domingo, 30 de agosto de 2015

Desafío de Vida #6: El pequeño castillo imperial (Tributo a heliceo)

(heliceo es el mapmaker que hizo Ragecraft 2, un mapa Complete the Monument del videojuego Minecraft. Basándome en la decoración de dicho mapa, he elaborado esta historia. El crédito debe ser mencionado, por supuesto.)

- Paulina, voy a encontrar esa gema hoy.
- Se te ve muy decidido, ¿no? - Sonreía Gabriela.
- Quiero traerla aquí y hablar con ella. Me tiene que contar algo tranquilamente.
- Tú sabrás entonces - Terminó encogiéndose de hombros.

Ricardo estaba bien armado esta vez. Espada en su mano diestra y plancha de madera en su mano zurda a modo de escudo. Armadura completa de cuero duro con algunas modificaciones y recortes para poder moverse ágilmente además de un arco a su espalda con su única flecha útil. Estaba listo para la batalla.

Subido en el altar magenta, cerró sus ojos. Cuando los abrió, se encontraba en el pequeño imperio, pero enfrente del enorme castillo.

Una fortaleza de portones inmensos, lo que beneficiaba a Ricardo, pues podría maniobrar mejor en los interiores. Resultaba complicado recorrer las casas en miniatura de los enanos.

Guardias de élite custodiaban el gran portón abierto de la fortaleza. Esperaban a que el intruso intentase cruzar, pero no fue tal y como lo planearon.

Ricardo tensó el arco y disparó a uno de los guardias de élite que acabó fuera de combate. El otro cargó contra Ricardo al ver a su compañero caer. El elegido dejó tirado el arco ya que no tenía más flechas y volvió a utilizar su espada corta y escudo para deshacerse del enano de élite que quedaba en la entrada. Con la herramienta defensiva, la batalla le resultó muchísimo más fácil.

Entrando en el castillo, encontró anchos pasillos laberínticos que subían y bajaban. No había enano alguno en la planta baja. Era muy extraño.

De pronto, se escuchó un cristal romperse estrepitosamente y, desde el piso de arriba, cayeron montones de enanos de élite y otros que no habían aparecido antes: Enanos hechiceros.

Ricardo tuvo reflejos suficientes para echarse atrás y no ser aplastado por la avalancha de enanos. Sin embargo, no iba a poder con todos ellos al mismo tiempo. El enemigo le permitió idear una nueva estrategia.

Los hechiceros lanzaron proyectiles mágicos de fuego contra Ricardo. Bloqueando alguno de ellos con el escudo de madera, se prendió fuego y no tuvo otro remedio que deshacerse de él rápidamente. Lanzó su escudo en llamas hacia los enanos. Para ellos, un muro de fuego estaba a punto de caer sobre ellos y no podían hacer nada para evitarlo.

La mayor parte de enanos de élite cayeron por eso; pero pocos más y los hechiceros, que eran menos, seguían persiguiendo a Ricardo, que salió del castillo para retirarse un momento antes de continuar.

- (¿Por qué Paulina no está aquí?) - Pensaba Ricardo.

Pensó en lo que le dijo sobre su muerte. Murió de hambre en la mazmorra, así que el objetivo de Ricardo era ese. La incógnita era la ubicación de dicha mazmorra.

Los enanos no se rendían. Esconderse y esquivar la magia de los hechiceros comenzaba a ser tarea imposible. Necesitaba un cambio de planes. Ricardo pensó por un momento y dio con la solución a su problema.

Guardó su espada y agarró tierra del suelo con sus manos. Los magos ya estaban empezando a utilizar su magia cuando una tromba de tierra cayó sobre ellos.

Ricardo tenía que aprovechar su ventaja. Él era un gigante para ellos. Así que podía lanzarles objetos de poco tamaño. Para los enanos, dichos elementos serán el doble de grandes a como los ve Ricardo.

Guardó entonces un buen montón de tierra de fuera y volvió a entrar en el castillo. Los hechiceros ya no eran un gran problema, con lo que pudo explorar toda la planta baja y la primera planta. Lo que significaba la mayor parte del castillo.

Ricardo estuvo un buen rato buscando unas escaleras que diesen a un sótano en la planta baja, pero no había. Generalmente, las mazmorras se construyen bajo tierra. Al parecer, los enanos no lo ven de esa manera.

El interior de las murallas del castillo estaba poco vigilado. Los arqueros estaban atontados mirando al horizonte y no se percataron de la presencia de Ricardo, que entró en el complejo de torreones interiores.

Estos lugares estaban extremadamente tranquilos. No había un solo enano y estaba todo oscuro. Paredes repletas de cuadros y pinturas, alfombras rojas por el piso y nada más que destacar de la decoración del castillo.

Y en la parte más alta del castillo se encontró un enorme balcón. Había jaulas alrededor, lo que parecía ser una buena señal.

- (Supongo que esto son las "mazmorras") - Pensó Ricardo.

No tuvo que buscar demasiado. Una de las jaulas más próximas a la escalera por donde llegó contenía la gema. Pero no sólo contenía eso.

El cuerpo desnudo sin vida de una mujer con cabellos castaños se encontraba allí tirado. Tenía una cuerda atada al cuello, así que Ricardo dedujo que se había suicidado.

- Pobre chica. Lo siento, pero me llevo esto, ¿vale? - Dijo Ricardo mientras abría la jaula de una patada y cogía la gema magenta.

En ese momento, Ricardo esperaba volver al Nexo. Pero esa vez no fue así.

"¡Tienes que escapar rápido, gilipollas!"

La voz de Paulina resonó de nuevo.

- ¿Paulina?
- ¡Corre, era una trampa! Ahora sí que estás en apuros.

Ricardo miró las escaleras por donde había venido. Los cuadros eran tapaderas donde podían esconderse los enanos. Salieron todos al mismo tiempo y fueron a perseguir al elegido, que no tuvo más opción que correr.

