombre-Dragón de Komodo. Ricardo no podía recibir algún ataque de esa criatura o sería aplastado y machacado fácilmente.
- Esto no estaba tan bien defendido cuando yo... - Intentó decir Cristina.
- Luia.
Ella se quedó boquiabierta con la demostración de fuerza y agilidad de Ricardo. En cuatro saltos había despedazado al reptiliano gigante. El resto de hombres-iguana cayeron a pares. La silueta del elegido apenas se podía seguir mientras se movía a velocidades vertiginosas masacrando a todo reptiliano viviente.
- ¿¡Qué!?
- Listo. ¿Dónde puede estar la gema?
- ¿¡Cómo puedes estar tan tranquilo tras haber hecho semejante cosa!? - Preguntaba atónita Cristina.
- Simplemente tengo mis secretos. Supongo que tú también, así que déjame preguntarte algo.
- ¿El qué?
- ¿Cómo moriste aquí?
- Me metieron en las mazmorras. No pude salir. Ese lugar es asfixiante.
La misma mirada de los fantasmas. Ninguno había dicho la verdad hasta el momento.
Ricardo había cogido la máscara que tenía el reptiliano gigante. Parecía interesante, así que la guardó.
Cristina suspiró y le contó que los reptilianos usaban esas máscaras para reconocer a sus líderes. Faltaba encontrar la gema, así que empezaron a explorar.
Ricardo subió por la torre este. Arriba del todo se encontraba una habitación. Abrió la puerta y se encontró atrapado de manera casi instantánea. El cuerpo de la reptiliana era el de una especie de serpiente.
- ¿Cómo te atreves a entrar sin permiso en la habitación de Boa Constrictor?
Ricardo no podía moverse. La reptiliana apretaba las ataduras cada vez más. El elegido empezaba a notar la falta de respiración. Contra todo pronóstico, no pensó que podría morir. En cuanto tuvo la oportunidad, mordió la parte de Boa Constrictor que estaba cercana a su boca. La restricción disminuyó un momento, pero no fue suficiente.
- Te voy a llevar a la mazmorra. Así podrás morir lentamente.
Boa Constrictor tenía a Ricardo atrapado. No podía usar su Hachecutadora de ninguna manera porque su mano estaba inmovilizada. La reptiliana tenía fuerza suficiente como para caminar con sus manos arrastrándose a buena velocidad.
Dejaron a Ricardo en una celda de la mazmorra. En la celda donde se encontraba la gema gris. Sin embargo, no podía salir.
Los alrededores estaban muy descuidados. Habían goteras, olía extremadamente mal y aún podía verse el color del agua que variaba entre tonos marrones y verdes.
- ¿Cómo vas a salir de aquí? - Preguntó Cristina.
- Pues tengo una idea.
En todo momento, Ricardo había guardado dentro de su armadura el Libro Rojo. Era momento de combinarlo con su arma. Con varios minutos de concentración, puso el hacha cerca de los barrotes y comenzaron a derretirse.
- No entiendo nada de lo que haces, en serio - Se frustraba Cristina.
- Ahora salgamos de aquí.
Boa Constrictor seguía allí. Esta vez no pilló a Ricardo desprevenido, sino muy preparado para la batalla. Fue cuestión de un segundo. El elegido desapareció y apareció detrás de la reptiliana. El cuerpo de Boa Constrictor se consumió en llamas mientras gritaba en agonía.
Ese fue el último gesto de Ricardo antes de volver al Nexo con la gema gris en mano. La colocó en la sala de trofeos y Cristina era ahora parte del grupo.
Ricardo no lo vio, pero la armadura de Cristina estaba tirada en el suelo de la mazmorra... Fuera de la celda.
Resultó que Cristina era compañera de Gabriela, con lo que Ricardo ya no tenía mucho que hablar con sus guías. O estaban en parejas o eran solitarios.
- Tranquilo. Al final todos estaremos contigo, ¿no?
Eso lo dijo Paulina. Era el apoyo que necesitaba Ricardo para continuar motivado. Aunque ahora mismo estuviese en cama, descansando.
- Seguramente.
- Recuerda que cada uno tiene consejos para ti. Preguntas tú y ellos te responden. Así funciona - Aconsejó Paulina.
- Gracias, Pau. Ahora, yo tengo que descansar. Hoy he matado un montón de animales. Reptiles. ¿Quién sabe si en la siguiente prueba tendré que cazar depredadores? Debo descansar y prepararme.
- Que descanses entonces.
- Gracias de nuevo.
Y así acaba otro reto. Ricardo se pregunta si tendrá que enfrentarse a más animales. ¿Habrá acertado?
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