- Ya podías haber hablado antes.
- ¡No me escuchabas!
- Buena respuesta.

Llegó a otras escaleras que daban a la biblioteca. Un grupo de magos ajenos al altercado fueron aplastados por la estantería llena de libros que tiró Ricardo al suelo. Uno de esos libros brillaba. Él lo recogió, pero no tuvo tiempo de abrirlo. Estaba en plena huida.

Los pasillos eran como pastores siendo arrollados por una estampida de bueyes. Enanos volando por los aires debido a la velocidad que llevaba Ricardo. Pero la salida no iba a ser tan fácil.

El cristal que se había roto desde el techo era un atajo para los enanos. Lo habían acorralado. Cientos de enanos, literalmente, custodiaban el portón. Cada vez aumentaba el número de enanos a las espaldas del elegido al mismo tiempo.

- Estás muerto, Ricardo.
- Eso no lo diré nunca.

Ricardo abrió el libro, buscando desesperadamente una solución. A lo mejor era un hechizo de congelación. Eso era lo que él esperaba.

Lo que no esperaba es que fuese un efecto tan bestial.

Ricardo volvió a cerrar el libro. Había cambiado algo. Corrió hacia delante. Todos los enanos lo estaban esperando para atacar en masa.

No tuvieron tiempo.

Se movía a velocidades increíblemente rápidas por toda la sala. Cada segundo habían caído por lo menos cinco enanos decapitados. Ellos apenas podían ver dónde se encontraba su enemigo. Parecía una sombra, un viento mortal.

Pasados unos cuantos minutos, no quedaba ni un enano en pie. Ricardo se detuvo a un paso de la salida. Suspirando, habló.

- El peligro está en todos lados. ¿Cómo es que podemos continuar sin volvernos locos? Lo he estado pensando mientras aniquilaba a estos enanos estando fuera de mí. No era yo quien actuaba. Para sobrevivir, nos hemos tenido que adaptar. Nos hemos tenido que convertir en lo que más tememos. En mi caso, un guerrero sangriento como los que temían los enanos, otros en poderosos gobernantes que tienen miedo de encontrar alguien con más poder que ellos.

Paulina alucinaba con Ricardo en ese momento. No podía creerlo. Abrir un libro había marcado la diferencia. La fortuna ha acompañado esta vez al elegido, pero no siempre será así. Cada instante, tiene una posibilidad de morir. Pero eso a él parecía importarle poco.

- ¿Cómo sacas tanta fuerza de voluntad?
- Yo ya estoy muerto. No puedo volver a estarlo. Si eso ocurre, eso significará que he completado esta tarea, ¿verdad?

Paulina se queda sin palabras cada vez que Ricardo sale con una respuesta de ese tipo.

El elegido dio un paso más y volvió al Nexo. Rápidamente, subió las escaleras y colocó la gema magenta en su lugar.

- Paulina, he completado lo que tú no pudiste. Quiero preguntarte algo muy seriamente.
- ¿El qué?
- Dime cómo moriste. La verdad.

Paulina hizo una breve pausa.

- Ya te la dije, ¿no?
- Si tienes una buena razón para no responder, te dejaré tranquila.

Paulina no sabía qué responder. Agachaba la cabeza e intentaba respirar hondo. Ricardo se dio cuenta de que había lágrimas en su rostro.

- Veo que tienes una buena razón. Lo siento. - Se disculpó Ricardo - Algún día me dirás por qué te suicidaste.

Paulina abrió mucho los ojos mientras el elegido salía de la sala de trofeos. Gabriela entró en su lugar.

- ¿Qué te pasa, Pauly? Tú nunca lloras.
- Este hombre... Nos va a salvar, Gabriela. Estoy segura al cien por cien.
- Eso espero. Aún no me has dicho por qué lloras.
- Lloro porque morí y no pude ver que la vida hay que conservarla hasta el último minuto. Tiré mi oportunidad de sobrevivir a la basura.
- Todos tenemos cosas de las que nos arrepentimos. Tienes suerte de que sea sacerdotisa. Así, sirvo como confesionario, ¿no?

Paulina pudo sacar una pequeña sonrisa ante el humor de Gabriela. Finalmente, Pauly era habitante del Nexo de nuevo.

De ese modo, Ricardo descubrió que las lágrimas de fantasma se pueden tocar con las manos. Eran totalmente reales. Lo pudo ver desde la distancia cuando una de ellas cayó al suelo desde el rostro de Paulina.

Ricardo ya se encontraba en cama.

- Descansaré unos cuantos días. La gema azul clara, ¿eh? Esa es la siguiente. De todos modos, estoy encerrado en mi propia muerte. Si consigo conseguir las llaves de mi jaula, conseguiré fugarme. Es mi único plan. ¡La llave azul clara está en mi punto de mira!

domingo, 23 de agosto de 2015

Desafío de Vida #5: El Pequeño Imperio (Tributo a heliceo)

(heliceo es el mapmaker que hizo Ragecraft 2, un mapa Complete the Monument del videojuego Minecraft. Basándome en la decoración de dicho mapa, he elaborado esta historia. El crédito debe ser mencionado, por supuesto.)

Otra vez amanece en El Nexo. Ricardo había descansado ya y se hizo a la idea de que, si no arriesgaba y luchaba, no iba a poder salir de este lugar como él quiere.

Vivo.

Preparado de nuevo, preguntó a Gabriela cómo llegar a la siguiente prueba.

- Tienes que subirte al altar del color que quieres conseguir. En un abrir y cerrar de ojos estás allí - Contestó Gabriela.

Ricardo asintió y, muy decidido, entró en la gran sala y buscó el color naranja. Era el segundo color en la "sala de trofeos", pues así acabó llamando a la sala donde se colocan las gemas.

Subido ya en el altar, cerró sus ojos un momento y ya se encontraba allí cuando los abrió. Un cartel grande cercano al gran portón que se veía delante ponía: "Bienvenido al Pequeño Imperio"

- ¿El Pequeño Imperio? - Dijo entre dientes Ricardo, hablando para sí mismo.
- Sí, el Pequeño Imperio de hijos de... ¿Te he asustado?

Ricardo dio un salto del susto. Aún le faltaba experiencia hablando con fantasmas. Esta vez podía verlo, aunque todavía transparente.

Era una chica. Llevaba puesta una camisa de carpintero anudada bajo el pecho, cubierto por un top marrón y también llevaba puestos unos pantalones cortos negros. Tenía el pelo castaño y los ojos del mismo color, aunque más oscuros. Portaba un hacha en su mano izquierda.

- ¡Pues claro! ¡Aparecéis sin avisar! - Se quejó Ricardo.
- Ya está, tranquilo. Vamos a intentar llevarnos bien, ¿vale? - Intentó conversar ella, con el ceño fruncido tras escuchar las palabras del hombre.
- Ni siquiera me dijiste tu nombre. Soy Ricardo.
- Paulina.

Hablaron poco tiempo hasta llegar al tema importante.

- Este Imperio lo habitan los enanos. Los malditos enanos. Están por todas partes, así que ten mucho cuidado. Es todo un imperio contra ti, y eso es injusto.
- ¿Tanto odio le tienes a los enanos?
- Disfruté muchísimo cuando pude descuartizar a cuatro de ellos de un solo hachazo. Se lo merecen.

Paulina empezaba a parecer muy agresiva.

- Y... ¿Cómo moriste aquí? - Preguntó Ricardo.
- Esos malnacidos me acorralaron cerca del castillo. Entonces los guerreros de allí pudieron apresarme y dejarme morir de hambre en la mazmorra.

La misma mirada. Ricardo recordaba esa forma de mirar que hizo Gabriela cuando él preguntó sobre su muerte. Paulina escondía también algo. Quizás todos los fantasmas ocultan algo sobre su muerte.

- Hay varias cosas que deberías saber antes de entrar.
- ¿Cuáles?
- ¿Ves esas setas enormes?

Ciertamente había montones de setas gigantes donde los humanos pondrían árboles.

- Sí, las veo.
- Si te quedas un tiempo cerca de ellas, tienen un efecto similar al de la cerveza. Sientes menos dolor y tienes más energías, pero si estás mucho tiempo bajo su efecto, puedes sufrir mareos, borracheras, etcétera.
- Entendido, supongo. Es extraño.
- No te fíes de los enanos. No te van a dejar nada a favor. Los que se muestren amigables te traicionarán. Sus hijos te partirán las piernas y una vez que estés bajo su control, prepárate a morir bajo sus hachas o en sus calabozos.

No eran palabras muy alentadoras. Paulina odiaba a muerte a los enanos. Tenía sus razones para hablar de esa manera de ellos. Sin embargo, a Ricardo le parecía excesivo.

Él todavía no conoce bien el desafío.

Entró cautelosamente por el portón del Pequeño Imperio. Lo que él no sabía era que los enanos ya estaban esperando ese momento.

Su altura era la mitad de un humano normal. Y habían muchos. Ricardo, mirando a su alrededor, se dio cuenta de que era un lugar inmenso. Iba a costar mucho tiempo explorar todo aquello. Pero en ese instante tenía que ocuparse de lo enanos que iban a atacarlo.

Llevaban armas contundentes fabricadas en madera. Eso no significaba que fuesen débiles. Eran bastante rápidos. Escapar de ellos no sería tarea sencilla para Ricardo. Él empezó a recordar lo que dijo Paulina y tuvo que hacer lo que ella hizo, muy a su pesar.

Ricardo comenzó a asesinar enanos con su espada.

No eran muy resistentes, lo que facilitaba las cosas. Sin embargo, la cantidad de enanos era increíble. Comenzaban a unirse otros enanos. Algunos llevaban espadas cortas, lo que hacía de ellos enemigos muy peligrosos. Los trabajadores de la mina también se unían a la causa utilizando sus picos como arma.

Ricardo acababa con ellos uno tras otro. Eran muchísimos, y sus ataques muy veloces. En cuestión de segundos, lo habían rodeado.

- ¿¡Por qué atacáis a los visitantes!? - preguntó gritando Ricardo.
- ¡Porque quieren el tesoro!

Todos a la vez dijeron esa frase. Estaban muy convecidos.

Ricardo tenía pensado su plan de huida en caso de que lo rodeasen. Aprovechandose de su altura y pateando a los enanos de su espalda, saltó por encima de ellos y pudo colocarse en una mejor posición.

Ricardo se dio cuenta muy rápidamente de lo que tenía delante. El desafío de vida. Donde tienes que defender tu vida. Solamente la tuya mientras destruyes el resto. Si no, el resto destruirá la tuya.

Es algo que los humanos no llegamos a comprender fácilmente. Vivimos dependiendo de nuestros semejantes, que dependen de nosotros al mismo tiempo.

Pero ese mundo no es el que Ricardo está viviendo. Ha tenido que cambiar su modo de pensar.

Quizás, simplemente no tiene que pensar.

- Paulina, atenta a esto, que te va a encantar - Dijo Ricardo, muy confiado y sonriente.

Paulina quedó boquiabierta ante el movimiento del elegido. Tras dar un corte hacia delante barriendo a la mitad de los enanos en el frente, cambió la mano con la que empuñaba la espada a la vez que dejaba caer al suelo su antorcha apagada. Empuñando la hoja con la mano zurda, Ricardo hizo una demostración de forma física y equilibrio. Apoyando la mano derecha en el suelo a modo de soporte, hizo un círculo alrededor de ella con su espada. De ese modo, la mayor parte de los enanos quedaron desmembrados en el suelo.

Pero no se acababan. Ricardo decidió correr hacia delante e irrumpir en una de las casas. Bloqueando la puerta desde dentro, pudo darse un breve respiro.

- Pero... ¿Tú quién eres? - Preguntó aún atónita Paulina.
- Ricardo. Solo recuerdo eso.
- Como yo cuando estaba aquí - Suspiró Paulina.

Agachado, desbloqueó la puerta e hizo un placaje aún agachado hacia fuera de la casa. Los enanos que esperaban fuera no eran escasos, pero él podía correr más que ellos.

Algunos de los enanos intentaron lanzar petardos y explosivos contra Ricardo. No resultaban demasiado efectivos, ya que no lo alcanzaban, pero podría ser bastante doloroso recibir algún petardazo.

Y, en su carrera, vio lo que no deseaba ver.

- ¿Enanos montados en caballos enanos?
- ¡Cierto! ¡Se me habían olvidado! - Exclamaba Paulina mientras seguía a Ricardo.
- ¡Pues haz memoria antes!

El elegido detuvo su avance en seco y se preparó para llevar a cabo su estrategia.

- ¿Por qué te paras? - Preguntaba nerviosa Paulina.
- Porque el posicionamiento en la batalla es lo que importa.

Paulina pareció entender la estrategia de Ricardo. Estaban justo debajo de una seta enorme.

- No pensarás enfrentarte a todo eso que te persigue, ¿no?
- Solo podría si estuviese borracho.
- ¡No tiene gracia, Ricardo!

Él levantó su espada esperando la llegada del ejército enano. Con un rápido movimiento, cortó la seta y la empujó hacia la dirección donde venían. Crear un gran muro formado por un gran champiñón fue la vía de escape para Ricardo, que entró en la casa más grande del pueblo.

Repleta de enanos, por supuesto.

- ¡Sal de aquí, esas pociones son mortales! - Advirtió rápidamente Paulina.

Habían entrado en el laboratorio. Allí preparaban todo tipo de pociones basadas en efectos espora. Eso quiere decir que sus efectos se propagan por el aire.

Un alquimista lanzó una de ellas hacia Ricardo. Pudo esquivarla, pero al estrellarse contra el suelo el frasco de cristal y romperse, el efecto fue inmediato.

No podía mover las piernas correctamente. Estaban adormecidas. Correr rápidamente era imposible.

- ¿Que os creéis que no puedo escapar de vosotros? - Gritó Ricardo.

Con fuerza, clavó su espada en el suelo y la utilizó para impulsarse hacia la salida. El efecto de la pócima ya se había ido, pero los alquimistas lo comenzaron a perseguir.

- Ya te persiguen otra vez. No aprendes, ¿eh? - Parloteó Pau
- Cállate y déjame a mí. Todo está controlado.

Durante ese corto diálogo, llegaron a una casa más ancha que el resto. Allí se podía ver, en una caja de cristal, la gema naranja brillando. Sin embargo, no iba a ser fácil hacerse con ella.

Un grupo de enanos de élite bien armados custodiaban lo que ellos llamaban "el tesoro". Estos eran bastante peligrosos para Ricardo, porque aunque son de tamaño inferior, sus hachas provocan cortes.

Él, como siempre, tiene una estrategia. Rodeado al frente por la élite y a sus espaldas por el pueblo, decidió irrumpir en la sala arrebatándole un hacha a uno de los enanos para lanzarla hacia la caja de cristal.

El resto fue sencillo.

Ricardo corrió bajo el estrecho techo y, a pesar de haber recibido un par de cortes en las piernas, cogió la gema naranja y cerró los ojos.

Al abrirlos, estaba en la sala de los altares. En El Nexo. En su lugar seguro.

- ¡Lo has conseguido! Me alegro - Felicitó Gabriela a Ricardo cuando llegó.
- Voy a colocar esto. Te traigo compañía, ¿no?

Ricardo, entre leves risas, subió pese a que aún estaba herido y colocó la gema naranja. Sin embargo, no pasó nada. Paulina no estaba allí.

- ¿Qué? ¿Y Paulina?
- Puede ser que te falte algo - Dijo Gabriela.
- ¿El qué?
- Mientras yo era un fantasma, siempre tardaban algo de tiempo hasta encontrarme compañía. Creo que es porque necesitas la siguiente gema.
- ¡Eso no tiene sentido!
- ¿Tiene sentido hablar con fantasmas?

Ricardo calló y reflexionó unos segundos.

- Creo que sé lo que ocurre.
- ¿Sí?
- Voy a volver a verla mañana. Y la traeré aquí.
- Así me gusta más. Ese es el espíritu.

Ricardo fue a descansar sus heridas. Aún no estaba seguro, pero al día siguiente iba a volver al Pequeño Imperio. A rescatar a Paulina.

domingo, 16 de agosto de 2015

Desafío de Vida #4: El Descenso (Tributo a heliceo)

(heliceo es el mapmaker que hizo Ragecraft 2, un mapa Complete the Monument del videojuego Minecraft. Basándome en la decoración de dicho mapa, he elaborado esta historia. El crédito debe ser mencionado, por supuesto.)

Ricardo despertó. Era lo suficientemente temprano como para partir hacia su siguiente objetivo. Se sentía preparado para todo. Una pena no poder quedarse en El Nexo para siempre. Sería una vida ideal tras la muerte. Vivir en tranquilidad eternamente.

Bajó al almacén. Allí se encontró a Gabriela, haciendo el gesto de estar sentada encima de una caja.

- Ten mucho cuidado, Ricardo. Siempre alerta.
- Vaya manera de dar los buenos días.
- He estado mirando a través de estos cajones y ya sé lo que te puede servir.
- ¿En serio? ¡Pero si no puedes abrirlos!
- Pero puedo verlos por dentro - Dijo Gabriela mientras metía su cabeza dentro de una caja sin abrirla.

Ricardo, con los consejos de Gabriela y su juicio propio, quedó armado hasta los dientes. Una armadura completa de cuero duro, una espada corta y una antorcha iban a ser sus herramientas de combate.

Porque va a tener que combatir.

"El Descenso" es el nombre de una caverna que hay en El Nexo. Como su nombre indica, el viaje va a ser hacia abajo.

Gabriela deseó suerte al elegido. Ella no podía abandonar El Nexo mientras la gema estuviese colocada allí.

Adornada con montones de enredaderas, musgo y oscuridad; la entrada no era muy apetecible. Ricardo encendió su antorcha y, con sumo cuidado para no prender en llamas el lugar, comenzó a descender.

No parecía una zona muy hostil hasta que empezaron los ruidos extraños y de procedencia desconocida. Se escuchaban plantas siendo pisadas por alguien o algo. La vegetación allí, a pesar de la escasa luz solar, era abundante.

Gracias a su antorcha, se dio cuenta de lo que ocurría.

Las enredaderas estaban moviéndose lentamente. Toda la vegetación se movía en contra del aventurero. Ricardo no podía seguir bajando sin asegurarse una escapatoria antes.

Intentó apagar su antorcha, pero alguna llama cayó sobre la vegetación, provocando la catástrofe que él quería evitar. Empezó a ponerse nervioso. Ricardo tenía que encontrar la manera de salvar esa situación.

Sin mucho tiempo para pensar en una estrategia, decidió utilizar el fuego a su favor. Volvió a encender su antorcha y confió en su capacidad de quemar toda la vegetación que pudiese. A fin de cuentas, ese era su enemigo.

Alguna vez las enredaderas conseguían atrapar alguna extremidad de Ricardo, pero se liberaba tan rápidamente que apenas frenaban su avance.

Así atravesaba Ricardo la zona. Como si de una bola de fuego se tratase, quemó todo tipo de planta a su alrededor. De este modo, tenía que ser rápido encontrando la salida. El fuego consumiría el oxígeno de la caverna si él se quedaba mucho tiempo en ella.

El problema fue casi al final de dicha cueva.

Las enredaderas de esa pared eran muy rápidas. Mucho más que las anteriores. Atraparon los pies de Ricardo y lo hicieron caer al suelo. Quemando el piso con su antorcha.

No tardaron el resto de enredaderas en atrapar el resto del cuerpo del intruso. Ahora sí que se sentía impotente. ¿Iba a morir?

Por supuesto que no.

Ricardo tenía una estrategia. Su armadura era lo que molestaba en esa situación, así que, luchando por salir de sus ataduras, pudo mover su espada con sus dedos y cortar una de ellas. El resto ya era pan comido para él. Cortó todas las enredaderas antes de que volvieran a por él. Comenzaba a faltar el aire en el lugar. Ricardo no se rindió y pudo recoger su antorcha y lanzarla para quemar la pared.

Durante ese proceso, pudo ver una gran puerta con un marco de madera ardiendo justo detrás de las llamas. Su interior era tan blanco que deslumbraba, pero no dudó ni un segundo en entrar.

Tras unos pocos segundos, se encontraba en el centro de la gran habitación de los altares. El fuego había chamuscado gran parte de la armadura, que en este caso no tuvo utilidad alguna.

- ¿Por qué me he tenido que enfrentar a enredaderas?
- Porque quizás los próximos retos no serán un entrenamiento - Respondió Gabriela mientras aparecía por la puerta.
- Pues no estoy seguro de poder aguantar.
- Nunca digas eso. Sólo te restará determinación. Tienes que estar seguro de tí mismo. Si no, mueres. Como yo.

Ricardo reflexionó esa noche sobre esas palabras. Gabriela ya había pasado por esta prueba y no la pudo superar. Así que ella ha aprendido de sus errores. Ha aprendido incluso de los errores que los demás elegidos cometieron. Eso hizo que Ricardo confiase muchísimo en Gabriela.

Pero no era momento para pararse a pensar mucho en ello. Necesitaba descansar para adentrarse en la siguiente zona el día siguiente.

Un lugar inmenso lleno de peligros...
Una gema distinta... O dos...
Y algún nuevo compañero fantasma.

martes, 11 de agosto de 2015

Desafío de Vida #3: El Nexo (Tributo a heliceo)

(heliceo es el mapmaker que hizo Ragecraft 2, un mapa Complete the Monument del videojuego Minecraft. Basándome en la decoración de dicho mapa, he elaborado esta historia. El crédito debe ser mencionado, por supuesto.)

Ricardo se encontraba en un lugar totalmente distinto. Había bastante vegetación a su alrededor y un puente de hierro cruzaba el lago que separaba las dos zonas grandes del lugar. Mirando hacia arriba, podía ver el cielo y una formación de acantilados bastante singular.

Ricardo miró a sus espaldas. No había nada. Un pasillo estrecho de grandes paredes blancas era lo único que había en ese gran edificio. De ese modo, decidió salir y cruzar el puente.

Se veía un lugar tranquilizador. Sobre todo tras haber pasado por aquel lugar lleno de muerte. El sonido relajante de las pequeñas cascadas que llenaban el lago ayudaba a crear un ambiente muy sosegado y seguro.

Ricardo terminó de atravesar el puente y entró en el gran edificio blanco, aún más grande que el del otro lado del lago. Fue una grata sorpresa lo que encontró.

Parecía una mansión. Cuadros adornando las paredes, alfombras cuidadas, montones de escaleras y habitaciones... Era un lugar lleno de riqueza para una sola persona: El elegido.

Ricardo entró y comenzó a explorar las diferentes secciones de su nuevo hogar temporal. En la planta baja a la derecha, aún con la decoración de cuadros sobre paredes blancas, se encontraba una especie de almacén gigante. Montones de cajas y baúles con suministros se encontraban allí. Habría alimento para aguantar años. También había herramientas de toda clase, vestiduras de cuero duro, armas cuerpo a cuerpo...

Este iba a ser un lugar muy frecuentado por Ricardo. Todas sus posesiones están ahí. Debe guardarlas y usarlas en su momento.

Volviendo a la intersección, a la izquierda de la planta baja se encontraba la cocina. Una cocina digna de un maestro cocinero, o incluso de varios de ellos. Era enorme y equipada con todo lo necesario. Hornos por doquier, lavabos, montones de utensilios de cocina que apenas se conocen...

Ricardo no necesitó más información del lugar. Volvió a la intersección y subió las escaleras. En la primera planta se encontraba solamente una habitación: El dormitorio.

Una cama. Ricardo se planteó echarse un rato, pues el cansancio se apoderaba poco a poco de él, pero prefirió terminar de ver su casa antes de hacerlo. La habitación no era tan grande como las otras, pero para un dormitorio de una persona, era suficiente.

Subió por las escaleras de la izquierda para encontrarse con una amplia habitación vacía. Sólo había un cartel que ponía: "Salón libre"

Volvió sobre sus pasos y subió por las escaleras de la derecha. Otro salón libre se encontraba allí, pero todavía quedaban dos pisos más. Ricardo continuó subiendo escalones y se encontró con la sala más grande del lugar. Era muy extraña.

Había montones de altares. En cada uno destacaban los colores de las gemas que debía conseguir. No parecía haber nada más importante allí, aparte de escasa iluminación, pues Ricardo no sabía qué utilidad tenían estos altares.

Subió los últimos peldaños y se encontró con una sala cuya ventana daba al exterior, dando una bonita vista del puente y del lugar en general. Había un cartel en el centro de la habitación.

"Colócalas donde corresponda"

A la izquierda, había una construcción donde se encontraban los distintos colores. Ricardo colocó la gema blanca en el lugar que correspondía. Encajó dicha gema en la muesca diseñada para ello y una voz de hombre muy grave habló.

"El Último Santuario ha sido superado."

Ricardo se asustó nuevamente, pero ya tenía que acostumbrarse a dichas voces. Como ya terminó de explorar, se dirigía a la cama. Sin embargo, en la zona de los altares extraños había ocurrido algo. Había más luz de la cuenta.

Entró en la sala y la vio de nuevo. Semitransparente y casi levitando, Gabriela estaba allí. El fantasma de ella.

- Oye, ¿tú no eres...?
- Sí. Me alegro de volver a verte - Interrumpió Gabriela.
- ¿Cómo puedo verte? ¿No eras un fantasma?
- Sí, lo soy, pero una vez colocas la gema en su lugar, puedo quedarme aquí. Es un lugar agradable. Más que ese cementerio, por supuesto.
- Y... ¿Qué piensas hacer ahora?
- Esperar. Ya tuve que esperar muchas veces aquí, por otros elegidos.
- Debe de ser difícil estar en tu situación.
- Hay que aceptarla, ¿no es así? Esta es la voluntad de Dios. Por ella sigo aquí.
- Cierto, eras sacerdotisa...
- Te ayudaré en lo que pueda, Ricardo. Siempre que estés en El Nexo, podrás pedirnos cualquier cosa.
- Así que esto se llama "El Nexo", ¿verdad?
- Así lo llamaron.
- Y por tu forma de hablar, supongo que habrá más fantasmas como tú, ¿cierto?
- Cierto es.
- Pues ya me contarás qué es lo que podéis hacer. De momento, voy a descansar, que no puedo casi mantenerme en pie.

Mientras Ricardo dormía, Gabriela fue al almacén. Buscando entre todos los suministros, encontró los que buscaba.

Ella estaba seleccionando el mejor equipamiento que el elegido tenía que llevar. Él ya se había percatado de algo que no había en ese almacén.

No había armas de fuego.

Forma parte del desafío. Ricardo debe luchar con su fuerza, su destreza y su intelecto. Tiene que utilizar armas propias del medievo. Las famosas espadas, arcos con flechas, lanzas, etcétera.

Y nunca podrán utilizar armas de fuego directamente en su contra.

Gabriela estaba preocupada. El siguiente lugar que debe superar no contiene una gema. Era como un entrenamiento, pero eso no significaba que no pudiera ser mortal.

Ella estaba preparando a Ricardo para enfrentarse a la siguiente zona: "El Descenso."

domingo, 9 de agosto de 2015

Desafío de Vida #2: El Último Santuario (Tributo a heliceo)

(heliceo es el mapmaker que hizo Ragecraft 2, un mapa Complete the Monument del videojuego Minecraft. Basándome en la decoración de dicho mapa, he elaborado esta historia. El crédito debe ser mencionado, por supuesto.)

Al cruzar la puerta, todo cambió de blanco a oscuridad en cuestión de segundos. Ricardo palpó a su alrededor. Estaba en un lugar bastante estrecho y las paredes no parecían muy estables. Eran de tierra.

Ricardo estaba bajo tierra. Una situación un tanto extraña, pues la puerta por donde vino ya no estaba. Se dio cuenta de que había algo macizo dentro de su agujero del subsuelo. Tras un rato de escrutinio, pudo darse cuenta de que era un baúl. Lo abrió y encontró varios objetos: Unas cuantas antorchas, huesos que no parecían muy antiguos y un cayado de tamaño considerable.

"Hola, ¿cómo te llamas?"

Un susurro le hablaba. Ricardo se estremeció. Se suponía que estaba solo en ese agujero.

- Perdona, soy Gabriela. Voy a intentar darte consejos para sobrevivir aquí.
- ¿D-Dónde estás?
- No me puedes ver, lo siento. Yo ya morí aquí. Fui una elegida, como tú, pero no pude sobrevivir.
- Ricardo... Encantado, supongo.

Hablar a alguien invisible se le hacía cada vez más extraño y más usual al mismo tiempo.

- Encantada, Ricardo. Debes saber que estás en El Último Santuario. Y ahora mismo estás enterrado. En una tumba.
- Eso veo. ¿Es seguro salir?
- Nada es seguro aquí. Tenlo muy en cuenta. No es por asustarte, pero no bajes la guardia.

Ricardo asintió y excavó hasta ver algo de luz filtrarse a través de la tierra. Consiguió salir con esfuerzo del agujero bastante profundo donde se encontraba.

Pudo ver el panorama. El Último Santuario consistía básicamente en un cementerio. Tumbas por todas partes, una cripta, un mausoleo, una especie de campanario... Eso era lo que se veía iluminado a lo lejos. Apenas unos faroles podían iluminar todo el lugar. Había mucha penumbra alrededor.

- Tienes que encontrar aquí la gema blanca. En uno de esos grandes sitios debería estar.
- ¿No conoces dónde está exactamente?
- No puedo saberlo.

Ricardo sujetaba fuertemente el cayado con su mano derecha y llevaba una antorcha apagada en su mano izquierda. Esa iba a ser su equipación para atravesar el camino del cementerio.

Pero se escuchaban pasos, ruidos y movimiento. La oscuridad era el velo de todos esos fenómenos. Ricardo se mantenía alerta, siempre vigilando sus espaldas.

Y finalmente lo vio. Un muerto viviente. Un zombi. Ricardo palideció un segundo. Las manos de la criatura humanoide apuntaban hacia él y sus piernas se movían de manera algo descoordinada, pero a suficiente velocidad como para ser una amenaza.

- ¿Pero qué...? - Intentó decir Ricardo.
- Son zombis. Aquí te encontrarás montones de ellos. Si te ves capaz, puedes golpear a alguno, pero si hay muchos juntos, creo que deberías correr.

La humedad abundaba en la zona. La tierra parecía casi barro y los caminos de piedra resbalaban un poco. No se podía ver el cielo en ese lugar.

Ricardo utilizó por primera vez el cayado golpeando al zombi desde una distancia prudente, pero cuerpo a cuerpo. Desequilibrado, la criatura cayó al suelo, mas procuraba volver a levantarse. Montones de sonidos empezaron a ser notados por los oídos de Ricardo.

Una horda de zombis se aproximaba a ambos lados. Las tumbas dejaban salir a los muertos vivientes. Algunos ya eran sólo huesos, pero conseguían moverse.

Corrió como pudo, avanzando casi a ciegas a través del camino de piedra debido a la escasa iluminación. Entró en el edificio más cercano y cerró la puerta rápidamente.

Ricardo se encontraba dentro del campanario. En la planta baja de una gran torre semiderruida construida en piedra. Aún así, tenía tres pisos conservados.

- ¿Cómo piensan que voy a sobrevivir a esas cosas? ¡Son demasiadas!
- Tu misión no es derrotar a los enemigos, sino encontrar la gema y salir vivo con ella.
- ¿Entonces tengo que ser perseguido todo el tiempo hasta encontrarla?
- No. Simplemente piensa en cómo puedes deshacerte de ellos.

Ricardo comenzó a investigar el edificio. También lo comenzó a saquear, encontrando una faltriquera con una botella dentro. Parecía agua.

No tuvo tiempo de encender su antorcha en los faroles de fuera. Ahora no era momento para salir, así que exploró el campanario a oscuras. Mientras tanto, charlaba un poco con Gabriela.

- Ricardo, ¿a qué te dedicabas antes de morir?
- Yo era... ¿Qué? ¡No me acuerdo!
- Lo suponía. Yo tampoco me acordaba.
- Una pregunta... - Pidió Ricardo - ¿Cómo moriste aquí?
- Eran demasiados muertos. Me asusté y no pude escapar de ellos. Fue horrible ser devorada por ellos.
- Debe de serlo.

Ricardo no estaba convencido con esa respuesta. Él sabía que Gabriela ocultaba algo, pero no tenía importancia porque no era información necesaria.

- No te he dicho sobre los vampiros de por aquí...
- ¿Vampiros?
- Sí. Son hombres muy pálidos con capa negra. Si te enfrentas a alguno, ten cuidado, porque regeneran rápidamente sus heridas.
- Increíble. Esto parece una pesadilla. - Comentó Ricardo.
- Vivir esto es una pesadilla... Recuérdalo. - Suspiró Gabriela.

Ricardo había terminado de explorar el tercer piso del campanario y había localizado su siguiente objetivo: La cripta. Sin embargo, las afueras estaban plagadas de hostilidad. Zombis, esqueletos andantes y algún que otro vampiro rondaban la zona.

Ricardo tuvo que pensárselo dos veces para abrir la puerta del campanario. En cuanto lo hizo, corrió hasta un farol para intentar encender su antorcha. A punto estuvieron de alcanzarle algunos zombis, pero no pudieron contra el fuego. Ricardo tenía una antorcha lista para repeler a los muertos.

- Oye, esa faltriquera... - Empezó a decir Gabriela.
- La encontré en el campanario.
- ¡Es agua bendita! A lo mejor sirve contra estos monstruos. Guárdala. A lo mejor te hace falta después.
- Es bueno saber eso.

Ricardo espantaba a varios enemigos con su antorcha en llamas hasta abrirse paso y entrar a la cripta. Adornada con columnas de piedra cincelada cuidadosamente, pero desgastada por el tiempo, daba un aspecto monumental. Era enorme. Sin embargo, las escaleras que daban al subterráneo eran muy estrechas.

- Creo haber escuchado algo - Dijo Ricardo mientras bajaba las escaleras cuidadosamente.
- Pues como no sean fantasmas... Yo no he escuchado nada - Contestó Gabriela.

Enfrente de Ricardo apareció una cara blanca. Golpeada inmediatamente por la antorcha, cayó al suelo.

- Pues son fantasmas - Confirmó Ricardo, suspirando del pequeño susto.

La exploración de la cripta era un tema bastante serio. Toda la oscuridad, restos de muertos y pasillos estrechos hacían de ese un lugar no apto para miedosos.

- Siento que está cerca, Ricardo.
- ¿Sí? ¿Cómo?
- Creo que... Me lo dice Dios.
- ¿Dios?
- Yo era sacerdotisa antes de mi muerte. Ya llevo mucho tiempo aquí. No puedo ir al cielo.
- ¿Por qué no puedes? Se supone que has muerto.
- Pero los elegidos se tienen que quedar. Hasta que alguien consiga terminar el reto.
- ¡Eso es muy injusto!
- Así lo ha dicho El Mediador.
- Quién es El Me...

Un fantasma apareció justo enfrente de Ricardo. En un acto reflejo, lo golpeó con el cayado, pero simplemente desapareció al instante. A cambio, una cantidad considerable de vampiros venía por su espalda. Era momento de correr hacia delante sin mirar atrás, o Ricardo estaría muerto.

Corriendo por los estrechos pasillos y teniendo extremo cuidado para no apagar su antorcha por la velocidad, Ricardo llegó a la última sala de la cripta.

Había una especie de altar en el centro y muchísimas calaveras por el suelo de la habitación. Parecía una especie de ritual ancestral preparado allí.

Entonces pudo verla.

Gabriela estaba frente al altar. Ahora Ricardo sí que podía verla. Sin embargo, ella seguía siendo intangible. Ella se postró y empezó a rezar. Ricardo no sabía muy bien qué estaba haciendo ella. Prefirió centrarse en la horda de enemigos que se aproximaba para acorralarlo y matarlo.

Los vampiros ya habían entrado en la sala y se disponían a atacar en masa a Ricardo. Él decidió utilizar la botella de la faltriquera. Simplemente la abrió y la lanzó al grupo de vampiros. Se detuvieron unos momentos chillando de dolor. Los suficientes como para que un rayo de luz emanara del altar e hiciera desaparecer a todos los enemigos de la sala. Ricardo no podía creer lo que había ocurrido.

- ¡Corre! ¡Coge la gema blanca! ¡Está en el altar! - Gritó Gabriela.

Ricardo hizo lo que le ordenaron inmediatamente.

- Hasta luego, Ricardo.

No le dio tiempo a despedirse. Ricardo ya había superado la primera prueba. El Último Santuario, con la ayuda del poder sagrado de Gabriela, había terminado.

- Y ahora... ¿Dónde estoy?

domingo, 2 de agosto de 2015

Desafío de Vida #1: Nacimiento (Tributo a heliceo)

(heliceo es el mapmaker que hizo Ragecraft 2, un mapa Complete the Monument del videojuego Minecraft. Basándome en la decoración de dicho mapa, he elaborado esta historia. El crédito debe ser mencionado, por supuesto.)

Ya había avanzado bastante la noche. Ricardo iba por la autovía en su moto a gran velocidad. No era una imprudencia, pues respetaba los límites de velocidad definidos por altos números de kilómetros por hora.

Un automóvil adelantó a Ricardo por el carril de su izquierda. Iba a velocidades mucho mayores a las permitidas en ese tramo.

No tardó en desaparecer de la vista del motorista. Tampoco se demoró en volver a aparecer.

Ricardo lo vio bloqueando el carril derecho. Rápidamente, intentó girar a la izquierda mientras frenaba casi bruscamente. Acabó derrapando, pero otro coche en el carril izquierdo arrolló al motorista junto a su vehículo.

Él salió disparado y, desafortunadamente, el casco no fue suficiente para evitar su muerte.

Pero eso no significó su final. Él fue una excepción.

...

"¿Dónde estoy? ¿Qué...?"

Ricardo había despertado en una sala gigantesca. Las paredes eran enormemente altas y alternaban los colores entre líneas horizontales blancas y negras. No existía techo en esa habitación. Se podía ver el cielo.

Al levantarse, se dio cuenta de que parte del piso era cristal. Y a través de él podía verse un lugar yermo consumiéndose en llamas. Si el cielo estaba en lo alto, por debajo estaba el infierno.

Ricardo se dio cuenta en seguida del detalle, pues recordó lo que había sucedido. Apenas segundos después, una voz de procedencia desconocida retumbó en la sala. Sin embargo, el tono de dicha voz era susurrante.

- Ricardo. ¿Te preguntas dónde estás?
- ¿El purgatorio, quizás?
- Eres sagaz, buen hombre. Estás en lo correcto. Pero esta es una zona muy especial. Queremos ponerte a prueba.
- ¿Queréis saber dónde debo acabar?
- No exactamente. Vas a tener que enfrentarte a situaciones muy peligrosas. Lo que queremos comprobar es tu capacidad de supervivencia.
- ¿Por qué? Si ya estoy muerto.
- Una muerte injusta, de hecho. Pero no muchos pueden tener una oportunidad como la tuya.
- ¿Oportunidad?
- La oportunidad de volver a la vida.

Ricardo estaba muy sorprendido. Él hablaba con algún susurro de paradero desconocido. Estaba solo en la sala y dialogaba con una voz que le decía que podía revivir. Decidió creer en ella.

- ¿Alguien ha podido revivir alguna vez de esta manera?

La voz hizo una pausa considerable. Se tomó su tiempo para contestar.

- ... Nadie lo ha conseguido. Si te consuela, alguien estuvo muy cerca de lograr cumplir este objetivo. Pero el último reto fue demasiado para él.
- Acepto el desafío. Tengo que sobrevivir, simplemente, ¿verdad?
- No es sólo eso. Lo que hace difícil el camino a la resurrección es la misión que hay que cumplir. Conseguir las 16 gemas. Blanco, naranja, magenta, azul claro, amarillo, lima, rosa, gris, gris claro, azul cian, morado, azul, marrón, verde, rojo y negro. Esos son los colores de la victoria.

Ricardo estaba cada vez un poco más asustado. Nunca ha sido miedoso, pero el haber muerto no le inspiraba mucha confianza sobre los retos que se aproximaban. Eran totalmente desconocidos.

- ¡Ricardo! ¡Entra por esa puerta y supera la gran prueba!

Ricardo asintió con una sonrisa desafiante. Al principio parecía un juego para él. Veremos cómo se desenvuelve en el campo de batalla una vez no pueda salir de él.

"Solo determinación, valor, fuerza, intelecto, agilidad, pericia y aguante salvarán al elegido para la prueba."